Lo revela un estudio hecho en 101 instituciones de Capital y GBA, con 304 entrevistas en profundidad. Es un trabajo aún inédito al que accedió Clarín. La investigación muestra otro costado de cómo se trata a los viejos en nuestra sociedad.
Por: Gabriel Giubellino
14.07.2008 Clarín.com
Tres de cada diez personas que viven en geriátricos fue internada sin haber sido consultada. Este es el resultado más significativo de un estudio de 304 entrevistas en profundidad a personas en 101 instituciones geriátricas, pero tiene un sesgo: muchos geriátricos no se prestaron a la investigación. Los especialistas piensan que los que no fueron consultados sobre dónde quieren vivir son más que el 30%.
Esta investigación muestra sólo una arista de un problema mayor: el del destino de los viejos en una sociedad que muchas veces los posterga y los ignora.
El trabajo, aún inédito, fue realizado por la Universidad Isalud, patrocinada por la Organización Panamericana de la Salud y financiada a través del Banco Interamericano de Desarrollo por una ONG canadiense que defiende los derechos de personas dependientes. Relevaron cerca de la mitad de estos centros de alojamiento en Capital y GBA; los otros, más precarios, cerraron sus puertas. Otro de los hallazgos, fundado en las opiniones de los consultados, es que los que viven "institucionalizados", como les gusta decir a los expertos, pierden derechos como la privacidad. Aunque la situación, en general, "no es dantesca", dice la socióloga Nélida Redondo, coordinadora de la investigación: el 85% de las personas tiene en estos lugares un buen régimen alimenticio y "buenas o aceptables" condiciones de higiene. La vida del restante 15% no es tan digna.
"Una de las cosas que mostró el trabajo –comenta Redondo– es que, cuando la persona no participa de la decisión, su estado de ánimo es peor, o sea que es una variable asociada al estado de ánimo. Familias e instituciones deben revisar esto; no se puede institucionalizar a nadie sin su consentimiento, ni teniendo instituciones donde los viejos no puedan decidir sobre sus vidas". La doctora Lía Daichman, presidenta de la Red Internacional de Prevención del Abuso y Maltrato en la Vejez, agrega: "Tal vez no los consulten porque no quieren escuchar lo que tienen para decir"
Además de esto, los mayores protestan porque, una vez adentro, pierden sus costumbres. Dependen de reglamentos, mezclan su ropa con la de otros en placares colectivos, duermen en habitaciones compartidas, comen, se acuestan y lavantan a la misma hora. En muchos casos, con un uso utilitario, para dormir, del psicofármaco.
Otro dato que aparece como frecuente es la falta de protección contra caídas, e incluso se visualiza como práctica la sujeción, " muy común, sobre todo cuando los edificios tienen demasiada gente dependiente y poco personal, y cuando no hay un diseño arquitectónico que ponga barreras físicas", dice Redondo.
La doctora Sara Iajnuk, de la Sociedad Argentina de Gerontología y Geriatría, piensa que "el más humilde de los hogares no tiene comparación con el mas lujoso de los geriátricos". Y eso que no se cuentan los "truchos". Dice: "Hay una propuesta de blanquear, lejos de condenar, a esos que funcionan en una casa, con 5 o 6 camas, que son muchos".
Una opción a los geriátricos, plantea Iajnuk, es la teleasistencia. "Una pulserita conectada a una central telefónica es una herramienta interesante para dar movilidad con cierta seguridad". Otra respuesta puede ser el voluntariado. Iajnuk cita el ejemplo de Israel: "Hay una enorme solidaridad. Toda clase de profesionales donan horas para ayudar a la gente a que viva en su hogar".
La idea es que solamente se internen aquellos que son dependientes. "La tendencia mundial es la asistencia domiciliaria", completa Miguel Angel Acánfora, director de la Maestría en Gerontología Clínica de la Fundación Barcelo.
Daichman concluye: "Argentina tiene cosas positivas, como las políticas de formación de cuidadores domiciliarios en el área de Desarrollo Social. Pero, aclaro, soy partidaria de que la gente mayor no viva sola".
http://www.clarin.com/diario/2008/07/14/sociedad/s-01714639.htm