Los hidratos de carbono y la presión arterial en el diabético
Cuando escuchamos hablar de hidratos de carbono inmediatamente pensamos en calorías, azúcar y energía. Vemos la imagen de pan, de las pastas y de los dulces.
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Su importancia en la dieta del paciente diabético es conocida desde las épocas en las cuales aún no se había logrado la obtención de insulina, para administrar a aquellos pacientes que tenían un páncreas que la fabricaba de manera ineficiente. Muchos libros de esa época preconizaban el empleo de dietas de muy bajo contenido de hidratos de carbono como modo de contrarrestar la deficiencia de insulina elaborada por dicho órgano.
Los tiempos han pasado y el desarrollo de diversos tipos de insulina y de otros fármacos de uso oral (conocidos como hipoglucemiantes orales) llevaron a liberalizar la alimentación del diabético que, en la actualidad, se considera prácticamente como un régimen alimentario normal, que podría seguir cualquier persona aunque no fuera diabética.
No obstante, aún persisten las controversias sobre la influencia de la dieta con diferente composición química en nutrientes, con relación no sólo a la glucemia sino al nivel de lípidos (colesterol, triglicéridos) en sangre y de la presión arterial. Respecto de este último punto (la presión arterial) resulta interesante un artículo publicado en la prestigiosa revista Diabetes Care, de la Asociación Estadounidense de Diabetes. En el número correspondiente a noviembre del corriente año, un grupo de investigadores liderados por el Dr. Abhimanyu Garg, del Centro Médico de la Universidad del Sudoeste de Texas (EE.UU.) detectaron que el cumplimiento de una dieta con mayor proporción de hidratos de carbono tiende a incrementar la presión arterial en diabéticos. Sus conclusiones surgieron a partir de una investigación llevada a cabo en 42 diabéticos tipo 2 que siguieron durante 1 año 2 dietas de 6 meses cada una y separada por un intervalo de 1 semana. Los 2 tipos de dietas evaluados fueron: una que contenía el 55% de sus calorías en forma de hidratos de carbono y la otra que poseía sólo 40% de sus calorías como carbohidratos. La que tenía mayor proporción de hidratos de carbono poseía menor porcentaje de ácidos grasos monoinsaturados (como los existentes en el aceite de oliva) y sucedía lo opuesto con la dieta baja en carbohidratos. Luego de cumplir con esos 2 períodos de 6 semanas cada uno con las 2 variantes de alimentación, no se registraron diferencias significativas en los valores de presión arterial. Sin embargo, cuando la experiencia se prolongó durante 8 semanas más, se puso en evidencia una tendencia mayor a la elevación de la presión diastólica o mínima y de la presión sistólica o máxima (7 mm Hg y 6 mm Hg, respectivamente) en los que continuaron con el consumo de la dieta con mayor proporción de hidratos de carbono. Lo contrario se evidenció con quienes prosiguieron con la dieta con mayor proporción de grasas monoinsaturadas.
Los autores consideran que un probable mecanismo que explique estas diferencias podría radicar en una mayor acentuación de la hiperinsulinemia (propia de la diabetes tipo 2) entre los que consumían mayor porcentaje de hidratos de carbono. No obstante, destacan que las diferencias suelen ser mínimas y que son necesarios nuevos estudios para confirmar esos hallazgos.
El paciente diabético siempre está ávido por conocer nuevos avances y descubrimientos respecto de su enfermedad, sobre todo si ellos se vinculan a la dieta. Éste es sólo un avance o un hallazgo que no necesariamente implica tener que adoptar cambios drásticos en su alimentación, siempre y cuando la dieta sea el fruto del asesoramiento nutricional individualizado que todo paciente debe tener.
Recuerde que en el origen de la hipertensión arterial y su permanencia también son importantes otros factores como el consumo de sal en la dieta, el exceso de peso corporal y el sedentarismo. Converse con su médico estos temas y no deje de incluir a la presión arterial en sus controles periódicos.
Editora Médica Digital, enero de 2006