Cada vez más personas mayores se animan a formar nuevas parejas en la vejez, se permiten volverse a enamorar, disfrutar de la compañía y de la contención afectiva que les puede dar un par y redescubrir la sexualidad.
De esta forma comienzan a quitarse de encima el peso de la idea de casarse para toda la vida o de tener que respetar a la compañera o al compañero que ya no está como si fuera el único amor posible, para darle paso a nuevas historias.
“Sentirse enamorado es una de las experiencias más fuertes que se viven en el envejecimiento, para la persona es un tema que estaba fuera de lo imaginado y lo toma como un premio inesperado, como una sorpresa”
Diario Popular
22.8.2008
El romanticismo
“Cuando uno se enamora de joven, lo hace un poco como del ideal, donde entra en juego el deslumbramiento, la belleza. Pero cuando se enamora de grande ya no es de ese ideal, es un amor mucho más profundo e intenso”, destacó el profesional.
Asimismo, señaló que los mismos adultos mayores dicen que “el amor en la vejez es mucho más sincero”.
Sin embargo, Iacub aclaró que “no se trata de un acompañamiento, eso es mentira, no tiene nada que ver”, sino que se vuelve a recuperar “el romanticismo” que quizá se perdió con una pareja de largos años.
Los valores
“Hay una cuestión de cariño, afecto que aparece más fuerte en las nuevas parejas”, sostuvo el psicólogo, y agregó que como en la adultez el dinero, el trabajo o la crianza de los hijos dominan la escena, en la vejez “aparecen valores ligados al amor y al cuidado, hay un mayor sinceramiento de los valores de la vida”.
Respecto de este punto agregó que, “el cuidado es uno de los elementos clave, así como la compañía, pero entendida como la compañía de alguien en quien uno se puede apoyar y lo considera como sostén amoroso, como protección”.
También con las nuevas parejas se redescubre la sexualidad. Iacub destacó que la persona mayor “siente mucha emoción de encontrarse sexualmente activo, como sujeto deseante y deseado”.
“Muchas veces las personas mayores comentan que hacía años que no tenían relaciones con la anterior pareja a pesar de llevarse bien, pero con tanto deber o desgaste no se recreaba esa situación. En cambio, con las nuevas parejas se potencia el deseo y el romance”, remarcó.
Por otra parte, el especialista explicó que “hay una cuestión de género” a la hora de formar nuevas parejas porque “a las mujeres les cuesta más que a los varones, ellas tienen más limitaciones al regir la idea de casarse para toda la vida y de tener que respetar a la persona que falleció como si fuera el único amor”.
Los hijos
En cambio, para el hombre está más aceptado la idea que no puede estar solo, que necesita de una mujer que lo acompañe.
“Estas situaciones -explicó Iacub- inciden tanto en la propia persona como en el entorno familiar, donde las coerciones caen más sobre las madres que sobre los padres”.
En tanto, respecto de los celos de los hijos, destacó que “muchas veces piensan para qué se va a enamorar si estamos nosotros, no le hace falta, ya está vieja”, cuando en realidad “un hijo no puede reemplazar lo específico que da una pareja, ya que solo ella puede dar algo más íntimo” y mediante la cual aparece “la sensación de vivir como algo revitalizante”.
Y sostuvo que para los hijos “es una posibilidad de ver a los padres revivir, encontrar una nueva experiencia de vida y será mucho más aliviado para ellos ver que la madre o el padre está de nuevo acompañada o acompañado”.
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