La población del mundo está envejeciendo a una velocidad sin precedente. Por primera vez en la historia se registrará la presencia de mayor cantidad de personas mayores que de niños menores de 5 años.
La columna de Silvia Gascón
La Nación Suplemento Solidario
Sábado 19 de Mayo de 2007
La Argentina inició a mediados del siglo pasado su envejecimiento poblacional y es uno de los tres países mas envejecidos de América latina. El 22% de la población de la ciudad de Buenos Aires, al igual que en Canadá, pertenece a la franja envejecida.
Sin embargo, las ciudades no han promovido en sus entornos cambios que tengan en cuenta las necesidades, preferencias y limitaciones que aparecen en esta etapa de la vida.
De allí que ha surgido el concepto de Ciudades Amigables con la Edad para referirse a los lugares en los cuales las políticas, los servicios y las estructuras, así como el entorno físico y social, están diseñados para apoyar y hacer que la persona mayor permanezca activa. Es decir que viva con seguridad, goce de buena salud y participe plenamente en la vida comunitaria.
La Plata, elegida
La Organización Mundial de la Salud (OMS) puso en marcha el año último el Proyecto de Ciudades Amigables con la Edad del que participa La Plata, junto con 32 ciudades del mundo.
El Instituto Universitario Isalud, responsable de la investigación en la Argentina, indagó acerca de las ventajas y desventajas que la ciudad ofrece para el bienestar cotidiano de las personas mayores. Hubo grupos focales con personas mayores, cuidadores y familiares de ancianos y proveedores de servicios públicos, privados y ONG.
Si bien las personas consultadas valoran el diseño de la ciudad, sus espacios verdes y la oferta de actividades culturales y recreativas que posibilitan su integración social, señalan como principales obstáculos: la inseguridad derivada de la elevada criminalidad, las veredas rotas y la falta de mantenimiento de los espacios verdes, lo inadecuado del transporte público, la falta de cumplimiento de las normas básicas de tránsito y la inaccesibilidad de los edificios. También cuestionan los servicios de salud disponibles para las personas mayores, en sus modalidades de cobertura pública, de obras sociales y privada.
Estas dificultades se agravan en el caso de los más pobres y de más edad, muchas veces conminados a no salir de sus casas.
Se necesitan soluciones integrales que tengan en cuenta barreras edilicias y de transporte, y que signifiquen cambios culturales. Estos deben basarse en la conciencia de los derechos de los ciudadanos ya envejecidos de seguir participando y contribuyendo a sus comunidades. Y ésta es tarea de todos.
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LA NACION | 19.05.2007 | Página 00 | Suplemento Solidario