Casi el 80 por ciento de los mayores de 65 años padece sobrepeso u obesidad. Concretamente, el 43 por ciento tiene sobrepeso y el 35 por ciento, obesidad. Según asegura la doctora Marta Castro, geriatra del Hospital Universitario de Getafe y miembro de la Sociedad Española de Medicina Geriátrica (SEMEG), este dato es la consecuencia de una mala alimentación durante décadas y no evita, sin embargo, que muchos de estos mayores estén mal nutridos al no seguir una dieta suficientemente variada.
azprensa
23.2.07
Para hacer una correcta evaluación de la situación del anciano, esta experta apuesta por medir sistemáticamente peso y talla y además determinar su proporción de masa grasa y masa magra, especialmente en pacientes con fragilidad o en los que se vaya a iniciar un tratamiento de la obesidad
La SEMEG advierte que a medida que las personas se van haciendo mayores, la calidad de la alimentación empeora, aunque no de la misma manera sino en función de su tramo de edad. Si durante la vida no se han seguido unas pautas correctas, los problemas se hacen evidentes a los 60-65 años, cuando se siguen comiendo grandes cantidades de alimentos con un fuerte contenido calórico aunque se haya disminuido la actividad física.
“Son personas que generalmente llevan 20 años comiendo productos con mucho azúcar y grasa y a los que resulta complicado cambiar sus hábitos”, explica la doctora Susana Monereo, jefa del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario de Getafe.
Sobrecarga de articulaciones y dificultad de movimiento
Este exceso de peso va mucho más allá de una cuestión estética y a muchos les crea un “enorme” problema difícil de solucionar, cuenta Monereo. Los kilos hacen que se sobrecarguen las articulaciones y duelan, les dificulta la movilidad y eso, a su vez, impide que pierdan peso. Llama la atención que se dé en menor proporción entre los ancianos institucionalizados –en residencias- (21 por ciento de obesos) que entre los que tienen que ocuparse personalmente de su alimentación (36 por ciento), al tomar estos últimos más alimentos preparados.
Paradójicamente, incluso con kilos de más, muchos están mal nutridos y tienen una gran cantidad de masa grasa y poca masa magra, una situación a la que se llega, según cuenta Castro, por llevar una alimentación baja en proteínas. Por eso, esta experta apuesta por personalizar mucho los consejos dietéticos a los ancianos y en un grupo significativo de ellos, evaluar también su composición corporal. Esto se puede hacer de una manera simple con un impedanciómetro -un aparato que mide la velocidad con que pasa la electricidad por el cuerpo del paciente y calcula el porcentaje de músculo y grasa-.
Esta mala nutrición se acentúa después de los 70 años ya que muchos empiezan a tener problemas con la masticación, la deglución o simplemente evitan en lo posible salir a comprar y prepararse la comida por sentirse más torpes. De esta forma, comienzan a tener hábitos como sustituir comidas principales por un vaso de leche con unas galletas, y a diseñar su alimentación con un patrón muy monótono y con grandes déficits.
De manera general estas dos expertas recomiendan comer poco varias veces y llevar una dieta en la que las proteínas supongan un 15 por ciento del total con carnes de cualquier tipo, pescados, huevos y legumbres. Por otro lado, aconsejan no abusar de los lácteos, tomarlos descremados para evitar la grasa y beber en torno a ocho vasos de agua cada día.
Paralelamente, instan a reducir la sal, no olvidar tomar frutas y verduras y vigilar el calcio y la vitamina B12 para evitar la osteoporosis y la anemia. Además recuerdan que una buena alimentación es lo que va a permitir tener músculo, en especial cuando se combina con algo de ejercicio y que no se rompan los huesos, fundamental para tener una buena calidad de vida.
Cambio en la preparación
Sobre este particular, la doctora Monereo subraya la importancia de que los ancianos tomen todos los grupos de alimentos cambiando únicamente su modo de preparación. Así, por ejemplo, propone a los que tengan dificultades para masticar que cuezan tanto las verduras como las frutas. En el caso de la carne, recuerda que si resulta muy dura, se puede sustituir por pescado o huevos.
Esta especialista cree que para los ancianos resultan muy recomendables los guisos tradicionales que llevan un poco de todo: carne guisada, con patata y verdura, legumbres, féculas… “el puchero o guiso que en cada zona tiene ingredientes diferentes. Está cocinado, tiene agua y un aporte de nutrientes muy variado”, cuenta.
Y es que el agua debe ser otro componente fundamental en la dieta de un anciano, hasta el punto de que los especialistas lo consideran un grupo alimenticio más y aconsejan tomar al menos ocho raciones. “Igual que con la edad se pierde la salivación, también se deja de tener sensación de sed y los mayores tienden a no beber agua. Es peligroso porque en situaciones de calor o con fiebre se pueden deshidratar con facilidad”, dice Monereo.
Marta Castro recuerda que la alimentación es fundamental para mantener estabilizados algunos trastornos como la diabetes o la hipertensión, aunque “hay que hacer esos controles con perspectiva y siempre dentro del contexto general marcado por el estado de salud y de independencia funcional del anciano, que es lo que finalmente marcará su expectativa de vida total y activa y por consiguiente, todo su abordaje diagnóstico y terapéutico”.
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