Gerontología - Universidad Maimónides

« Tecnologías Innovadoras en la Formación de Recursos Humanos en Gerontología | Página Principal | ¿Qué podemos hacer para sentirnos bien? »

El preventorio

El peruano Elmer Huerta, presidente de la Sociedad Americana del Cáncer, pensó en crear un consultorio donde se atendiera a la gente sana. Y lo logró: en el hospital más grande de Washington estableció un modelo de prevención de las enfermedades más graves, que da sus frutos

La Nación Revista
Domingo 21 de setiembre de 2008

Será posible tener un consultorio médico pero con un letrero que diga "en este lugar se atiende solamente gente sana"? ¿Y que ese consultorio esté a cargo de un oncólogo, un médico especialista en cáncer? Esto se preguntó hace casi 20 años el médico peruano Elmer Huerta. Y así nació, primero en su imaginación y luego en la realidad, el "preventorio", un consultorio único en su tipo que funciona en el hospital más grande de Washington (el Washington Hospital Center) y que junto con la activa participación del doctor Huerta en populares programas de radio estadounidenses lo condujeron a ocupar hoy la presidencia de la Sociedad Americana del Cáncer (ACS, por sus siglas en inglés), una entidad que nunca había sido dirigida, hasta ahora, por un latinoamericano.

De visita en Buenos Aires, el doctor Huerta conversó con LNR sobre su particular enfoque de la medicina, centrado en la idea de prevenir, que a menudo se pregona pero difícilmente se concreta.

-¿Cómo se le ocurrió la idea del "preventorio"?

-Fue en el Perú, en 1986. En esa época era un médico de poco más de 30 años (ahora tengo 55) recién graduado en oncología médica. Mi función era dar quimioterapia a los pacientes, y me convertí en un médico excelso en la cuestión; hasta premios me dieron por eso. Pero mientras lo hacía empecé a darme cuenta de que la gran mayoría llegaba con cánceres avanzados e incurables, pero prevenibles o detectables. Entonces se me empezó a hacer profesional y humanamente muy difícil dar quimioterapia agresiva combinada con radiación a una mujer que tenía un cáncer de cuello de útero avanzado cuando podría haberlo prevenido quince años antes. O un hombre que llegaba con un cáncer de intestino grueso y no sabía qué era el colon.

-¿Eran personas de bajos recursos económicos o educativos?

-Eran de la clase media de Lima. A las mujeres les preguntaba si sabían qué era el Papanicolaou y no lo sabían, aunque sí estaban al tanto de los pormenores del último capítulo de la telenovela de la noche anterior. Lo sabían de memoria. Así como los hombres sabían qué había pasado en cada partido de fútbol. Ahí me hice dos preguntas. La primera fue: ¿será posible usar los medios de comunicación para "venderle" salud a la gente, especialmente conceptos de medicina preventiva, de la misma manera que se le vende alcohol, cigarrillos o jabones? La segunda pregunta, viendo esa enorme cantidad de enfermedades avanzadas (y eso no ha cambiado, porque en Perú vas al hospital del cáncer donde yo estudié y eso aún pasa), fue: ¿será posible tener un consultorio médico pero con un letrero en la puerta que diga "en este lugar se atiende gente aparentemente sana", que quiera saber cómo prevenir las enfermedades antes de que aparezcan?

-Una idea tal vez descabellada...

-En el Perú no existía una carrera de ese tipo. El único lugar donde podía especializarme en medicina preventiva eran los Institutos Nacionales de Salud en los EE.UU., y ahí me fui, en 1989. Tuve que pasar exámenes de equivalencia y luego hacer la residencia. Pero lo primero que hice cuando llegué a los Estados Unidos fue contactarme con la gente de la radio. Puntualmente, con la radio en español más popular de Washington. Conseguí una cita con el gerente, y le dije que quería hacer un programa diario sobre el cigarrillo para que saliera en diciembre de 1989. "Bueno -me dijo-, regrese con todos sus libretos." Y regresé con los 23 libretos para sacarlos durante el mes de diciembre. En esa época duraban tres minutos y se pasaban tres veces por día: a las 7.45, las 12.45 y las 4.45. Empecé a hacer el programa y antes de Navidad el gerente me llamó y me dijo que, dada la buena recepción de la gente, quería proponerme un programa médico diario. Diario es mucho trabajo, pensé. Pero como me habían dado una oportunidad tan grande se me ocurrió que podía leer revistas médicas, hacer el resumen de un artículo con palabras muy sencillas y sacarlo al aire. Y desde entonces mi programa nunca dejó de salir al aire. Va a cumplir 19 años en diciembre. Se llama Cuidando su salud, dura un minuto, está en 120 estaciones en EE.UU. y tengo un convenio con CNN Radio: ellos lo ponen a disposición de todas sus afiliadas en América latina.

