El rápido proceso de envejecimiento de la población en los países industrializados plantea una serie de problemas en los mercados de bienes de consumo y de capital, incluyendo el riesgo de que los planes de jubilación -públicos o privados- no puedan sostenerse a medida que la población jubilada se dispare durante los próximos 20 años.
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Este boom de jubilaciones también tendrá consecuencias para los países en desarrollo. Si el capital mundial es monopolizado por los países que envejecen, es muy posible que crezca el grado de resentimiento hacia los países ricos y se genere un clima de inestabilidad global. Pero si se utiliza el capital de una manera eficiente para crear nuevas inversiones y empleos en los mercados emergentes, los ricos países que envejecen podrían ser capaces de evitar la amenaza de crisis que planea sobre las jubilaciones.
El alcance del problema global del envejecimiento de la población, junto con la posibilidad de soluciones a escala mundial, fueron temas tratados hace varias semanas en la conferencia sobre Risk Transfers and Retirement Income Security (Transferencias del riesgo y garantías del pago de las pensiones), patrocinada por Pension Research Council (Consejo de investigación de pensiones) de Wharton y Financial Institutions Center (Centro de Instituciones Financieras).
Olivia Mitchell,directora ejecutiva del Pension Research Council, y Richard J. Herring, codirector de Wharton Financial Institutions Center, ejercieron de anfitriones, contando con la participación de varios profesores de Wharton. Un iinforme previo sobre esta conferencia abordó el tema de cómo ayudar a los trabajadores a gestionar mejor el riesgo de invertir en sus planes de jubilación.
George Votja, presidente del Financial Services Forum (Foro de servicios financieros) y del Financial Institutions Center (Centro de instituciones financieras), abrió el turno de ponencias con una referencia a los atentados del 11 de septiembre y al potencial de que la violencia continúe en un mercado mundial caracterizado por enormes disparidades. En su opinión, los países ricos deben incrementar sus ayudas directas, pero también avanzar en cuestiones de comercio e inversión. “Ahora está empezando a destacar un tema: que las principales economías del mundo van a verse seriamente perjudicadas debido al envejecimiento de la población. La fórmula de la prosperidad mundial está en peligro”.
Maureen Culhane, miembro senior del grupo de gestión de asociaciones estratégicas de GoldmanSachs, comenzó su exposición haciendo referencia a las tendencias demográficas actuales, las cuales muestran claramente un proceso de envejecimiento de los países desarrollados mientras el futuro crecimiento de la población descansa sobre los países más pobres. En su opinión, las consecuencias se dejarán sentir en los mercados de capital, en los productos de consumo y en todos los sectores, incluido defensa. “El envejecimiento global de la población provocará cambios en todo el planeta”.
Culhane señaló como en 1950 entre los doce países más poblados del mundo había siete considerados desarrollados: Estados Unidos, la Unión Soviética, Japón, Alemania, el Reino Unido, Italia y Francia. Pero para el 2050, en las predicciones de las Naciones Unidas sólo Estados Unidos permanece en la lista. Los demás habrán sido desplazados por Pakistán, Nigeria, Brasil, Congo, Etiopía, México y Filipinas.
“Presten atención a los nombres de estos países”, dijo Culhane, añadiendo que los cambios en la distribución de la población mundial, desde los países ricos a los pobres, tan sólo incrementará el resentimiento global. “Mientras Europa, Japón y Estados Unidos tienen aproximadamente la misma renta per cápita, esta otra lista de países está todavía en los 800 dólares al año y además pueden vernos a través de la televisión o Internet”.
Según Culhane, las tasas de fertilidad serán la principal causa del desplazamiento, y explicó que las tasas de natalidad normalmente disminuyen a medida que aumenta la renta de la población y los niveles educativos de las mujeres. Culhane citó datos de la ONU que muestran que la tasa de fertilidad en Europa durante el periodo 1960-65 era de 2,6 hijos por mujer, mientras que en la actualidad es de 1,3, aunque se prevé que suba al 1,8 para 2045-50. Estas mismas cifras, tanto las actuales como las previstas, son también válidas para Japón. En Estados Unidos, entre 1960 y 1965 la tasa era de 3,3 y en la actualidad es 1,6, estimándose que dentro de cuarenta años alcanzará el 1,9.
