Cuatro vecinos, reconocidos por su aporte a la identidad porteña
UN FABRICANTE DE ACORDEONES, UN CIRUJANO DE MUÑECAS, UN PLATERO Y LA DUEÑA DE UN BAR
El Ministerio de Cultura les dará hoy el premio al patrimonio viviente de la Ciudad.
Vivian Urfeig
05.12.2006 | Clarin.com
Arreglar muñecas antiguas, reparar acordeones, modelar un mate de plata o sostener un bar tradicional de Barracas es el mérito de cuatro vecinos que esta tarde serán reconocidos como Artífices del Patrimonio porteño. A las 18, en el Salón Dorado de Avenida de Mayo 575 Antonio Caro (restaurador de muñecas), Nazareno Anconetani (fabricante de acordeones), Emilio Patarca (maestro platero) y Licinia Tomás de Moreno (al frente de un café notable) recibirán una mención por el oficio, la tradición y el saber que difunden desde hace años.
Es la cuarta vez que el Gobierno porteño, a través de su Ministerio de Cultura, homenajea a quienes le dejan su impronta a la Ciudad. "Generan conciencia, son un referente social grande. Un orgullo", destacó Nani Arias, subsecretaria de Patrimonio Cultural.
Licinia tiene 76 años y mucho amor por el bar El Progreso, de Montes de Oca 1702, que abre y cierra todos los días. "Es un gusto, no un sacrificio. Hace casi 50 años que hablo con la gente y le preparo sandwiches, pero sobre todo los escucho mucho. Este es un buen lugar para conversar", le dijo a Clarín esta inmigrante de Asturias que consiguió que su bar sea declarado café notable.
Antonio Caro es otro de los artífices. Tercera generación al frente del taller familiar, dice con orgullo que él nació en una "casa de muñecas". Con la precisión de un cirujano plástico, en su negocio de Salta al 800 repara rostros de porcelana para clientes de todas partes del mundo. "El plástico ahora permite que sean indestructibles, pero una muñeca de porcelana es otra cosa", comenta el coleccionista, que puede pasar días enteros con una pieza.
Otro amante del detalle, Nazareno Anconetani, también pasa horas interminables en su taller de Guevara 478. Hijo del fundador de la primera fábrica de acordeones del país, conoce tan bien el oficio que tiene como clientes al Chango Spasiuk, Antonio Tarragó Ros y Raúl Barboza, entre otros maestros. En pocos días cumplirá 85 años y lo festejará como más le gusta: tocando la batería, porque "no me defiendo tan bien con el acordeón".
Emilio Patarca no heredó su oficio de orfebre, lo aprendió a los 14 años. "A pesar de mi padre, que quería que me recibiera en el Industrial". Y desde entonces, no paró de trabajar. Hoy sus candelabros, facones y bombillas de plata se exhiben en el Museo de Arte Decorativo y el Fondo Nacional de las Artes. De sus clientes internacionales y famosos, prefiere no dar nombres. "Mejor el perfil bajo", sentencia. Historias mínimas de grandes tesoros vivientes, que hoy recibirán su premio.
http://www.clarin.com/diario/2006/12/05/laciudad/h-04001.htm