-¿Fue enseguida una buena fuente de ingresos para usted?

-No. No ganaba nada en la radio. Hace 6 meses que empecé mi primer trabajo rentado en comunicación. Durante 19 años no cobré.

-¿Y de qué vivía?

-Era residente, estaba repitiendo mi entrenamiento médico. Algo ganaba, poco, pero me alcanzaba para sobrevivir. Era la década del 90. Mi entrenamiento terminó en 1994, el mismo año en que inicié el "preventorio".

-¿Y cómo lo logró?

-Me llamó el director médico del Washington Hospital Center, donde trabajo, y me dijo: "Aquí, en el centro de cáncer, tenemos médicos especialistas en todo: en quimioterapia, en radioterapia? Si yo le propongo trabajar, ¿qué haría con nosotros?" Ahí, entonces, apareció la posibilidad de responder a esa lejana segunda pregunta que me había hecho al irme de Perú. Y le dije al director del hospital: "Yo quiero fundar un consultorio médico, un consultorio clínico con un letrero en la puerta que dirá que solamente es para gente aparentemente sana, para hacer chequeos". El hombre me miró sorprendido. "Muy bien, pero, ¿quién lo va a pagar?", me preguntó. "La gente", le contesté.

-¿La gente?

-Así es. De su bolsillo. Porque cuando la gente, aun siendo pobre, conoce el beneficio de algo, lo paga. El director me dijo que le parecía muy innovador y me preguntó en qué basaba mi certeza. Le conté que a raíz de mi popularidad por la radio la gente se acercaba para decirme cosas como éstas: "Doctor, fui a ver a mi médico y le pedí que me enseñara algo sobre nutrición y me dijo que no tenía tiempo. Le pedí que me hiciera el Papanicolaou y dijo que es internista y que no sabe hacerlo; me mandó con un ginecólogo. Otro viaje, otra consulta. ¿Usted no tiene un sitio donde se haga todo?". Ahí estaba el mercado. El 27 de julio de 1994, en el Hospital Central de Washington, el más grande de Washington, empecé con el "preventorio" . Sí, tenía el cartelito que decía: "Aquí se atiende gente aparentemente sana", lo puse por un tiempo; ya no lo tengo. En tres semanas llenamos las citas hasta el mes de diciembre.

-¿Con quiénes trabajaba?

-Trabajo siempre con el mismo equipo; somos cuatro. La secretaria que hace las citas, la enfermera que prepara a los pacientes, el médico, que soy yo, y una persona que es una mano amiga navegadora revisa todos los exámenes anormales, se asegura de que los pacientes tengan tratamiento para su problema y no los abandonemos.

-¿Sigue trabajando ahí?

-Claro. Ese es mi sueldo. Ahora, por mis tareas como presidente de la Sociedad Americana del Cáncer, está cerrado algunos días si es que viajo, pero luego recupero las horas. El hospital es muy generoso conmigo y nadie hace prevención. Los doctores no lo consideran.

-¿A cuánta gente ve por día?

-A unos 20 pacientes, entre 20 y 25 minutos con cada uno. Hasta el momento hemos visto unas 24 mil personas, 80% mujeres, 20% hombres; 90% son latinoamericanos hispanohablantes, 10% son anglosajones y el 85% de la gente que va no tiene síntomas.

-¿Y qué le piden, por ejemplo?

-Viene un hombre joven y me dice que me escuchó por la radio y que quiere que su mujer se haga el Papanicolaou o que aprenda a hacerse el autoexamen de mama. Y el hombre me dice que le enseñe a revisarse los testículos, que me escuchó y él no sabe. "También queremos tener bebés. Y usted dijo que la mujer tiene que tomar tal y cual vitamina?" "¿Tienen ustedes algún otro problema de salud?" "No, doctor; es todo lo que queremos." Y este hombre es un inmigrante que ha llegado hace dos o tres años de Salvador, Guatemala, Perú.

-¿Atiende gente ilegal?

-Yo no pregunto. No me importa. Atiendo a todos los que vienen. Gente sin seguro médico. Toda mi gente es gente pobre, sin educación formal, que han llegado a segundo o tercero de primario, que no tiene acceso al servicio médico. Es la gente más pobre de los Estados Unidos.

