Es un verdadero libro abierto de anécdotas de su infancia, familia, amores, desamores y una vida de trabajo que la lleva a estar, aún hoy, a los 82 años, dividiendo sus tiempos entre proyectos cinematográficos, giras teatrales y sets de televisión.
Revista Nueva
Domingo, 2/1/2005
Mira el noticiero mientras cena, con su perrita Flor –de raza yorkshire terrier–, cercana a sus pies, debajo de la mesa. Suena el teléfono. La llaman de la productora para pasarle los horarios de la grabación de su última escena en la tira de Los Roldán 2004. Agarra su agenda y toma nota, por al menos quince días, prácticamente no tiene un renglón vacío. Revisa su reloj, avisa que en una hora y media la pasarán a buscar para ir a dar una charla en una escuela de Periodismo, y se sienta finalmente para la entrevista en uno de los mullidos sillones del living de su casa. La televisión sigue encendida. “Está por empezar Los Roldán, y casi nunca estoy a esta hora para verlo”, se disculpa, mientras se acomoda el pañuelo, como toda señora coqueta.
–China, ¿cómo termina este año en el que hizo cine, teatro y televisión?
–Muy bien. La película Conversaciones con mamá –se estrenó en abril–, que acá pasó sin pena ni gloria, pero ya tiene ocho premios en el exterior. ¡Adoré hacer esa película! Me dio satisfacciones inesperadas. En Moscú, dieron un premio a Meryl Streep, por su trayectoria y a mí, por esa película. ¡No lo podía creer! También en el Festival de Biarritz, en Francia, gané un premio de lo más original, que es como un sol –y señala una mesita cercana en la que hay al menos veinte estatuillas–. Y acá, ¿se enteró alguien? Nadie. Pero esta profesión es así... Como si fuera poco, en televisión estuve en Los Roldán, y en el teatro, la gira por todo el país con Camino a la Meca, con la que ahora vamos, enero y febrero a Mar del Plata.
–¿Le exigió mucho esfuerzo hacer una tira diaria?
–No. A mí me miman bastante con los horarios. Pedí un poco de alivio, como para poder hacer la gira de teatro, por eso el personaje de Mercedes Losada –su papel en la tira– vive en París y aparecía salteado.
–Se va de gira a Mar del Plata... ¿No se piensa tomar vacaciones?
–No, no puedo –dice como resignada–. Hago temporada en el teatro y luego, me voy a filmar a Madrid y Roma, una película de una película de Marcos Carnevale, que protagonizaré junto a Alfredo Landa. Casualmente hablando de vacaciones, hoy estuve en el consultorio de mi médica cardióloga y me dijo seriamente: “China le puedo dar muchos remedios, pero no sirven, porque usted, lo que tiene que hacer, no lo hace. ¡Tiene que descansar!”. Y tiene razón.
“He sido caótica con
el dinero, creo que es el horror del mundo.
Desde chica, como una filosofía de vida,
no guardé un solo peso”.
–Y usted, ¿hace oídos sordos?
–No, para nada. Lo que pasa es que he sido muy caótica con el dinero. Creo que la plata es el horror del mundo. Desde muy chica, no guardé un solo peso de los muchísimos que gané y estoy ganando. Entonces tengo que trabajar. Pero tengo la suerte de que me gusta lo que hago, por eso me canso menos, pero me canso. Hoy, si me preguntaran: ¿qué te gustaría? Diría: quedarme un día en casa y que ni siquiera viniera mi mucama. Sola. La excitación sería tal como en un safari africano. No podría creer estar en esta casa libre del teléfono, de la calle. Como eso no va a pasar acá, tengo que irme a descansar a otro lugar. Si me voy a Montevideo, estoy muy bien, porque está toda mi familia, pero allá tampoco puedo descansar. El tema del descanso es muy serio. Siento que lo necesito y me pregunto: ¿cuándo paro todo? Ahora mismo estoy devolviendo un pasaje que tenía para irme a Miami, donde tengo una especie de hijo postizo. Tengo cuatro meses tupidos de cosas cuando los médicos me están diciendo: “No postergue lo principal, que es descansar”. Pero no puedo, por eso tengo que hacer buena letra. Me queda este mes para cuidarme y que los médicos no me tengan que decir: “Te prohibimos ir a Mar del Plata”.
–¿Nunca pensó en largar todo?
–Todo el tiempo pienso en eso, y desisto. Los actores no somos como las hormigas que juntan para cuando no haya. Por suerte, tengo trabajo. De hecho, me sobra, pero nunca sé hasta cuándo.
De amor y de sombras
Es una apasionada de la vida. Dice haber vivido cada día como si fuese el último. Plenamente. Sin embargo, si bien su profesión la llenó de satisfacciones, nada pudo reemplazar sus deseos de ser esposa y madre. A pesar de ser una eterna agradecida a la vida, a esta altura de su vida, es notable cierto dejo de tristeza en su voz y en sus ojos, especialmente cuando habla de los afectos.
–En su carrera hizo de todo. ¿Le queda alguna asignatura profesional pendiente?
