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Junio 23, 2004
La vida empieza a los setenta y pico

LaVidaEmpiezaalos70ypico.jpgENTREVISTA CON IBRAHIM FERRER

En 1998, cuando el músico Juan de Marco González llegó a la casa de Ibrahim Ferrer, él estaba arreglando el motor del agua. "Me las ingenio con todo, además limpiaba unos zapatos blancos de un vecino", cuenta.

Clarín
23.06.2004


"Me invitó a grabar en un disco de su grupo Sierra Maestra. Le dije que no quería cantar más, pero él insistió y como no me gusta que me rueguen, acepté. Como me dijo que me iban a pagar 50 dólares, mejor todavía. Cuando llegué al estudio estaban Barbarito Torres (que le había hablado de mí a Juan), Elíades Ochoa, Rubén González y Compay. Yo había oído hablar de él, pero nunca lo había visto y eso que éramos del mismo patio, de Santiago. A Rubén sí lo conocía, habíamos alternado en distintas orquestas. Ochoa se puso a tocar Candela y yo empecé a cantar. Y del otro lado de la cabina, estaba Ry Cooder, parece que le gustó mi voz. Y me ofreció grabar el número. Después viene Rubén y tocamos Dos gardenias. Ahí empezó otra historia".

"Nací de nuevo a la edad de setenta y pico de años —dice Ferrer—. Vivo agradecido de todo lo que me pasó y tengo. Les tapé la boca a unos cuantos que decían que no tenía voz para cantar y no querían poner mis números en los discos porque no servían".

Lejos quedaron las orquestas de cabaret, como Sorpresas, Wilson y La maravilla de Beltrán, donde arrancó Ibrahim, que en 1953 entró al conjunto de Pacho Alonso, hasta su jubilación en 1992. Compay Segundo y el pianista Rubén González murieron en 2003. Pero el espíritu Buena Vista permanece intacto.

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ENTREVISTA CON IBRAHIM FERRER
"Nací en un baile"
En su segunda visita a la Argentina (la primera fue con Buena Vista Social Club), el cantante cubano de 77 años habla de su larga historia con la música, de Cuba, del tango y el bolero. Mañana actúa en Obras.
Sandra Commisso 

El 31 de diciembre de 1940, cuando tenía 13 años, Ibrahim Ferrer debutó con el conjunto Los jóvenes del son cantando un tango, Uno. "Lo hice como bolero", confiesa. Fue en una fiesta de fin de año en Santiago de Cuba, su ciudad natal. "Eramos todos unos muchachitos, adolescentes. Nos pagaron $ 1,50 y para nosotros fue como sacarnos el premio mayor. Después de actuar, nos agarramos tremenda borrachera".
Ferrer tiene una explicación para su temprana relación con la música: "Yo nací en un baile", dice. "Es así, mi madre tuvo los dolores de parto en un salón de baile de un club donde era presidente mi abuelo", agrega. Fue mecánico, boxeador, vendedor de diarios, zapatero, picador de caña y algunas cosas más. Pero aun así, la música estuvo siempre, esperando turno hasta que Ferrer le pudiera dedicar su vida, cantando por el mundo, jubilado de todo menos de cantante.
Por segunda vez viene a actuar a la Argentina (la primera fue en 2001, con Buena Vista Social Club), y mañana estará en Obras presentando su disco Buenos hermanos, en lo que él llama una misión de embajador. "Me gustaría poder decir cosas y no sé cómo expresarlas. Por eso canto", dice.

Además de cantar, ¿también compone?
Sí, sí, compuse varios números. Pero los directores de las orquestas en las que estuve no me lo dejaban mostrar. Del camino a la vereda, El bachatón, Hay que entrarle a palos a ese y el Boquiñeñe, son todos míos pero salieron recién ahora, en mis discos solistas. Además, yo quería cantar boleros pero me decían que sólo servía para coros y me ponían como segunda o tercera voz. Recién en 1962 canté el bolero Santa Cecilia. La hicimos con un dúo en un cabaret, en Francia. Pero después, con la crisis de los misiles se perdió la partitura. Por ahí está grabado. Y únicamente un bolero pude cantar yo solo. Se llama Una fuerza inmensa. Lo grabé en los años 70 pero no tuve tiempo ni de ensayarlo. Y recién se difunde ahora porque mi voz se escucha por todo el mundo.

¿Alguna vez imaginó que a los 77 años iba a estar cantando por el mundo?
No, mi vida, jamás y menos cuando te dicen que no sirves para cantar. Perdí a mi madre a los 12 años y tuve que dejar de estudiar y salir a buscarme la vida. Porque me quedé solo en el mundo. Trabajaba pintando paredes, recogiendo café, arreglando motores, lo que sea ¿tú me entiendes? Pero la música estaba siempre, los sábados y domingos. Y los fines de año en las fiestas. Pero no era sólo por gusto. También me ganaba la vida con eso. Actuaba de las 9 de la noche a 3 de la mañana para llevarme unos pesos pa' la casa. Porque entonces todo era más difícil en Cuba. Ahora por lo menos, los jóvenes tienen posibilidad de estudiar, de aprender un oficio. Antes no. El músico pagaba al sindicato pero no recibía jubilación. Con la Revolución tuvimos un avance y al menos, podemos cobrar el retiro. Tenemos que agradecer eso.