-¿Y le pagan?

-Sí. Se han dado cuenta de que si no me pagan 120 dólares al año para chequearse la enfermedad les costará 50 mil o más. El examen comprende preguntas sobre el estilo de vida, qué es lo que comen, si fuman, si toman alcohol, la historia familiar de las enfermedades; luego viene el examen clínico: el paciente se queda completamente desnudo; solamente se pone la bata de hospital; eso sorprende a muchos, porque en general en el hospital el médico toca al paciente a través de la ropa y se acabó. Acá no. Y la tercera es la consejería. Ese es el trabajo médico del "preventorio".

-¿Y el precio incluye análisis, exámenes?

-En el precio están incluidos cuatro exámenes: la citología, o Papanicolaou, y ahora una citología especial para detección del virus del papiloma humano (HPV), asociado al cáncer de cuello uterino. La mamografía no está incluida, pero tenemos lugares que la hacen a bajo costo o gratuitamente. Y mi navegadora guía a los pacientes para que lo hagan ahí. El antígeno prostático específico, para detectar cáncer de próstata, está incluido en el precio, y el de la sangre oculta en los excrementos, para detección de cáncer de colon, también. La próstata y la sangre a partir de los 50. Si hay historia familiar, lo hacemos a partir de los 35 años.

-Usted es especialmente crítico con respecto a la industria tabacalera. Pero, ¿qué piensa de la industria farmacéutica?

-No podemos comparar la industria del tabaco con la farmacéutica; de ninguna manera. Quizá la parte crítica de la industria farmacéutica es la mercadotecnia. Son muy agresivos para colocar sus productos. Sobre todo en los Estados Unidos, donde lo están vendiendo primero al consumidor y no al doctor. Hay enormes campañas publicitarias de medicamentos que dicen "estamos previniendo tal cosa, hable con su doctor". Entonces el paciente va con el médico, que se siente obligado a recetar. Eso no está bien. Y tampoco estoy de acuerdo en que, al menos en los Estados Unidos, las ganancias de la industria farmacéutica estén fuera de la realidad; son exorbitantes. Ellos lo justifican y dicen que necesitan ese dinero para desarrollo e investigación, pero a mi entender no es así; podrían bajar los costos. Canadá los tiene más baratos, Europa los tiene mucho más baratos, pero la industria farmacéutica de los EE.UU. pone demasiado énfasis en la promoción del mercadeo de sus productos para tratar de obtener muchas ganancias, y no creo que las necesiten.

-¿Qué droga revolucionaria para el tratamiento del cáncer se descubrió después del paclitaxel, más conocido como taxol, durante la década del 90?

-Todo lo que hubo después del taxol, el famoso gleevec, que es para un grupo muy pequeño de pacientes; el herceptin, el avastin? todas las medicinas biológicas son para grupos muy contados de pacientes, no para las masas. Pienso que la industria farmacéutica tiene suma importancia, y le tengo mucho respeto, pero no creo que la inversión que se hizo hasta ahora haya beneficiado a la gran mayoría de los pacientes con cáncer. Ojalá que descubramos algo más en el futuro, pero me parece que por ahora no es así.

-Esos pequeños sectores de pacientes que usted menciona, ¿son grupos con ciertas diferencias biológicas o grupos que pueden pagar por esos fármacos?

-Ambos. Por ejemplo, hay algunas nuevas drogas que son solamente para mujeres con cáncer de mama que expresan un determinado marcador en sus tumores. Pero no en todos los países existe una forma sencilla y accesible de comprobar si realmente expresan ese marcador. Entonces los médicos, al ver que las pacientes tienen medios, dicen: "Démosles, por si acaso". Y se lo dan por si acaso.

-¿Qué tan importante es su capacidad de comunicación con la gente en su éxito como médico?

-Muy importante. Todos los días, desde hace 19 años, escribo por lo menos 150 palabras después de leer un artículo médico. Y eso mejora mi comunicación. Recibo llamadas telefónicas, correos electrónicos. Y, además, también todos los días pongo al aire el único programa médico en los EE.UU. que dura dos horas, conversando con el público. Lo hago desde el "preventorio", durante el receso del mediodía, donde tengo un estudio de radio que no tiene nada que envidiarles a estudios importantes del mundo.

-¿Cuál es el principal desafío hoy en salud?

-Siempre digo que todos vamos a morir de algo algún día. El truco es evitar la discapacidad y la muerte prematuras. Este es el mensaje que intento difundir entre la gente

Por Gabriela Navarra

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1050594