Las tasas en Asia y Latinoamérica ahora se sitúa alrededor de 2,5 hijos por mujer, y se prevé que descienda hasta 2,1 para los años 2045-50. Se estima que África, con una tasa actual de 5,0, se sitúe en 2,4 dentro de cuarenta años.
Sin embargo, a Culhane ese incremento previsto en los países industrializados le resulta sospechoso. “Todas estas predicciones se han elaborado en un contexto de recuperación económica, suponiendo que las cosas van a mejorar. Si este no es el caso todos esas predicciones serían mucho más negativas”.
Por otro lado, la esperanza de vida –que ha aumentado considerablemente en los países ricos debido en parte a las mejoras de la asistencia sanitaria- es otro factor a tener en cuenta en el problema del envejecimiento de la población. Se prevé que Japón lidere dentro de 40 años las estadísticas en cuanto a esperanza de vida, con 88 años, mientras Europa, Estados Unidos y Canadá se sitúan por encima de los 80. Asimismo, se espera que la población activa -que normalmente es la que sostiene el sistema de pensiones público-, disminuya como porcentaje de la población total en muchos países.
No obstante todavía la inmensa mayoría de la riqueza mundial sigue en manos de esas poblaciones que envejecen más rápidamente, explicaba Culhane. “Síguele la pista al dinero y comprobarás como todo el dinero está en Occidente”. Según estadísticas de 1998, Estados Unidos tenía el 46% del total de los activos financieros del mundo -estimado el total en 63 billones de dólares- y tan sólo ocho países controlaban el 92% de los activos.
Es probable que el crecimiento económico y la productividad se desaceleren a medida que las poblaciones vayan envejeciendo, añadía Culhane. Durante la etapa de mayor industrialización de Japón en treinta años su PIB se triplicó. Ahora se estima que aumentará tan sólo un 35% de aquí al año 2050. “Con pequeñas tasas de crecimiento del PIB resulta muy difícil estimular la economía de un país”. No obstante señaló como para la mayoría de las variables Estados Unidos muestra un mejor comportamiento que otros países occidentales en cuanto al proceso de envejecimiento, con mayores tasas de natalidad y un millón de inmigrantes al año.
En muchos países ricos se han estado prometiendo grandes beneficios tras la jubilación. “¿Qué pueden hacer para pagar altas pensiones?”, se pregunta Culhane. “Bueno, tenemos altos impuestos”. Pero Culhane también afirma que estos niveles impositivos tan elevados van a acabar ahogando la competitividad global. Señala por ejemplo a Alemania, donde los trabajadores únicamente perciben el 49% de su sueldo. La seguridad social y otros impuestos se llevan el 34% del salario de un trabajador alemán y el impuesto sobre la renta otro 17%. En estas condiciones no hay empresas interesadas en establecer nuevos negocios en Alemania; “ni una”, remarca.
Paul S. Hewitt, director de Global Aging Initiative (Iniciativa para el proceso global de envejecimiento de la población), presentó igualmente unas perspectivas poco halagüeñas para los países en proceso de envejecimiento poblacional. Sin embargo sugería como existe la posibilidad de que la globalización económica conecte las economías de los países pobres y con poblaciones crecientes de los países desarrollados, de modo que se generen nuevas fuentes de financiación para pagar las pensiones de los países envejecidos.
Partiendo del problema del envejecimiento de los países desarrollados, Hewitt planteaba dos posibles escenarios. Al primero de ellos lo denominaba “la recesión del envejecimiento”, en el cual los países con este problema acaban por parecerse en términos financieros a Argentina. En este escenario, el envejecimiento de la población junto con unas bajas tasas de natalidad conduce hacia la ralentización e incluso caída del crecimiento económico. Ante semejante panorama, a los políticos les resultaría muy complicado subir los impuestos o recortar los beneficios. Esta situación nos podría llevar a la suspensión de pagos, explicaba Hewitt.
“Habrá escasez global de capital ya que todo el mundo intentará absorber todo el stock de capital posible”, añadía. “Habrá inestabilidad política porque al Tercer Mundo no le gustará que los países ricos y envejecidos estén haciendo uso del capital que ellos necesitan para invertir en mejoras de la productividad”.
