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"Sigo siendo un campesino"

JOSE SARAMAGO

Próximo a cumplir 85 años, y a pesar de algunos temas de salud, el escritor portugués afirma que en el fondo sigue siendo aquel niño que retrata en su última obra “Las pequeñas memorias”, una especie de autobiografía de su infancia y primera juventud.

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Cuando a José Saramago le preguntaron recientemente a qué se debe su siempre sombría visión del mundo, el escritor portugués contestó con la misma ironía con la que deleita a los lectores en muchos de sus libros: "No soy un pesimista, sino un optimista bien informado", informa DPA.

"No soy un pesimista, sino un optimista bien informado", manifestó el Nobel de Literatura, para rematar que basta con leer el periódico para darse cuenta de que el mundo es un "infierno": "Millones nacen para sufrir y a nadie le importan".

Este viernes, el laureado autor cumple 85 años. Pero él, algunos achaques al margen, dice que en el fondo sigue en gran parte siendo aquel niño al que retrata en su más reciente libro editado en español, "Las pequeñas memorias" (Editorial Alfaguara), una especie de autobiografía que comprende el periodo entre los 4 y los 15 años.

"Esa fue la etapa que me marcó. De alguna forma sigo siendo un campesino", dice Saramago, quien creció en un entorno humilde como hijo de un trabajador del campo que luego se convertiría en policía.

Comunista convencido, el autor de "El año de la muerte de Ricardo Reis" no se limita a informarse sobre la actualidad, sino que a menudo se implica en ella, como crítico de una sociedad cuyas desigualdades no se cansa de denunciar.

Pero el compromiso político y social de Saramago, convertido en una bandera del movimiento antiglobalización, no sólo le ha traído amigos. Así, provocó una cascada de durísimas críticas cuando hace algunos años, en una visita a Ramallah, comparó la política de Israel en los territorios ocupados con los campos de exterminio nazis de Auschwitz y Buchenwald. Pero no se retractó.

Y meses atrás, causó un gran revuelo en su país, al sugerir en una entrevista que Portugal debería incorporarse territorialmente en la vecina España y formar una nueva nación que, para no herir el orgullo de sus compatriotas, podría llamarse "Iberia".

Es una idea que ya tocaba en su libro "La balsa de piedra" (1986), el primero en ser adaptado para el cine, en el que recoge la inquietante visión de una inesperada falla en los Pirineos que provoca que la Península Ibérica se desprenda del continente europeo e inicie un viaje a la deriva en el océano que causa el pánico de españoles y portugueses.

En Portugal, la propuesta le valió a Saramago críticas que casi lo calificaban de traidor a la patria, sobre todo porque el Premio Nobel, casado con la traductora española Pilar del Río, lleva casi 15 años viviendo en España, en concreto en la isla canaria de Lanzarote.

Allí emigró en 1993, un año después de que el entonces gobierno conservador de Portugal vetara la candidatura de su séptima novela, "El Evangelio según Jesucristo", al prestigioso Premio de Literatura Europeo por considerarla blasfema. Saramago, ateísta, describe en su libro a Cristo como una persona común que llega a dudar de su fe.

"Si esto hubiese ocurrido durante la dictadura de Salazar, lo habría entendido. Pero así, en tiempos de democracia, lo consideré humillante", dijo entonces. Descepcionado y triste, el escritor decidió abandonar su país.

Nacido el 16 de noviembre de 1922 en el seno de una familia humilde en el pueblo de Azinhaga, cerca de Lisboa, Saramago se dedicó de lleno a la literatura cuando ya rondaba los 40 años. Después de abandonar el colegio porque la familia necesitaba dinero, trabajó primero como cerrajero mecánico y después como dibujante técnico, funcionario público, empleado en una editorial y periodista.

En 1966 aparecía su primera obra, "Os poemas possiveis" (Los poemas posibles). La fama le llegó a mediados de la década de los 80 con novelas como "El año de la muerte de Ricardo Reis", "Memorial del Convento" y "La balsa de piedra", obras de marcada temática histórica. Su narrativa se caracteriza por el uso de la metáfora y un lenguaje que roza lo barroco.

"Pese a todo creo haber sido capaz de construir una obra digna", dice este escritor de abuelos labradores y padre policía que nunca contó con los recursos para terminar el bachillerato o comenzar una carrera universitaria y que en 1998 se convirtió en el hasta ahora único Premio Nobel de Literatura de su país

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