El tabaco como causa de riesgo cardiovascular
Todas las formas de tabaco afectan gravemente al corazón.
Madrid, 22 agosto 2006 (mpg/azprensa.com)
El tabaco en todas sus formas (fumado, mascado o ingerido de manera involuntaria) impacta gravemente en la salud cardiovascular de todas las personas que se exponen a él, según lo afirma una investigación publicada recientemente en la revista “The Lancet”.
Los autores del estudio, denominado “Interheart”, analizaron la relación entre el uso del tabaco y el infarto agudo de miocardio. Para ello, contaron con la participación de más de 27.000 personas, provenientes de distintos continentes, lo cual permitió analizar los efectos de una gran diversidad de formas de consumir tabaco. Se analizaron cigarrillos, los bidis (un tipo de pitillo enrollado manualmente), las pipas y las cachimbas (shisha), también el tabaco en pasta (snuff), masticable y el paan (una mezcla de tabaco, lima y un tipo de nuez).
“El exceso de riesgo de sufrir un infarto agudo de miocardio aumenta con todos los tipos de consumo, incluido el pasivo. Masticar tabaco, que está siendo promocionado como una alternativa segura, también es dañino, y el riesgo de infarto es incluso mayor entre aquellos que mastican y fuman”, destaca el estudio. Los investigadores señalan que en el estudio, los participantes más jóvenes resultaron más propensos al daño coronario y los hombres más que las mujeres.
Los efectos del tabaco sobre el corazón están directamente relacionados con la cantidad de tabaco consumida, en cualquiera de sus formas. Sin embargo, el estudio plantea que el consumo de tabaco en dosis más bajas (menos de 10 cigarrillos diarios) aumenta la probabilidad de padecer un infarto de miocardio.
También se demuestra que aquellas personas que decidieron suspender este hábito redujeron considerablemente su riesgo de padecer episodios cardiovasculares. Sin embargo, los autores del estudio matizan que los ex fumadores presentan un “riesgo residual” que permanece durante un tiempo, que puede ser de tres a cinco años después, entre los que fumaban dosis bajas o hasta 20 años en el caso de los fumadores más férreos.