Varios nuevos estudios indican que los medicamentos para tratar el mal de Alzheimer podrían ser útiles por más tiempo de lo que se creía y ofrecer una amplia gama de ventajas desconocidas. Esto puede representar un cambio fundamental que afecta una de las decisiones más difíciles en el tratamiento de esta enfermedad: el tiempo que debe el paciente tomar las medicinas.
Por Andrea Petersen
The Wall Street Journal
Setiembre 9, 2004
Hasta hace poco, no había ningún tipo de evidencia científica seria que demostrara que las medicinas que normalmente se usan contra el Alzheimer, conocidas como inhibidores de colinesterasa, surtieran efecto por más de seis a 12 meses. Y lejos de lograr una verdadera curación, éstas sólo han demostrado ser capaces de desacelerar la enfermedad o producir una ligera mejoría.
Movidas por la desesperación y el dolor, algunas familias han presionado a sus médicos para que mantengan la medicina. Pero ante la falta de investigación sobre tratamientos prolongados, los médicos no han seguido una política uniforme.
Algunos pueden continuar el tratamiento hasta la muerte de un paciente, mientras otros se detienen mucho antes, creyendo que el costo y los efectos secundarios son excesivos frente a beneficios que no se han comprobado. Los efectos secundarios incluyen pérdida de peso y malestares estomacales. El suministro mensual de las medicinas cuesta cerca de US$150 en Estados Unidos.
Investigaciones recientes sugieren que los defensores del tratamiento ininterrumpido pueden tener razón. Una prueba, publicada en junio en la publicación británica Lancet, demuestra que a los pacientes que tomaron Aricept (hidrocloruro donepezil ) les fue un poco mejor que aquellos que tomaron un placebo al menos dos años. Otro informe sugiere que el descenso de la capacidad intelectual puede desacelerarse hasta por cuatro años con Reminyl (galantamina).
Otros estudios han mostrado algunos beneficios a largo plazo al calmar la ansiedad y la agresividad que afecta a los pacientes de Alzheimer.
Estos estudios podrían alentar a los médicos a seguir suministrando los inhibidores de colinesterasa a los pacientes, aunque muestren un descenso en las pruebas cognitivas.
Los críticos dicen que los estudios fueron estructurados de tal forma que tienen un sesgo hacia un desenlace positivo.
Las principales medicinas que se utilizan son Aricept, producida por Pfizer y Eisai Co.; Exelon de Novartis AG; y Reminyl, de Johnson & Johnson y Shire Pharmaceuticals Group PLC. Todas estas drogas aumentan elnivel de acetilcolina, un neurotransmisor que actúa en el cerebro y es importante para la memoria y el aprendizaje.
El problema fundamental de estas medicinas es que no hay pruebas de que actúen sobre los problemas cerebrales que aparentemente causan los síntomas devastadores del Alzheimer. Así que, aunque se aumente el neurotransmisor acetilcolina, la enfermedad sigue avanzando.
Los científicos no están muy seguros de por qué las medicinas dejan de funcionar. Algunos dicen que el cerebro se acostumbra a los efectos de la droga y deja de reaccionar. Otra teoría es que la enfermedad avanza hasta un punto en que muchas neuronas han muerto o los niveles de acetilcolina han caído de tal modo que la droga ya no tiene efecto.
Una nueva droga llamada memantina, que se vende bajo el nombre de Namenda, funciona de otra manera y no ha habido un estudio prolongado sobre su función. La memantina, desarrollada por la alemana Merz GmbH, no es un inhibidor de colinesterasa.
La memantina disminuye el exceso en los niveles de una sustancia química cerebral llamada glutamato, algo que puede prevenir la muerte de las células cerebrales.
Las compañías farmacéuticas, por supuesto, tienen un interés financiero en prolongar el tiempo durante el cual la gente toma los medicamentos. Los inhibidores de colinesterasa ya representan un negocio de US$1.180 millones, según IMS Health, firma de estudios de mercado. Gran parte de los avances en los nuevos estudios vienen de las "pruebas extendidas" financiadas por las farmacéuticas que buscan beneficios adicionales para las medicinas ya aprobadas.
Los críticos de los resultados señalan que, aparte del estudio de Lancet, muchos de los nuevos estudios son extensiones de pruebas en pacientes que sabían lo que estaban tomando y sus resultados no fueron comparados con pruebas de placebos. En cambio, la comparación se hizo en muchos casos con cálculos estadísticos sobre el avance de la enfermedad.
El debate refleja el hecho de que los beneficios de las drogas contra el Alzheimer son difíciles de detectar, y aún más difícil de codificar. A menudo, las medicinas no mejoran la función cognitiva del paciente y sólo frenan el deterioro.
Muchas familias no quieren que los pacientes dejen de tomar las drogas, debido al temor de que empeore su salud. Roland Hegg, padre de Susan Wandell, tomó Aricept durante más de 10 años, hasta sólo un mes antes de morir en noviembre del año pasado, a la edad de 85.
"Mi papá tardó mucho en empeorar", dice Wandell, asesora empresarial en Minneapolis. "Estoy convencida de que el medicamento ayudó a mi papá".