El otro escenario, al que Hewitt denominó “una nueva era global”, tiene un final feliz. En este escenario, el dinamismo se traslada de Europa a China por ejemplo, y la rentabilidad de las inversiones sube. Mientras tanto, otros países europeos se adhieren al Tratado de Maastrich y controlan su deuda; la maltrecha economía japonesa encuentra la manera de estabilizarse. “Los países en desarrollo se convertirían en lugares maravillosos para invertir. Asistiríamos a un boom del comercio mundial y todos viviríamos felices para siempre”, explicaba Hewitt.
Hewitt también abordó el tema del impacto del envejecimiento y del descenso de la población sobre los mercados financieros, y llegó a la siguiente conclusión: “el valor de los activos estará en peligro, en particular para los activos en forma de propiedad inmobiliaria”.
Además, el envejecimiento de la población se reflejará en la naturaleza de las inversiones que se lleven a cabo, comentaba. “Habrá presión para aumentar el gasto, presión para proteger a los sectores más antiguos y menos eficientes. Las preferencias de inversión se volverán más conservadoras y el ambiente de inversión general será menos propenso a los cambios espectaculares”.
Para Hewitt la globalización podría ser la solución. “La buena noticia es que si invertimos nuestros fondos de pensiones en países con baja productividad y mano de obra abundante, esta inyección de capital podría obtener considerables rendimientos que podrían repartirse entre todos. De este modo, los jóvenes todavía podrían sostener los sistemas de pensiones pero gracias al traspaso de fronteras entre países.
Para gestionar esta transición será necesario realizar cambios significativos, sobretodo en los actuales planes de jubilación. Los fondos de pensiones deben estar basados en mayor medida en el mercado, y deben acentuar más la eficiencia económica que la protección de los puestos de trabajo. “Todas nuestras políticas sociales, comerciales y de inversión están orientadas hacia la protección de los puestos de trabajo”, decía Hewitt. “Pero la causa primaria de la crisis social será la escasez de trabajadores”.
Hewitt concluyó su intervención destacando algunas ventajas del envejecimiento de la población. En Sri Lanka la edad media ha subido a 30 años y el poder parece estar pasando de manos de las bandas de rebeldes hacia instituciones políticas más civilizadas. También señaló que durante la sangrienta revolución cultural de China la media de edad de la población era de 18 años. “Son los mismos efectos que se manifiestan al envejecer a título personal; un poco de madurez no viene mal”.
William G. Shipman, presidente de CarriageOaks Partners -una empresa consultora especializada en financiación de los planes de jubilación-, y co-presidente del Cato Project on Social Security Privatization (Proyecto Cato sobre la privatización de la Seguridad Social), también abordó el problema del envejecimiento de la población desde la óptica de la globalización. “Garantizar el pago de las pensiones es uno de los asuntos nacionales más importantes y todos los países se encontrarán con este problema en los próximos 25 años”.
La respuesta de la mayoría de los gobiernos ha sido la subida de impuestos, lo cual prueba -según Shipman- que este asunto simplemente se considera un problema de liquidez. Últimamente algunos países parece que en vez de aumentar los impuestos han optado por recortar beneficios, enfoque que no obstante sigue considerándolo un problema de liquidez; no se está llegando al fondo de la cuestión, al porqué de la insuficiencia de fondos de pensiones.
“Ni incrementar los impuestos ni recortar los beneficios está relacionado con –o tiene influencia sobre- la tasa de natalidad o la esperanza de vida” afirmaba Shipman. “Estas medidas no son ni más ni menos que simples remiendos financieros”.
Shipman también señaló una solución en la que se involucra a los países en desarrollo:“Quizá durante los próximos 50 años asistamos a una reordenación económica, con extraordinarias oportunidades para la venta de productos en países con grandes poblaciones en aumento. Puede que simplemente esas ventas no tengan lugar en los mismos lugares que en la actualidad”.
Pero antes de que los países en desarrollo puedan atraer capital y ofrecer atractivos rendimientos deberán acometer cambios estructurales, incluyendo reformas legislativas y monedas estables. “Veremos una transformación a nivel mundial; pasaremos de una financiación de los servicios sociales mediante impuestos a una financiación con cargo al ahorro y a la inversión” explicaba Shipman. “Si esto ocurre -y se hace correctamente-, puede que entremos no en un periodo difícil sino en un renacimiento económico global en el que los mercados jueguen un papel más relevante en la consecución de los objetivos de la humanidad”.