Develando el vínculo entre diabetes y cardiopatía
Dos males hermanos
Científicos buscan sus raíces comunes
La Nacion Salud
Sábado 4 de febrero de 2006
Joe Lapiana posee una ominosa historia familiar: sus padres tuvieron diabetes tipo II y ambos murieron por enfermedad cardíaca, la causa más frecuente de muerte en todas las formas de diabetes. Desde que tenía veinte años, Lapiana padece hipertensión arterial, signo de peligro para la diabetes y la enfermedad cardiovascular.
Pero no fue hasta que cumplió 50 años, cuando mencionó a su médico su insaciable sed -un síntoma de la diabetes-, que Lapiana cayó dentro del alcance del radar de la medicina. Entonces, su médico midió los niveles de azúcar en sangre y encontró que eran cinco veces más altos que lo normal.
Hace ya muchos años que se sabe que los niveles elevados de glucosa en sangre son malos para el corazón: una persona con diabetes tiene un riesgo entre dos y cuatro veces mayor de morir a causa de un infarto o un accidente cerebrovascular (ACV).
Pero gracias a los resultados de un reciente estudio, publicados en diciembre último en la revista The New England Journal of Medicine, los médicos ahora cuentan con evidencias sólidas de que reducir agresivamente los niveles de glucosa en sangre baja a la mitad el riesgo de infarto y de ACV en personas con diabetes tipo I, llamada antiguamente diabetes insulinodependiente.
Si el estricto control de los niveles de glucosa en la diabetes tipo II, conocida durante años como diabetes no insulinodependiente, también reduce la incidencia de la enfermedad cardiovascular es lo que busca dilucidar un amplio estudio que actualmente llevan adelante los Institutos Nacionales de Salud (NIH), en Estados Unidos. Las conclusiones tendrán un gran efecto en la salud pública, ya que el 95% de las personas con diabetes padece el tipo II.
Pero el otro lado de la historia es que los síntomas de la enfermedad cardiovascular habitualmente preceden a los de la diabetes tipo II. Y para cuando personas como Lapiana consideran que es momento de consultar por sus síntomas al médico, el corazón ya puede haber sufrido algún daño. A veces es el médico de la sala de emergencias el que descubre que la víctima de un infarto padecía diabetes.
El interruptor maestro
Los cardiólogos que tratan a pacientes con enfermedad coronaria no siempre controlan sus niveles de glucosa, mientras que los que atienden a los diabéticos no siempre controlan los síntomas de la aterosclerosis. Y los médicos de atención primaria no controlan ni unos ni otros, como muestra el caso de Lapiana.
Antes de su diagnóstico de diabetes, Lapiana, profesor de escuela secundaria jubilado, sólo se sometió una vez en su vida a un control de colesterol. Pero en su última visita al médico los estudios revelaron niveles de triglicéridos peligrosamente altos y niveles de colesterol HDL preocupantemente bajos, dos signos características tanto de la enfermedad cardiovascular como de la diabetes.
Incluso los niveles normales de colesterol LDL, el llamado colesterol malo, son un mal augurio para personas con diabetes, posiblemente debido a que sus moléculas son más pequeñas, más densas y más dañinas para las arterias. Ese daño arterial es presagio de las placas que taponan las arterias y
Hoy los médicos cuentan con evidencias sólidas de que bajar los niveles de glucosa en sangre disminuye a la mitad el riesgo de infarto sus vástagos: el infarto y el ACV.
"Desearía que cuando vean una parte del problema busquen los otros elementos -suele decir el doctor Daniel Einhorn, director médico del Instituto de Diabetes Scripps Whittier, de San Diego, Estados Unidos, cuando se dirige a los médicos-. Si uno ve triglicéridos altos, debe mirar los niveles de glucosa y quizá se encuentre con una prediabetes. La enfermedad cardiovascular empieza muy temprano en el curso de la diabetes, probablemente antes de que uno se dé cuenta de que los niveles de glucosa están elevados."
Recientemente, los investigadores han logrado comprender que no es una mera coincidencia el vínculo entre la diabetes y la enfermedad cardiovascular. Ambas comparten profundas raíces moleculares relacionadas con la regulación de los azúcares y las grasas, dijo el doctor Mitch Lazar, director del Instituto de Diabetes, Obesidad y Metabolismo de la Universidad de Pennsylvania, Estados Unidos.
Esa relación tiene sentido en tanto la diabetes está relacionada con la forma en que la comida es metabolizada, en un proceso del que participa el colesterol, que es el que hace que los vasos sanguíneos se tapen.
Descubrir el mecanismo que vincula ambas enfermedades ha requerido estudiar una pequeña familia de receptores químicos apodados PPAR. Estos se encuentran en el núcleo de las células y encienden genes que inician numerosos cambios dentro y fuera de ellas.
El doctor Ronald M. Evans, investigador del Instituto Salk, en San Diego, los llama "interruptores maestros", pues regulan las células de grasa, los lípidos, la glucosa y la insulina.
Parece que dos conocidas familias de drogas actúan sobre estos interruptores. Los fibratos que se emplean en el tratamiento de la aterosclerosis actúan sobre la regulación de los lípidos; las tiazolidinedonas, que se emplean para incrementar la sensibilidad a la insulina en la diabetes, actúan sobre la regulación de la glucosa y la insulina.
Evidencias de estudios in vitro y en animales han mostrado que las tiazolidinedonas también promueven la salud cardiovascular, señaló el doctor Jorge Plutzky, director de prevención de la enfermedad vascular del Hospital de Mujeres Brigham, en Boston. Estas drogas apagan genes involucrados en la aterosclerosis y en la inflamación, y encienden genes protectores. Los médicos también han observado que los pacientes con diabetes tipo II que toman tiazolidinedonas presentan menos signos de enfermedad cardíaca.
Todo este cúmulo de evidencias ha suscitado la esperanza de que estas drogas reduzcan el riesgo de infarto en personas con diabetes tipo II. Pero recientes estudios han arrojado resultados desalentadores. Para Plutzky, estos resultados reflejan el arduo proceso de trasladar descubrimientos científicos a prácticas clínicas.
Al menos existe un lado positivo en la relación diabetes-enfermedad cardiovascular: lo que es benéfico para el corazón -como la alimentación saludable, la actividad física y el control médico- también ha resultado para prevenir o demorar el desarrollo de la diabetes tipo II.
Por Cathryn M. Delude
De The New York Times
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