Gerontología - Universidad MaimónidesGerontología - Universidad Maimónides
Diciembre 04, 2004
El cura entrerriano que no puede abandonar las chacras

cura_gaucho.jpgCon 87 años, Luis Jeannot Sueyro difunde la causa agraria casi tanto como el Evangelio

"¡Amigos del campo!" La voz de alerta, aguda y vibrante, es un clásico en este sur entrerriano. El padre Luis Jeannot Sueyro comienza con esta campanada cada mensaje radial que dirige a la familia rural, desde hace medio siglo.

La Nación
Sábado 4 de Diciembre de 2004

Agricultores y ganaderos, peones, amas de casa? quién no conoce aquí sus desvelos. Artesanas, arrendatarios, pequeños propietarios? El informa, explica, opina: que el déficit de bovinos, que la amenaza del monocultivo, que los incentivos para las cooperativas.

"Temo que lleguemos a una agricultura sin agricultores", advierte, y después: "No perdamos nuestra identidad de pueblo. La proximidad que nos dan el complejo Zárate-Brazo Largo y la autopista hace de Gualeguaychú un suburbio de la gran capital. Vamos perdiendo nuestra identidad, y vamos recibiendo mucho bueno y mucho de lo otro, propio del conglomerado bonaerense en descomposición social".

El cura pide comodidades para el barrio, para el campo. "No hemos llevado el confort, llevamos algo que se usa mal: su majestad la televisión, que ocupa el lugar del padre o de la madre, que ya no se oyen".

Los lugareños lo siguen tanto en el dial como en las capillitas y ermitas de Costa Uruguay Sur, El Potrero, Ñancay, Landa, Cuatro Hermanas, solitarios parajes de encuentro para los pobladores que el éxodo generalizado no logró arrastrar, todavía. Jeannot les habla de igual a igual porque nació y se crió en las Chacras del Gualeyán, conocidas también como Suburbio Norte en Gualeguaychú.

Hijo de un inmigrante francés de Limoges y una gallega de Pontevedra, no podía haber salido más criollo en su acento, en su amor a la campiña traducido en versos que aquí todo el mundo celebra, y donde difícilmente falten las palabras patria, cielo, raíces o cuchillas. Tierra, Argentina, bandera, Patagonia son también sus predilectas porque durante una estada en Río Gallegos en tiempos del conflicto por el Beagle se enamoró de ese mundo de "lagos azules y glaciares blancos".

Hombre de hablar sin rodeos, no oculta un hispanismo extremo que seduce menos que su obra y sus testimonios.

El día siempre le es corto para cumplir compromisos, sea en las misas de campaña y en la parroquia San Francisco, o en los establecimientos primarios, secundarios y agrotécnicos como el Instituto Leissa, las escuelas San Francisco, Martín Fierro, Coronel Dorrego; nombres que en general él mismo sugirió. Un día se le va en el hábito de plantar árboles en cada parcela que halle a mano, en organizar las peregrinaciones multitudinarias al santuario de la Virgen del Valle; o en satisfacer las demandas de las familias que lo buscan porque es difícil sustraerse al carisma de Jeannot.

Si le preguntan por el origen de tanto idilio con el campo, Jeannot responderá con Alfredo R. Bufano: "Labrador era mi padre / y yo he sido labrador, / pero mi madre tenía / de cristal el corazón".

Defensa de la familia

Contesta cada pregunta con poesías de Lugones, Andrade, Hernández, o frases de José Manuel Estrada. "La familia se ha ido destrozando. Me acuerdo de lo que decía Estrada: «Salvemos a la familia y salvaremos a la patria»."

Y así, párrafos textuales de Nicolás Avellaneda, de Julio Argentino Roca; porque le escribe al canillita de hoy, al huérfano, al "hermano perro"; le canta al algarrobo, al gaucho y las montoneras, y al mismo tiempo defiende la Campaña al Desierto y rechaza que fuera una matanza de indios. "¡Mentira, Roca fue a afirmar los derechos argentinos en la Patagonia austral, a poner orden!"

Después explica por qué jamás podría dejar su militancia agrarista. "Tuve el honor de conocer y tratar ya en su ocaso al gran líder agrario, don Esteban Piacenza. Orador extraordinario, autodidacta... El me contó una vez en una memorable asamblea en Rosario del Tala: «Yo tomé en mis manos la bandera ensangrentada de Netri y juré no arriarla jamás». (Piacenza fue presidente de la Federación Agraria Argentina durante tres décadas; reemplazó a Francisco Netri cuando éste fue asesinado en 1916).