A esta altura, ¿qué sueños le quedan por cumplir?
¡Uh, tantos! Mira, yo quisiera que se acabaran los conflictos, que los pueblos se entiendan en paz. Hay cosas que quisiera decir y no sé explicarme bien. Por eso, con la música trato de llevar mensajes que sirvan. Ojalá yo con esto que hago pudiera acabar con toda la violencia y las cosas feas que están pasando. Esta es mi pequeña forma de aportar. Ser un mensajero, un embajador para acercar a la gente.
Ya no están más Compay Segundo y Rubén González, ¿los extraña?
Siento mucho su pérdida, pero hay que entender que todos vamos a llegar a eso. Uno mañana, otro pasado. Es una lástima que no hayan podido seguir un poquitico más, pero bueno, se ve que les tocaba.
Mientras habla, Ibrahim no deja de tocar sus medallas y la vara de ébano que guarda en su cintura. Son sus amuletos, heredados de su madre. "Una vez vino a Cuba una delegación de Africa, en intercambio cultural y se la regalaron a ella. Para mí, esto es mi mamá", dice. Hace poco, en el aeropuerto de Londres no le permitían ingresar la vara y Ferrer se plantó. "Sin ella no voy a ningún lado. No soy terrorista. La vara no hace nada". Del cuello cuelga la imagen de San Lázaro. "Me protege. Aunque voy a tener que hablar con él, a ver qué pasa, porque últimamente me duele bastante la cabeza".

¿Tiene muchos amuletos?
Bueno, las boinas. Tengo 30 o 40. En realidad a mí me gusta usar sombrero, siempre usaba, pero con los viajes se me arruinaban. La primera vez que fui a Europa tuve que dejar de usarlos, porque me daba trabajo guardarlos en los viajes en guaga. Así que me compré una boina. En Madrid me dijeron de un lugar, El Corte Inglés, y ahí me compré la primera boina.

¿Lo agotan tantos viajes?
Los viajes cansan, pero los disfruto. El día que me aburra no lo hago más. Quiero representar a mi país con lo poco que tengo, mi canto. Me gustaría que todos conocieran Cuba. Es un pueblo muy hospitalario. Tú tocas en cualquier puerta y nadie te va a negar un pedacitico de pan. Yo camino el mundo pero no cambio a Cuba por nada.

¿Qué música le gusta?
Ah, el tango. Me gustaban Agustín Irusta y Alberto Gómez, que fueron a Cuba allá por los años 40. Los oía por radio todas las noches. Ah, y me encantaba Gardel, uy por favor, claro. También Libertad Lamarque y todos los de esa época.
¿Y de los músicos más jóvenes?
Hay unos cuantos. Lo importante es que no se olviden de la tradición. Que hagan lo que les gusta, pero sin perder las raíces. Lo que no entiendo mucho es el hip hop ese, toda esa habladera. Mucho no me gusta, m 'hija, no lo entiendo. Cuando yo estaba con una orquesta, en el 55 hice una inspiración que me salió hablada. Creo que me quedó bien. Ojalá la hubieran grabado para que vean que eso no es nada nuevo: yo también hablé.

Ahora que finalmente canta boleros, ¿cuál le gusta más?
Ay, mi vida, si te digo uno, te miento. Pero hay un par de canciones con las que me defiendo: Dos gardenias, Perfume de gardenias y Mil congojas.

¿Por qué está de moda la música cubana en el mundo?
Mira, debe llevar algún mensaje que no sé descrifrar. Creo que gusta porque te da buen consejo, es alegre, dulce, tiene letra, melodía y se dice con el corazón y la cabeza. Y se canta principalmente con amor. No sé si estoy equivocado, pero a mí me sale así. Y así me gusta. Yo disfruto cantando en los lugares donde me reciben bien. Me interesa la calidez de la gente, aunque sean pocos.

Sus shows tienen mucho de intimista...
A mí me gusta que los que vienen a verme se queden sentaditos y escuchen con atención lo que les quiero decir con mi canción, lo que humildemente les pueda recomendar. Después, si quieren que bailen, salten, brinquen. Cuando era joven, yo también lo hacía.
En este viaje lo acompaña Caridad, su esposa hace 31 años. En Buenos Aires, viven dos de sus 7 hijos, 3 de sus 14 nietos y 1 de sus 5 bisnietos."Me gustaría venir más seguido pero bueno, tampoco estoy todos los días en mi casa de La Habana", resume.
Al terminar la entrevista, una pareja de turistas norteamericanos se acerca a saludarlo. La sorpresa es mutua. "En California tiene miles de fans. Ojalá venga un día a cantar", dice la señora. "Cómo no, me encantaría", acepta casi tímido Ibrahim. "Si nos dejan entrar...".

Enviado por Licenciatura en Gerontología el: Junio 23, 2004 07:43 AM
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