–Sí, totalmente: la solemnidad de algunos teatros y algunos productores que creen que es más importante hacer una obra trágica que hacer una cómica. Yo siempre les recuerdo que las dos máscaras del teatro son del mismo tamaño. Por eso, así como oí estos últimos años ese aplauso impresionante, con Camino a la Meca, desde Buenos Aires, a Puerto Deseado y a Caleta Olivia, en el Sur de la Argentina, me gustaría oír reír a la gente de algo que no sea la mala palabra. Yo tengo buen humor y sé hacer reír a la gente con buenos recursos, modestamente. Por eso, mi única asignatura pendiente sería estar en la Argentina y hacer un éxito similar, pero con una comedia. Porque la gente que va al teatro y se ríe durante una hora, sale mejor de lo que entró.
–Se pasó la vida sobre el escenario, viajando, con amigos. Le sacó el jugo a cada día...
–Sí. Fui muy mimada por la vida, desde que nací. Tuve unos padres maravillosos. Papá, un artista reconocido, gran escultor. Mamá, una divina. Tuve cuatro hermanas mujeres –se refiere a Guma, Inés, Teresa y Marica–. No me casé, pero mis hermanas me llenaron de sobrinos, que son como hijos míos. Después vine a la Argentina y pasé los malos ratos que pasamos todos. Estuve prohibida durante el gobierno de facto, acá y en el Uruguay. Pero tengo muchas cosas que agradecerle a la vida, y de hecho, se lo agradezco, todos los días.
–¿Qué hizo para no desanimarse en esos momentos en los que no podía hacer lo que le apasionaba?
–Soy tan optimista que, hasta en los peores momentos, busco la forma se sacarle partido a lo malo que esté pasando. Y se lo saco. Yo creo que lo mejor que me dio Dios, entre las mil ochocientas cosas que me dio, es lo optimista que soy. Estoy siempre tirando para adelante.
–¿Se arrepiente de no haberse casado y tenido hijos?
–Sí, pero bueno, no se dio. Me enamoré mucho de una persona que se murió cuando yo era muy pero muy joven. Luego, me volví a enamorar otras veces, y tampoco se dio. Pero tengo sobrinos a los que quiero igual que querría a mis hijos. Una vez dije: “A lo mejor, adopto un chico”. Estaban todos alrededor mío, y uno me preguntó: “¿Otro?”. Porque para ellos, ya tenía hijos. Eran ellos.
–¿Se enamoró muchas veces, China?
–Me enamoré muchas veces. Como suele pasar en esta profesión, no siempre de quien debía, pero me enamoré, que es lo importante.
“Me enamoré muchas veces,
no siempre de quien debía, pero
me enamoré, que es lo importante”.
–¿Cómo definiría al amor, si pudiera ponerlo en palabras?
–No se puede. Si no lo sentís, perdiste. Si no estuviste enamorada, paciencia, nunca vas a saber del eje que mueve al mundo, que es el amor. Pero nadie te lo puede contar. No hay palabras. Como para tantas otras cosas en la vida. La gente que tiene plata, no sabe lo que es la plata. Recuerdo que una vez le pedí dinero a una mujer muy rica, y no me prestó. Años después, cuando lo recordábamos juntas, le dije: “Yo no me ofendí contigo, porque a la única gente a la que no hay que pedirle plata, es a la rica. Porque no saben lo que es no tenerla y no son culpables de no prestarte”.
–¿Qué lugar ocupan sus amigos, en su vida?
–Como me dijo un amigo: “China, vos tenés tantos amigos, que en el fondo, no tenés ninguno”. Y es verdad. Tengo muchas amigas, pero ninguna que pueda decir ésta o la otra. El único ser al que estuve apegada afectivamente, ferozmente, fue a mi hermana Guma. Con ella podía sentarme y hablar horas y horas. Nos entendíamos en todo. Yo entendía todo lo que ella no me decía.
–¿Tuvieron ese tipo de relación a lo largo de toda su vida?
–Absolutamente. Cuando me vine a Buenos Aires, la extrañaba mucho. Ella se casó con un hombre estupendo y tuvo seis hijos que la llenaron de nietos. Era una gran dibujante. Me ayudaba en todos mis personajes e hizo el vestuario de muchas obras, como el de Susana Giménez en Sugar, el de La Jaula de las Locas, me ayudó también con Canciones para mirar, cuando la hicimos en Nueva York. La muerte de Gumita, fue para mí, como enviudar de algo muy pero muy importante. Murió en mis brazos, serenamente, hace ya dos años, –lo dice con los ojos “llenitos de ayer”–.
China, más argentina que nunca
Hija de madre argentina y padre uruguayo, China es simplemente rioplatense. “Me pasé la vida viniendo a Buenos Aires. Desde chica, estuvo siempre ahí nomás, sólo un poco más lejos que Colonia. Nunca pensé que estaba pasando una frontera”, dice.
–La acaban de declarar ciudadana ilustre de la ciudad de Buenos Aires, ¿cómo se sintió recibiendo un reconocimiento más?
