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Noviembre 02, 2004
Viejos que viven solos

Son muchas las situaciones que deben afrontar las personas mayores, con o sin la ayuda de sus seres queridos y de los sistemas públicos o privados de salud. La soledad no es sólo una de ellas, sino que se convierte en la causa de muchas otras, como por ejemplo la depresión. Y es particularmente en esta época en que algunos problemas de los viejos se han multiplicado, llevándolos a una calidad de vida muy por debajo de la esperable. ¿Por qué?

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La causa de la soledad

La expectativa de vida, especialmente en los países desarrollados, ha crecido significativamente con respecto a décadas anteriores, lo cual ha hecho crecer la población anciana a un ritmo realmente notable. El avance de las ciencias de la salud ha logrado tanto prevenir como curar muchas de las patologías que conducían a una muerte temprana. A la par de la medicina, las ciencias de la alimentación y la farmacología han ayudado para aportar soluciones a problemas antes fatales para la población. Así, muchos más de nuestros mayores alcanzan hoy edades avanzadísimas, muchos de ellos con un excelente estado de salud, pero a veces sin tener un ambiente familiar que los acompañe.

Con este panorama, muchos viejos deben vivir solos, muy a pesar de sus deseos. Si a esta falta de compañía le sumamos una declinación constante de las actividades y los contactos sociales, comprenderemos lo tediosa y sofocante que puede ser la vida de muchos de nuestros mayores. Una falta de sentido de la existencia puede ganar sus conciencias con profundas consecuencias en su vida y su salud.

Cambios culturales

La organización de la sociedad occidental actual ha evolucionado a formas diversas. En ese sentido, profundos cambios en la concepción de la familia hacen que en los países desarrollados el número de hijos sea cada vez menor, uno o dos por grupo familiar, haciendo las familias mucho menos numerosas. A esto debemos sumarle la tendencia cada vez más acentuada a independizarse de los progenitores a edades cada vez más tempranas, por lo cual hay menores expectativas de convivencia para los padres cuando uno de los integrantes de la pareja ya no está. La antigua idea de la casa paterna, en la cual uno o más hijos podía constituir su hogar, es un viejo recuerdo.

También los lazos familiares se han vuelto más endebles a medida que se ha aceptado a la unión matrimonial como un contrato de partes que no necesariamente debe durar en el tiempo. Muchos hombres y mujeres divorciados o separados de hecho no vuelven a constituir otra pareja, viviendo solos por el resto de sus vidas, hasta la ancianidad.

Por otra parte, una cultura que endiosa la juventud, el dinamismo, el cambio y la velocidad, ha hecho que los viejos tengan un lugar no muy apreciable en muchos de los campos sociales. A diferencia de otras culturas, la occidental reniega especialmente de sus mayores, a los cuales considera "inútiles" en el sentido productivista y exitista de la economía de mercado.

Problemas comunes

La depresión es una de las patologías que más ha crecido en incidencia en las personas ancianas. Puede ser desencadenada por la perdida de un objeto: personas, bienes, status, salud, etc., lo cual es frecuente a la edad de que tratamos. Una tristeza profunda afecta la totalidad de la vida psíquica, física y de relación, acompañada por síntomas de inhibición o angustia y por diferentes manifestaciones físicas.

La mala alimentación es otro de los riesgos que corren los ancianos que viven solos. Ya sea por problemas económicos que les impidan comprar los alimentos necesarios, o por falta de entusiasmo para cocinar y comer. La comida, como otros rituales de la vida cotidiana, suele ser una cuestión social.

Otros problemas comunes son las dificultades motoras: caminar, subir escaleras, etc. La pérdida total o parcial de algunas de las funciones sensitivas, como la visión o la audición, proponen también grandes inconvenientes a los ancianos solitarios.

Ante estos y muchos otros problemas de los viejos solos, se han creado las casas de cuidados, geriátricos, u hoteles para gerontes, a los cuales son llevados por sus familiares o llegan por propia decisión. Muchos de ellos constituyen hogares adecuados, donde reciben los cuidados necesarios y pueden mantener una vida social activa. Otros son lastimosos depósitos humanos, donde quedarán olvidados de sus familiares y no verán satisfechas ni siquiera sus necesidades esenciales.

Recuperar la costumbre del compartir en familia las diversas generaciones, desde los más pequeños hasta los más viejos, puede hacernos enriquecer la vida cotidiana y elevar nuestra calidad de vida.

 

Enviado por Licenciatura en Gerontología el: Noviembre 2, 2004 12:30 PM
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