Para Jeannot, el Grito de Alcorta que puso en pie de guerra a los arrendatarios del sur de Santa Fe en 1912 y repercutió en todo el país es un episodio sagrado. "Alguien comentó que yo era hijo de chacarero, y entonces don Esteban, poniéndome la mano sobre el hombro, una mano pesada, de agricultor, y con su decir enérgico: «Usted que es hijo de chacareros no me abandone a la gente de campo. No me la abandone», y fue como un mandato de este gran líder."

Su permanente asistencia al desvalido, al enfermo, su compromiso diario que se palpa en el hospital Centenario y en las clínicas, en las escuelas y los barrios, y su humildad sin límites en las formas, en el modo, en la camperita gris de siempre, le han valido la admiración de enfermeros y maestros.

Ciudadano Ilustre de Gualeguaychú, condecorado en distintas instituciones de la ciudad, Jeannot no pasa sin dejar rastros, y cualquiera recuerda en esta comarca algún episodio risueño. Su sola presencia diminuta cambia el ámbito. Algunos políticos intercalan frases suyas, versos por ahí, convencidos a veces, o simplemente porque las encuestas le dan al cura una popularidad que nadie menosprecia.

Plegarias atendidas

En una de sus innumerables misas en Pehuajó, oraba de esta suerte. "Vamos a pedir a Dios que nos envíe algunas lluviecitas para aliviar la sequía que tanto nos desvela, pero como Dios es buenito le vamos a pedir que llueva después de las 7 porque tenemos misa en Costa Uruguay? y ahora que me acuerdo, que sea después de las 8 y media, que hay misa en El Potrero."

Las secas siempre inspiraron plegarias al Creador. Un día encabezó en Perdices una procesión para fortalecer el ruego en asamblea. Un rato después, el cielo se descolgaba y el pastor lo lamentó: "Con la procesión se me fue la mano, hermanito, ¡200 milímetros en una noche!".

El "Cura Gaucho", como le dicen aquí, reconoce en público algunos de sus pecados de mozo. "He pasado por ese proceso matador que hemos tenido muchos en nuestra juventud, cazar y cazar, matar, matar. Al final tiré el rifle, se lo regalé a un amigo, no quise verlo más. No tenemos derecho", comenta. "Sentía culpa... cuando los muchachos iban en el Citroën y querían cazar, yo golpeaba el auto o me componía el pecho.. ¡El pato tiene buen oído!", agrega.

Ante una pregunta acerca de la humildad, el sacerdote casi se sorprende porque le parece una condición sine qua non. "Humildad viene de la palabra humus, suelo. Acercarnos al suelo, a lo más bajo, para levantarnos, y levantar al que esté caído."

Inquieto por el éxodo rural, recuerda: "Yo vi nacer y morir la Colonia El Potrero", pero no se queda en reclamos y lamentos: "Si cada argentino fuera mejor, qué linda sería la Argentina. Un proverbio árabe dice: «Si cada vecino barre la vereda frente a su casa qué limpia queda la ciudad»".

El presidente de la Academia Argentina de Letras, Pedro Luis Barcia, recuerda bien a Jeannot porque hizo de monaguillo en sus misas y lo acompañó cientos de kilómetros por los caminos vecinales. "Dios le ha dado a Barcia un don extraordinario -dice el pastor-, una memoria de elefante y una gran capacidad de trabajo. Tengo los primeros volúmenes de su obra sobre Lugones."

En el prólogo de un libro de poesías de Jeannot publicado por vecinos de Gualeguaychú, Barcia narra anécdotas de su niñez: "Salíamos temprano en la traqueteante cafetera Ford -fiel y tolerante de todos los caminos y sendas provinciales-, a la que él llamaba La Patrona. Por ella le preguntaban los paisanos en nuestras visitas: «¿Cómo anda la Patrona?», y él respondía, con cachaza intencionada: «Bien, medio se achaca a veces, pero son los años»".

Para Barcia, no es frecuente poder presenciar un testimonio de coherencia tal. "Su prédica y su acción eran dos mitades de una obra perfecta."

Barcia dice que Jeannot era como "un Salomón en alpargatas", que terciaba en pleitos "con sagacidad de criollo sabio". Y luego: "Era de pocas pulgas para la pavada. Así como tenía una enorme y sostenida tolerancia para el que padecía. Recuerdo una frase que nos espetó una tarde, después de visitar a un enfermo terminal, agonizante: «El enfermo, gurises, el sufriente, es tierra sagrada»".

Por Daniel Tirso Fiorotto
Para LA NACION

http://www.lanacion.com.ar/edicionimpresa/suplementos/elcampo/nota.asp?nota_id=659392

Enviado por Licenciatura en Gerontología el: Diciembre 4, 2004 12:22 PM