Gerontología - Universidad MaimónidesGerontología - Universidad Maimónides
Diciembre 16, 2004
Un arquitecto debe conocer a Matisse y saber filosofía

niemeyer.JPGNiemeyer, en su oficina con amplios ventanales sobre la avenida Atlántica, en una imagen de 2001
A los 97 años, Oscar Niemeyer sigue trabajando cada día en su estudio
Proyecta nuevos diseños en sus oficinas de Copacabana
Acaba de publicar una novela

La Nación
Jueves 16 de Diciembre de 2004

RIO DE JANEIRO.- Lo último que viene a la mente hablando con Oscar Niemeyer es que el arquitecto ha cumplido ayer 97 años porque, incluso ante el interlocutor más aguerrido, parece ser siempre sólo él quien conduce el juego.

Así, en su pequeño estudio sobre la avenida Atlántica, es él quien elige hablar en francés ("en inglés correría el riesgo de cometer demasiados errores") o quien pide que uno se acerque un poco más a su silla ("comienzo a estar un poco sordo"). Es también él quien, después del almuerzo, habla de su pasión por el cine de Visconti, Pasolini y Scola. Y es siempre él quien muestra con orgullo sus proyectos, viejos y nuevos: del Museo de Arte Contemporáneo de Niteroi al Memorial de la América Latina de San Pablo, pasando, naturalmente, por un sueño llamado Brasilia.

Niemeyer no es, sin embargo, un hombre arrogante. Todo lo contrario, no obstante los premios que ha recibido y su celebridad ("es como Pelé", es lo mínimo que se escucha en Río cuando uno pregunta sobre él). Tanto que es él mismo quien responde el teléfono y quien recibe al cronista, diminuto pero elegantísimo en su camisa blanca con las iniciales ON bordadas, los zapatos marrones brillantes (sobre la mesa hay un frasco de Chanel para hombre), en un estudio microscópico tapizado de muchísimos libros, incluido su "¿Y ahora?", recientemente publicado en Brasil: un relato breve (no un tratado de arquitectura) en el cual Niemeyer cuenta la historia de Lucas, "un combatiente de mil batallas", un viejo comunista que es casi su álter ego y que ha elegido, como él, "no resignarse nunca a las brutture de la vida".

Por otra parte, cómo no creer en la veta subversiva del arquitecto cuando una de las pocas decoraciones de estas habitaciones con vista a la playa de Copacabana es una máxima suya, escrita sobre los muros, que dice: "Cuando la miseria se multiplica y la esperanza huye del hombre es tiempo de revolución". Una revolución ligada "al rechazo de toda forma de capitalismo" y que termina por traducirse en el rigor de la decoración: pocos sillones de cuero negro, una chaise longue, una silla hamaca de metal, una mesa simplísima. Todo firmado Niemeyer.

-Usted dice que la vida es mucho más importante que la arquitectura.
-La vida puede cambiar la arquitectura y no ocurre lo mismo a la inversa. La arquitectura es solamente uno de los tantos aspectos que componen la existencia del hombre, como el arte, la literatura, la ciencia o la política.

-¿Por eso es que usted sostiene que el arquitecto no se debe limitar a diseñar proyectos?
-El arquitecto no debe ser sólo un técnico. Debe tener una cultura general, debe conocer los clásicos de la literatura tanto como a los escritores contemporáneos. Debe conocer a Matisse y saber filosofía. De ese modo alcanza a conocer el ambiente que lo circunda.

-¿Y la política?
-También la política es parte de la vida del hombre. Y es una parte importante, al menos para mí: he conocido a Fidel Castro y he integrado el Partido Comunista brasileño. Estuve exiliado en París durante la dictadura militar y continúo declarándome anticapitalista. En su momento, estuve en contra de la Guerra de Vietnam y hoy estoy en contra de todas las guerras.

-¿Qué piensa de la guerra en Irak?
-Bush invadió un país, lo ha ultrajado y continúa haciéndolo. Eso, para mí, es inadmisible.

-Volvamos a la arquitectura. ¿Cómo juzga a sus colegas?
-Pienso que todo arquitecto es capaz de hacer una buena arquitectura. Claro, los que pueden decir que han creado una obra excepcional no son tantos, pero es un discurso que vale para todas las formas de la creatividad: no todos pueden tener la capacidad de proyectar la iglesia de Ronchamp, como ha hecho Le Corbusier, pintar "Guernica", como Picasso, o elaborar la teoría de la relatividad, como Einstein.

-Usted ha conocido a Le Corbusier y ha trabajado con él. ¿Qué recuerdos tiene?
-Un maestro, aun cuando yo no compartía algunas de sus elecciones. Desde el punto de vista humano, en cambio, era muy huidizo y no hemos trabado relación.

-¿A quiénes elegiría como modelos?
-Palladio y Alvar Aalto han sido fundamentales en mi formación.

-¿Sólo ellos?
-No, también la invención del cemento ha sido para mí fundamental.

-A menudo lo han definido como un "racionalista sensual", ¿por qué?
-Nunca he amado las líneas rectas ni los ángulos rígidos e inflexibles creados por el hombre: los encuentro antinaturales. Siempre me he sentido atraído por las formas mórbidas y fluctuantes. Por eso mis proyectos a menudo nacen de una forma curva, como es curva la silueta de una mujer hermosa. Tal vez de esa mezcla nace la idea del racionalista sensual.

-Cuando se habla de usted, es imposible no pensar en Brasilia. ¿Cómo ve hoy aquel proyecto?
-Como un sueño realizado: el sueño de demostrar que Brasil podía ser capaz de hacer grandes proyectos, de crear una ciudad. Es cierto, también los sueños pueden traer problemas, y los problemas en Brasilia son aquellos que, por ejemplo, se dan en edificios que se degradan o cuyo mantenimiento es difícil.

-Pero Brasil no es sólo el sueño de Brasilia...
-Hoy es también violencia y pobreza. Es un país de grandezas y miserias, el país de Ipanema y de las favelas. Es un país por el cual es necesario seguir combatiendo sin rendirse jamás.

-¿Por qué votó a Lula?
-En realidad había elegido a Ciro Gomes, pero no tenía ninguna posibilidad de convertirse en presidente. Así me volví hacia Lula, que me parece que se está moviendo bien. Como dice Lucas, el protagonista de mi novela "¿Y ahora?": la revolución puede esperar.

-Arquitecto, ¿qué se siente al ser definido como un maestro?
-Nada, sigo viniendo a mi estudio todas las mañanas, a las 10, y haciendo proyectos como lo he hecho siempre. Pero también sigo leyendo, dibujando, escribiendo.

-Pero su estudio, a pesar de la cantidad de trabajos que tiene en curso, no es demasiado grande...
-¿Y por qué debería serlo? Para hacer los proyectos basto yo.

Por Stefano Bucci
De Corriere della Sera

http://www.lanacion.com.ar/cultura/nota.asp?nota_id=663467

Enviado por Licenciatura en Gerontología el: Diciembre 16, 2004 05:42 PM