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Los 80 años de un mago de las letras

garcia_marquez.jpgGABRIEL GARCIA MARQUEZ

Pasado mañana es el cumpleaños del autor de "Cien años de soledad". Y es el aniversario del cuarto de siglo de su obtención del Premio Nobel de Literatura.

Jorge Aulicino
04.03.2007 | Clarin.com

El 6 de marzo de 1927 nació el hijo del telegrafista de Aracataca, una localidad de la costa de Colombia, quien a los pocos años leía, como muchos chicos en el mundo, a Emilio Salgari y Julio Verne. Quien, a los 20, y mientras estudiaba Derecho, publicó su primer cuento en el periódico El Espectador, de Bogotá, en el que, además, comenzó a hacerse periodista. Quien, a los 40 años, en 1967, despachaba hacia Buenos Aires en varias remesas, liquidando ahorros y algunos bienes, los originales de una novela que no bien publicada vendió 8.000 ejemplares, y, en los dos años siguientes, medio millón. Quien, a los 55 años, en 1982, recibía el Premio Nobel de Literatura.

Pasado mañana se cumplen 80 del nacimiento de Gabriel García Márquez, 60 de la publicación de su primer cuento y de sus inicios como periodista, 40 de la publicación de su novela Cien años de soledad y 25 de su conquista del Nobel.

Dos años antes de que Francisco Porrúa, el editor de Sudamericana, tuviera la corazonada de que Cien años de soledad provocaría un suceso de ventas y, acaso, un fenómeno cultural, por la cabeza de García Márquez habían pasado frenéticas imágenes de un pueblo casi fantasma, fundado a raíz de una muerte, que se creía rodeado de agua y pantanos, y cuyos contactos con el mundo —pero no cualquier mundo— eran los de una tribu de gitanos, y particularmente uno de ellos, Melquíades, trasmisor empedernido de las ciencias exactas y medievales.

Para ese entonces, el autor venía desempeñándose como periodista y se había casado con Marcedes Barcha, con la que tuvo dos hijos a fines de los años 50 y comienzos de los 60. No era rico. Pero el gran libro de su vida le depararía ventas que hoy han superado los 32 millones de ejemplares en todo el mundo.

García Márquez necesitó la mitad de los años que lleva vividos, y las dos terceras partes de su carrera de escritor, para producir su obra de imaginación más grande. Todo parecía conducirlo a esta obra que ocupa gran parte de los comentarios de quienes hablan de García Márquez por estos días.

Los números forman una extraña danza en torno a la figura del colombiano este año de 2007. Demasiados números redondos, cierto que provisorios como una enigmática constelación que aparece y desaparece, para un hombre cuya ciencia no es matemática. ¿No lo es?

El gitano Melquíades conecta al imaginario pueblo de Macondo con el mundo, pero no con cualquiera. Para los habitantes de Macondo, aquel mundo del que habla Melquíades, y del que trae las novedades —imanes, lentes de aumento, astrolabios— es el verdadero mundo fantástico, un mundo de locos y magia diabólica. Melquíades conecta a Macondo con la astronomía y con la alquimia, con los telescopios y con las lupas, con instrumentos de navegación y con el electromagnetismo.

Melquíades es el compendio de un mundo de conocimientos que está a punto de estallar, a caballo por el momento entre las ciencias modernas y la magia. Melquíades anuncia la televisión y la Internet: "La ciencia ha eliminado las distancias. Dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la Tierra, sin moverse de su casa."

Con unas cartas de mareas y los instrumentos puestos en sus manos por las de Melquíades, José Arcadio Buendía se enfrasca en cálculos y operaciones mentales, hasta que un día proclama en la mesa familiar:

—La Tierra es redonda como una naranja.

—Si has de volverte loco, vuélvete tu solo, pero no trates de inculcar a los niños tus ideas de gitano —le responde su mujer.

Este es el primer acontecimiento que narra Cien años de soledad. En él está el tono de un abultado libro que ganó la simpatía de millones de lectores y el reconocimiento de los pares, pues ese relato de maravillas sucedidas en un pueblo imaginario, trabado con suave humor y prosa transparente, parecía el resultado de las vertientes más modernas de la literatura y echaba sus raíces en busca del Quijote.

Cuando se publicó Cien años de soledad, el terreno estaba fértil para que los círculos literarios, y sobre todo el lector medio —estudiantes, profesionales y amantes de los libros de México o Buenos Aires, de Bogotá o Lima— y el periodismo produjeran lo que las revistas y suplementos literarios comenzaron a llamar boom de la literatura latinoamericana. En 1962, el mexicano Carlos Fuentes había publicado La muerte de Artemio Cruz; en 1963, el peruano Mario Vargas Llosa, La ciudad y los perros: el mismo año en que Julio Cortázar publica Rayuela.

