Son unos trescientos, de Capital y GBA. La idea es que la gente del interior aprenda una nueva forma de ganarse la vida y no migre a las grandes ciudades. Es un programa de una ONG lanzado en 2006.
Carlos Galván
cgalvan@clarin.com
29.01.2007
Tiene nombre de programa de bricolage —"Enseñando Nuestros Oficios"—, pero en realidad se trata de una flamante iniciativa para evitar que pueblos que se encuentran al borde de la extinción consigan sobrevivir. El proyecto básicamente funciona así: jubilados de la Ciudad de Buenos Aires y del conurbano viajan a esos pueblos para enseñar los secretos de sus oficios a los habitantes desocupados. La idea es que la gente aprenda una nueva forma de ganarse la vida y no migre a las grandes ciudades en busca de trabajo.
En el programa ya hay anotados casi 300 jubilados que quieren enseñar sus oficios: hay carpinteros, maestros mayor de obra, peluqueras, cosmetólogas, reposteros, electricistas, mecánicos, modistas y pintores.
El programa fue puesto en marcha el año pasado por Responde, una ONG que promueve la recuperación de pueblos que se encuentran en riesgo de desaparición o en grave crisis. Grupos de jubilados ya dieron clases en Villa Antigua (Mendoza), Andalhuala (Catamarca) y otros tres pueblos bonaerenses, Comodoro Py, San Francisco de Bellocq y Francisco Madero.
"Por lo general, en las localidades donde se lleva a cabo el programa hay un cierto estancamiento social, y hasta se llega a observar que los habitantes temen no poder salir del mismo. Cuando llegamos a los pueblos es muy lindo ver la reacción: nos esperan con carteles de bienvenida y con asados", cuenta Damipan Hande, responsable de "Enseñando Nuestros Oficios".
En la Argentina hay 602 pueblos con menos de 2.000 habitantes que se encuentran bajo riesgo de desaparecer de los mapas. ¿Razones? Principalmente la finalización de la principal actividad económica del lugar y el levantamiento del servicio de ferrocarril (Ver "Casi la mitad...«)
Ese es el caso, por ejemplo, de San Francisco de Bellocq, un poblado ubicado a 48 kilómetros de Tres Arroyos. Hoy tiene 576 habitantes. "Quince años atrás tenía el doble", dice Hande.
La suerte de Bellocq quedó casi echada a principios de los '90 cuando cerró sus puertas una cooperativa agrícola, principal fuente de empleo del lugar. El tren había dejado de pasar en los '50. Del ferrocarril hoy no quedan ni vestigios: las vías fueron levantadas y la antigua estación ahora es un jardín de infantes.
Bellocq está lejos del prototipo del pueblo fantasma: cuenta con infraestructura —tiene, por ejemplo, calles asfaltadas, alumbrado público, recolección de residuos, una unidad sanitaria— y con buenos accesos desde la ruta.
En octubre pasado, un grupo de expertos de Responde recorrieron las calles del pueblo y hablaron con los vecinos y con sus autoridades locales. También registraron que allí había una peluquería, una ferretería, una casa de ramos generales, taller mecánico, gomería y un taller de artesanías.
"La idea era detectar cuáles eran las necesidades de trabajo del pueblo. En otras palabras: como ya había una peluquería no tenía sentido que organizáramos un curso de peluquería", explicó Damián Hande. A Bellocq finalmente viajaron ocho jubilados. Estuvieron allí una semana y dieron cursos de capacitación en carpintería, electricidad, fabricación de artesanías y albañilería.
"Acá si no querés que te coman los piojos sí o sí tenés que saber hacer varias cosas: un poco de albañilería, un poco de plomería, un poco de electricidad. Por eso estos cursos le vinieron muy bien a la gente", explica el delegado municipal Gerardo Chedrese.
David Grosso —40 años, casado, un hijo— hizo el curso de carpintería. "En Bellocq siempre me salían changas de carpintería y yo de caradura nomás las agarraba. Ahora, y gracias a que tuve un instructor sensacional, aprendí en serio el oficio", recuerda. Y agrega: "Ya me contrataron para hacer un taparrollos y un mosquitero y estoy por arreglar un juego de sillas".
Este año "Enseñando Nuestros Oficios" desembarcará en seis localidades del interior. El listado de pueblos que visitarán no es lo único que crece: también está aumentando la cantidad de jubilados que se ofrecen para dar gratuitamente los cursos. Ahora acaba de sumarse un taxista, que pretende adiestrar a la gente en sus técnicas de manejo.
http://www.clarin.com/diario/2007/01/29/sociedad/s-02615.htm
"Enseñar es llenarnos de vida"
EN CLASE. MARIA ELENA CHIAIA (IZQUIERDA), TRANSMITE LOS SECRETOS DE LA COSMETOLOGIA.
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María del Rosario Miranda, pincel en mano, deja el rostro de una de sus compañeras empapado con una crema que no permite reconocerla. A su lado, Soledad Orsetti analiza con lupa lo que esconde la piel de una de las mejillas de otra sus compañeras. Siete mujeres más con edades entre los 18 y 45 años las observan, mientras la instructora explica cómo deben hacerlo.
"Recuerden chicas: de abajo hacia arriba y dejen libres párpados y labios" recomendó María Elenea Chiaia, la profesora, una jubilada de 70 años, que con sus dedos simula la aplicación de la crema que purifica y limpia la piel.
El escenario es un aula improvisada en la biblioteca de Francisco Madero, ubicada a 400 kilómetros de Buenos Aires y muy cerca de Pehuajó.
Esa distancia la recorrieron Chiaia y otros cinco jubilados ansiosos de transmitir los conocimientos del oficio que desarrollaron durante toda su vida. "Venir a enseñar nos llena de vida y nos hace sentir productivos. Es divertido compartir con los viejos las cinco horas de viaje", recalcó la ama de casa y cosmetóloga.
Una encuesta a los 1.400 habitantes de Madero determinó los cursos a dictar por Responde: carpintería, plomería, corte y confección, peluquería, electricidad y cosmetología.
"En Madero no tenemos quien haga este trabajo; si hay un cumpleaños de 15 no hay quien maquille a la chica. Yo creo que esto es una buena manera de pensar en un empleo o una empresa", dijo Miranda, quien se desempeña como portera suplente en la escuela Nº 4.
La población, sobre la Ruta 5, vive de la producción del campo y son mínimas otras posibilidades de empleo por la falta de mano de obra calificada.
"Necesitamos gente capacitada para hacer los arreglos en las casas, en las calles, tal vez por eso no hubo deserción y todos los 60 inscriptos vinieron a los cursos, algo muy inusual", explicó Gustavo Mónaco, delegado municipal.
Los 60 aprendices, conscientes de que las cuatro clases son pocas, esperan continuar con la capacitación y lograr una estabilidad laboral para quedarse en Francisco Madero.
Mientras ellos piensan en el futuro, María Elena Chiaia trabaja en la nueva capacitación.
Su rostro, con una tersura digna de cosmetóloga, sonríe: es que a sus 70 años se siente más útil que en los 69 ya vividos.
http://www.clarin.com/diario/2007/01/29/sociedad/s-02602.htm