Un reciente aviso aparecido en un periódico italiano ha producido una respuesta emocional generalizada. Se trata del caso de un profesor jubilado que, a partir de la muerte de su esposa, quedó solo hace ya doce años. Este vecino de un pueblo pequeño, cercano a Roma, de 79 años y autosuficiente, según declaró, tuvo la iniciativa de ofrecerse para ser "adoptado como abuelo". En reciprocidad, daría un aporte al presupuesto doméstico de la familia que lo recibiese y prestaría servicios de apoyo escolar a los niños o adolescentes de la casa que lo requiriesen.
La Nacion
Editorial
Viernes 10 de setiembre de 2004
El hecho convoca la atención por cuanto se trata de un abuelo vacante que ha buscado el modo de resolver su problema de soledad, grave cuestión que afecta a muchas personas de 60 o más años de vida al retirarse de la actividad y perder a sus seres queridos. Es bien sabido que la existencia humana se va prolongando cada vez más, pero de manera desigual. Así es como se multiplican los casos de hombres o mujeres que van quedando solos al enviudar, aunque puedan tener hijos que, por distintas circunstancias, están alejados. Sin la presencia de los miembros familiares, habiendo ya perdido amigos con quienes se compartía la vida, lejos del trabajo que vinculaba con grupos de compañeros y, en el ejemplo considerado, distante de los alumnos que lo hicieron sentir respetado y útil, la soledad del anciano se torna más fría y oprimente.
Si se mira este hecho en una dimensión demográfica, puede razonarse que no es una novedad, que se trata de la expresión individual de algo que comenzó a percibirse hace décadas como una transición determinada por la disminución progresiva del índice de natalidad y la reducción paralela de la mortalidad. Esto ha llevado a una gradual reducción del incremento demográfico, lo que ha corroborado la afirmación de los expertos al sostener que las poblaciones tienen que optar entre crecer o envejecer y la sociedad contemporánea ha elegido la segunda alternativa. De ahí que éstos sean tiempos en que se está produciendo una verdadera explosión demográfica de ancianos, lo que desde luego origina otras graves cuestiones que resolver en materia de salud física y mental, de sostén económico y de naturaleza social.
En este cuadro de cambios complejos están muy presentes las transformaciones culturales que se han ido produciendo y que han modificado la tabla de valores, las costumbres, los hábitos afectivos y, asimismo, la vida doméstica y la vigencia de los comportamientos que unían a las generaciones que componían la familia tradicional. Hoy, en tiempos de la familia nuclear de dos generaciones, también sometida a otras modificaciones y reducciones, se agrava el problema moral y psicológico de una vejez prolongada, aunque en triste soledad para muchos . En esa penosa experiencia de aislamiento, en ese vacío de respuestas afectivas que necesita siempre el ser humano y en el frustrado afán de sentirse útil a los demás se halla el quid del drama de la vejez, que no encuentra ocasión de diálogo, relación y contacto, ausencias que el profesor italiano canalizó en su oferta de ser adoptado.
Felizmente, según se ha informado, el llamado tuvo decenas de respuestas telefónicas. Confiemos en que las familias que contestaron lo hicieron motivadas por la generosidad de sus sentimientos. No hay obstáculo en pensar que hay razones para creer que la vida moderna sigue demandando los cálidos afectos que vinculan a abuelos, padres y nietos, así como también la amistad y solidaridad como en el caso comentado.
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