Periodista y uno de los primeros redactores de la agencia cubana Prensa Latina, García Márquez traba amistad a la vez con los principales nombres del llamado boom y con los líderes políticos de Cuba, especialmente con Fidel Castro, ante el que siempre mantuvo sin embargo una independencia de criterio. El grupo del boom terminaría dividido en cuanto a las posiciones frente a Cuba a fines de los 60.

En 1949, en el prólogo de una de las mejores novelas de la literatura hispanoamericana de todos los tiempos, El reino de este mundo, el cubano Alejo Carpentier había definido lo "real maravilloso". Carpentier, un erudito como no lo eran los nuevos escritores, dejó el legado de lo real maravilloso en manos de los que venían tras él. En una entrevista realizada en los estudios de la BBC en noviembre de 1976, Carpentier explicó que la noción de realismo mágico provenía del libro de un crítico alemán llamado Franz Roh, titulado El realismo mágico, en el que analizaba la producción de los pintores expresionistas alemanes, en 1926.

"En América latina —dijo Carpentier—, lo maravilloso se encuentra a la vuelta de cada esquina, en el desorden, en lo pintoresco de nuestras ciudades, en los rótulos callejeros o en nuestra vegetación o en nuestra naturaleza y, por decirlo todo, también en nuestra historia."

Era la naturalidad de los elementos fantásticos lo que diferenciaba a los escritores latinoamericanos de los artistas europeos. Cien años de soledad resultó la más representativa obra de esa tendencia. Allí, un gitano se convierte en un charco y se evapora, los muertos vagan por los patios, una mujer vuela, los acribillados de una masacre ferroviaria son vistos por unos pero no por otros (pues "en Macondo nunca sucede nada") y todo ello parece natural debido a que las coordenadas de tiempo y espacio son vagas, los sucesos ocurren en un tiempo global, las etapas de la historia humana se sobreponen, conviven medioevo, modernidad, animismo y tecnologías.

Todo esto podía tener éxito (es decir, convencer) si el narrador lograba una mirada inocente: "Mi problema más importante —explicó García Márquez— era destruir la línea de demarcación que separa lo que parece real de lo que parece fantástico. Porque en el mundo que trataba de evocar, esa barrera no existía. Pero necesitaba un tono inocente, que por su prestigio volviera verosímiles las cosas que menos lo parecían, y que lo hiciera sin perturbar la unidad del relato. También el lenguaje era una dificultad de fondo, pues la verdad no parece verdad simplemente porque lo sea, sino por la forma en que se diga."

Pasado mañana cumple años García Márquez. Pero lo que cumple años es su extraordinaria novela, las anteriores y las que le siguieron. Contar es su ciencia. Pues para contar es necesario manejar invisibles variables matemáticas y a la vez intuitivas que determinan que el lector crea. Así que éste es un múltiple aniversario, y el aniversario de una fe, por sobre todo. Nave insignia de un fenómeno comercial, cultural y político, Cien años de soledad recibió los golpes de la crítica que desmanteló las adherencias ideológicas de aquel boom. Hoy, los nuevos lectores que abren ese libro lo hacen de nuevo con la mirada fascinada de quien lee a Stevenson o Salgari.


El nieto de Aracataca


Gabriel García Márquez, hijo de Gabriel Elgidio García, un "aventurero de la fiebre del banano" que luego fue telegrafista, y de Luisa Santiaga Márquez, integrante de una familia prominente, nació en Aracataca, Colombia, el 6 de marzo de 1927. Fue el primero de una progenie de 12 hermanos. Pasó sus primeros años con un abuelo, al que consideró la figura clave de su vida. Y habló de esos años como los más prodigiosos, al punto de que "desde entonces no me ha pasado nada interesante". Estudió en internados de Barranquilla y Zipaquirá y en 1947 cursó cinco materias de Derecho en Bogotá y se inició en la literatura y el periodismo. En los 20 años siguientes produjo novelas como La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba, Los funerales de la Mamá Grande y finalmente Cien años de soledad, por el que obtuvo fama mundial y el Premio Nobel, en 1982. Entre sus obras siguientes, se cuenta Crónica de una muerte anunciada y El amor en los tiempos del cólera. En 1999, superó un cáncer linfático. Respaldó siempre a Fidel Castro y creó la Fundación Nuevo Periodismo para apoyar la formación de jóvenes profesionales.

http://www.clarin.com/diario/2007/03/04/sociedad/s-01374066.htm

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