–Qué sé yo, ya no sé qué decir. Simplemente repito: “Gracias, gracias, gracias”. Fue muy lindo, como todos los premios que recibí a lo largo de mi carrera.
–De no haber sido actriz... ¿Qué hubiera sido?
–En una época, fui enfermera voluntaria en un hospital. Y me gusta mucho eso. También soy muy buena maestra. En Nueva York, estuve tres años enseñando francés en un colegio de varones. Allí me saqué el apellido Zorrilla y me llamaban Madame de San Martín –dice divertida en perfecto tono afrancesado–. Allí viví los famosos sixties, en pleno furor de Los Beatles.
–¿Le gustaban?
–¡Los odiaba! –y frunce el ceño–. De hecho, nunca los había visto. Decía: “Estos cuatro pre-afeminados, feminoides, ¿quién se creen que son, que se llevan el mundo por delante?”. Cuando llegaron a Nueva York, leí la crítica de la película que estaban dando allá. Y era buena y fuimos a verla con Carlitos Perciavalle, que también estaba viviendo en Nueva York. Los dos, odiándolos. Nos sentamos en la platea y la vimos dos veces. No nos podíamos levantar de las butacas.
–¿Se hizo fanática desde esa época?
–Totalmente, y hasta escribí una idea de guión de cine para ellos. ¡Qué curioso!
“Hasta el día de hoy
me da vergüenza cobrar por
lo que hago. Sería capaz de pagarles
por hacer una escenita para ‘Los Roldán”
–Cambiando de tema, China, ¿su vocación viene de muy chica?
–Desde que tengo uso de razón. Desde muy chiquita, era lo único que quería. Señal de que no me equivoqué, es que me está yendo bien desde hace más de 50 años. Recuerdo que cobré mi primer sueldo en Montevideo en el año 1948, con el teatro independiente. Cuando vi que me pagaban por hacer eso, no lo podía creer. Hasta el día de hoy, me da vergüenza cobrar por lo que hago. Sería capaz de pagarles por hacer una escenita para Los Roldán, por ejemplo.
–¿Fue difícil plantear, allá por los años ’40, “quiero ser actriz”?
–No en mi familia. Mi abuelo Juan Zorrilla de San Martín, era poeta. Tuvo dos matrimonios con dos hermanas, y catorce hijos. Mi papá, escultor, fue el primero de su segundo matrimonio, y entre mis tíos innumerables, había un gran violinista, un pianista, dos grandes cantantes, dos poetas. Mi abuelo siempre me decía: “Me vas a dar el gusto que no me dieron mis hijos: vas a ser actriz”. Y mis tías decían: “Papá, ¿cómo le dice eso a la chica?”, porque en aquella época, en Uruguay, ni se hablaba de hacer teatro, aunque a Montevideo iban muchas compañías extranjeras.
–¿Dónde se imagina pasando sus últimos días?
–En Montevideo. Voy a cumplir 83 años en marzo, y como dicen algunos, soy tan normal que extraño a mi familia. Por eso, quisiera hacer una temporada larga en mi teatro –se llama justamente China Zorrilla–, haciendo dos obras en un acto: una triste y una cómica. Pero, el hombre propone, y Dios dispone. Por eso nunca planeo. Tener proyectos es una forma de estar joven, pero nunca se sabe...
Por Laura Zavoyovski Fotos: Ariel Gutraich
CUANDO VIVIR
ES UN ARTE
Concepción Zorrilla de San Martín, nació el 14 de marzo de 1922, en Montevideo, Uruguay. Su papá era uruguayo y su mamá, argentina, por lo que siempre se consideró simplemente rioplatense. Perteneció a una familia de artistas, y dice haber sentido su vocación de actriz, “desde que tengo uso de razón”.
En Uruguay, comenzó participando de distintas obras del teatro independiente, hasta que en 1946 ganó una beca y se fue a estudiar a Londres, más precisamente, a la Royal Academy of Dramatic Art. Cuando volvió a su país, dos años más tarde, se unió al llamado teatro oficial y fue miembro de la Comedia Nacional Uruguaya durante 10 años. Fue una de las fundadoras del Teatro de la Ciudad de Montevideo, en 1961, y con esa compañía teatral, presentó obras en Uruguay, Buenos Aires, Madrid y París. Luego, entre 1964 y 1969, vivió en Nueva York, y en 1971, Lautaro Murúa, actor y director de cine, la invitó a filmar en Buenos Aires la película Un guapo del 900. Antes de terminarla, la convocaron para otro filme, y así, hace 33 años que reside casi permanentemente en Buenos Aires. En Teatro, protagonizó: Querido Mentiroso, El Diario Privado de Adán y Eva, Eva y Victoria, y Camino a la Meca, con la que continúa haciendo giras por el interior del país. Por otra parte, Conversaciones con mamá (2004), Besos en la frente (1996), Esperando la carroza (1985) y Darse cuenta (1984), son sólo algunas de las más de 30 películas de su filmografía.