Cada vez hay más pruebas que sugieren que el mal humor acorta la vida. Una serie de nuevos estudios vinculan directamente el optimismo y el pensamiento positivo con una vida más larga y buena.
Por Mary Duenwald
Hay indicios de que la gente que vive feliz vive más años. “Es un hecho que las personas que, desde el punto de vista psicológico, están sanas, viven más tiempo que aquellas que sufren trastornos”, dice el doctor Howard Friedman (http://www.psych.ucr.edu/faculty/Friedman.htm), de la Universidad de Chicago, Estados Unidos. El estudio más reciente sobre la incidencia de la personalidad en la longevidad compara un relevamiento realizado en 1975 en Oxford, Ohio, sobre un grupo de 660 personas de más de 50 años con otra investigación, realizada en 1998. Los entrevistados hace casi 30 años respondieron varias preguntas sobre su actitud ante la vida y dijeron si estaban o no de acuerdo con frases como “Las cosas empeoran con los años” o “Estoy tan feliz como cuando era más joven”.
En 1998, los investigadores averiguaron quienes de ellos seguían vivos y en qué fecha habían muerto los ausentes. Y resultó ser que quienes veían al envejecimiento como “una experiencia positiva” vivían un promedio de 7,5 años más que aquellos que tenían una visión oscura de la vida. Según los investigadores, ser optimista tiene un impacto sobre la salud que supera el que produce una reducción controlada de los índices de colesterol o un descenso controlado de la presión, que, según determinaron varios estudios, prolongan la vida alrededor de cuatro años. El aporte de la felicidad a la longevidad también supera en años al que hacen el ejercicio, el dejar de fumar y el mantener un peso saludable, que suman entre uno y tres años de vida.
Aunque los investigadores evitaron decir que tener buen humor es más importante para la salud que hacer ejercicio o alimentarse bien. Pero, según la doctora Becca Levy (http://info.med.yale.edu/eph/html/faculty_members/levy.html), psicóloga social de la Universidad de Yale, EE.UU., es verdaderamente sorprendente que una característica psicológica sea tan importante si de predecir la supervivencia se trata. Al analizar los datos, Levy y sus colegas tomaron en cuenta la raza, el sexo, la situación socieconómica, el estado de salud, el comportamiento en general y el grado de soledad de los entrevistados. Pero, aún después de estudiar estas características, concluyeron que el modo en el que se toma el inevitable envejecimiento tiene altísima correlación con la posibilidad de vivir una vida más prolongada.
Otro estudio, realizado en 2000 por la Clínica Mayo (http://www.mayoclinic.org/news2002-rst/1406.html), de Rochester, EE.UU., ya había vinculado el optimismo con la longevidad. El psiquiatra Toshihiko Maruta analizó las pruebas que, a comienzos de los años 60, se le habían realizado a un grupo de 800 personas y, en base a sus respuestas, clasificó a 197 de ellas como “pesimistas”. Luego, Maruta verificó cuánto habían vivido y descubrió que los pesimistas tenían un riesgo de muerte 19 por ciento superior al promedio. Otros estudios revelaron que la gente depresiva, hostil o ansiosa tiene menos probabilidades de vivir que los que no sufren estos rasgos personales. “Quienes se mantienen lejos de los extremos emocionales corren con ventaja”, dice la doctora Carolyn Aldwin, de la Universidad de California, EE.UU..
Ahora bien, ¿por qué la gente feliz y tranquila vive más? La doctora Levy sospecha que la respuesta podría estar vinculada a las ganas de vivir que, lógicamente, tienen quienes viven positivamente. “De los estudios que analizamos, surge que la voluntad de vivir parece ser un mediador parcial, pero no explica completamente por qué la gente positiva vive más. De modo que debe de haber otras cosas como, por ejemplo, la manera en que la gente responde al estrés. La gente mayor con una visión negativa del envejecimiento tiene niveles superiores de estrés”. Sin embargo, no todos coinciden en que el optimismo sea un rasgo saludable. Según un estudio realizado el año pasado por el psicólogo Derek Isaacowitz (http://www.brandeis.edu/departments/psych/isaacowitz.html), de la Brandeis University de los EE.UU., con la edad, el pesimismo puede ser útil y terminar protegiendo al paciente.
Según el doctor Isaacowitz, ante la muerte de un amigo o de un pariente, o a la hora de enfrentar cualquier otro hecho negativo, los pesimistas tienen menos probabilidades de deprimirse que los optimistas. Tal vez, a determinada altura de la vida, los pesimistas están mejor preparados para aceptar las vueltas de la vida. Muchos expertos coinciden en que las conexiones entre la personalidad y los años que uno vive no son simples: “Es un error decirle a la gente que tiene que estar contenta y así vivirá más. Realmente no hay muchas evidencias de que eso sea así”, dijo el doctor Friedman. Incluso, muchos psicólogos de las más diversas escuelas dudan de que sea posible que la gente cambie la personalidad y así mejore su índice de supervivencia. “Puede haber fluctuaciones pero la personalidad es estable”, dijo el doctor Maruta.
El psicólogo Martin Seligman, de la Universidad de Pennsylvania, EE.UU., dijo que lo que sí es posible es que la gente se ejercite para lograr tener una visión más optimista. Cada año, en la universidad, recibe a un grupo de estudiantes novatos para un “entrenamiento de optimismo”, destinado a ayudarlos a manejar el estrés que implica ajustarse a la vida universitaria. Y Seligman descubrió que, al menos mientras estudian, los estudiantes que reciben la capacitación sufren menos enfermedades que los que no realizan el entrenamiento. Los varios libros escritos por el psicólogo, entre ellos, “Optimismo adquirido”, enseñan que es posible, por lo menos, cambiar la manera de explicar la vida y hacerlo de una manera positiva. Sin embargo, Seligman sostiene que, tal vez, haya una tercera variante que nos haga ser más felices y vivir más. Y sospecha de los genes.
The New York Times
Traducción de Claudia Martínez