La llegada de la vejez obliga a reacomodar las relaciones. "Los hijos tienen que poder aceptar los límites de sus propios padres, cambiar la expectativa de lo que esperan recibir de ellos", dice la especialista en Gerontología Graciela Zarebski.
La Nueva Provincia
Domingo 13 de abril de 2008
La relación entre padres mayores e hijos adultos adquiere distintas modalidades según las historias, pero algo nuevo atraviesa ese vínculo: la vejez se instala como un espejo, al tiempo que replantea roles y potencia o disuelve herencias traumáticas y actitudes no saludables.
"La sociedad suele ubicar a los mayores en la categoría de pasivos y les pone etiquetas que tienen un efecto de desvalorización", dijo la especialista en Gerontología Graciela Zarebski, del Programa de Salud para Adultos Mayores de la ciudad de Buenos Aires.
En este marco, precisó que "la vejez puede ser un camino hacia la sabiduría o bien hacia la anulación del sujeto", y añadió que "sea uno u otro el camino que tomen nuestros padres, requiere de replanteos en los hijos".
La relación es de dos y se articula de muchas maneras; en el primero de los casos, cuando los padres avanzan con sabiduría "la felicidad y realización de sus hijos enriquece la propia, pero en los casos de envejecer patológico, pueden vivirlo con envidia, nostalgia por lo perdido, temor a la muerte", señaló Zarebski.
En el caso de los hijos, continuó, "la vejez que nos anticipan otros y con más razón nuestros padres, requiere que realicemos un trabajo psíquico con nuestro propio envejecimiento que nos permita cuestionar y relativizar esos modelos, despegarnos de ellos si son negativos, adoptar otros y armar el propio camino".
La experta destacó que para algunos hijos, el envejecer de sus padres es una experiencia reveladora que les permite replantearse el sentido de la existencia, incorporar la finitud y los límites que trae el paso del tiempo. A otros, les produce horror.
"Los hijos tienen que poder aceptar los límites de sus propios padres, cambiar la expectativa de lo que esperan recibir de ellos, no a través de lo que les dan en cuanto a acciones, objetos, sino otros dones", enfatizó.
¿Qué pasa con el rol histórico de padre-hijo cuando el padre entró en la vejez?
"Las personas mayores con más deterioro psíquico son los que suelen ubicar a sus hijos en el lugar de padres de ellos mismos, como si necesitaran recurrir a la ilusión de volver a su infancia, invirtiendo así los roles", dijo.
Y aclaró: "Los hijos tienen que poder despegarse de ese lugar en el que los quieren ubicar".
Remarcó asimismo que esa inversión de roles puede partir del hijo, si desde el prejuicio, pretende someter a sus padres a sus designios, quitándoles libertad de elección e infantilizándolos.
Provenga de los padres o de los hijos, esta inversión de roles está marcando que ese vínculo histórico padre-hijo en esa familia "estaba distorsionado", aclaró.
Cuando los padres son autónomos pero no tienen la movilidad de antes, son ellos mismos los que regulan su actividad, y en esos casos, "la actitud del hijo, como en todo vínculo familiar, es estar atentos a lo que el otro puede necesitar de su colaboración", dijo Zarebski.
Destacó que "ser sobreprotector y ocuparse de todo es un extremo tan contraproducente como el extremo de no ocuparse".
"Aun en casos de padres dependientes, sobreproteger hace mal al otro y a sí mismo; es una forma de maltrato, de no tenerlo en cuenta y de creerse omnipotente, ejerciendo un poder sobre el otro y olvidándose, al mismo tiempo, de las propias necesidades", añadió.
La especialista se refirió al tradicional reclamo de hijos sobre padres al precisar que "cuando un hijo madura debería dejar de confrontar y reclamar, y analizar de dónde proviene tal o cual actitud o situación de malestar".
"Si lo logra, cuando se hace padre y envejece, no va a reclamar a sus hijos", dijo.
Hay otro factor en juego: en la escena está la mirada de la generación que sigue, de los nietos, ante lo cual, cabe preguntarse ¿qué pasa con esos modelos, valores, afectos, que circulan en esa relación padre-hijo adulto? ¿cómo es la transmisión a los hijos de los hijos?
"Por supuesto que se transmite. Los nietos pueden adoptar el modelo paterno, pero también cuestionarlo y tener mejor vínculo y trato con sus abuelos que el que tuvieron sus padres", finalizó.
Para algunos hijos, el envejecer de sus padres es una experiencia reveladora que les permite replantearse el sentido de la existencia, incorporar la finitud y los límites que trae el paso del tiempo. A otros, les produce horror.
La forma en que los viejos asumen la vejez
Hay distintas maneras de cursar la vejez o la etapa de adulto mayor, desde un sentimiento marcado por el resentimiento, los temores, un dejarse caer, hasta una actitud tranquila que revela cierta paz interior, que deja a la luz haber podido procesar la experiencia que da el paso del tiempo.
La muerte, la enfermedad, el deterioro, son temas que aparecen indefectiblemente, aunque de distintas maneras, en el nuevo campo visual.
"La persona que envejece bien no vive temiendo a las enfermedades, a la muerte, porque se va adaptando gradualmente a los cambios, ejerce el autocuidado, acepta los límites y sigue activo hasta el fin", dijo Graciela Zarebski.
En este sentido, son personas que encuentran nuevos horizontes, "que buscan compensar pérdidas con ganancias, con proyectos, con ilusiones, logrando así la continuidad en su identidad; y sigue siendo el mismo, a través de los cambios", añadió la especialista.
Asimismo, remarcó que estos padres, que son realmente maduros, no pierden su lugar de padres y no pasan a una posición pasiva. Aunque sean dependientes de ayuda, conservan su autonomía.
"Por el contrario --continuó-- el envejecimiento patológico se caracteriza por el quiebre en la continuidad, el derrumbe, con toda la secuela de patologías somáticas, depresiones, incluso demencia".
http://www.lanueva.com/edicion_impresa/nota/13/04/2008/84d110.html