Compartir, estar con los afectos, disfrutar a pleno del escaso tiempo libre, salir a correr... Qué eligen los argentinos (y qué dicen los especialistas) a la hora de procurar ser más felices
La Nación Revista
Domingo 21 de setiembre de 2008
Mariana Verón es soltera, tiene 30 años y dos trabajos para poder mantenerse. Dice que no entiende de política, pero que sabe que las cosas no andan bien. En momentos de incertidumbre, su refugio son los afectos. "Lo que más placer me da en la vida es juntarme con mi familia y mis amigos. Soy muy pegota y ellos me ayudan a sobrellevar los trances difíciles", cuenta, recién llegada a su casa de Belgrano, después de 12 horas de trabajo. También le gusta leer, dice que la relaja y la saca de contexto. "Voy al gimnasio y ando en bicicleta con amigos los fines de semana. Me gusta sentirme bien, hago deportes, como sano y medito."
El argentino es un eterno Ave Fénix. Es que las sucesivas crisis del país lo ponen a prueba todo el tiempo. Como una profecía, cada tanto, una descomunal avalancha ensombrece a la sociedad en su conjunto, sumergiéndola en las turbias aguas del desasosiego, la angustia y la desesperanza. Aunque al cabo de un corto tiempo los argentinos comienzan a emerger de las profundidades para ponerse nuevamente de pie. Y así, década tras década.
Sin ir más lejos, desde el comienzo de este año los habitantes de este bendito país no tuvieron paz: 128 días del conflicto del campo, la quema de pastizales y el humo que no dejaba respirar, la inflación real versus las cifras del Indec, las corridas bancarias, las demoras y cancelaciones de vuelos de Aerolíneas Argentinas... En otras sociedades, esos sucesos desequilibrarían al mejor plantado. Pero los argentinos, más allá de la fama de fanfarrones y de atarlo todo con alambre, se esfuerzan día a día por sentirse bien, vivir lo mejor posible el ¿destino? de una tierra que no da tregua.
"Los argentinos somos como un perfume en extracto: nuestra historia es bastante corta en años si se la compara con la de gran parte de los pueblos del mundo. Pero nos encargamos, con una extraordinaria habilidad, de que en apenas 200 años pasaran unas cuantas cosas", ironiza Guillermo Oliveto, analista de mercado, autor de No son extraterrestres. Aunque a veces lo parezcan. Argentinos hoy.
Con el tango como bandera, los argentinos vuelven a renacer de entre las cenizas. "Somos versátiles y vertiginosos; el humor social y la forma de entender la realidad se mueven a una velocidad terrible. Cambiamos rápido como sociedad y tenemos mucha capacidad para recomponernos desde las propias fortalezas -analiza Daniel Castejón, máster en Sociología, director de BMC Innovation Company-. Con la crisis de 2002, que al cabo de tres años Argentina se haya recuperado y crecido a una tasa del siete por ciento anual es un fenómeno no tan visto en el mundo." Y agrega: "El conflicto del campo produjo mucha tensión, pero el argentino se asimila mucho más maduro social e institucionalmente".
Huir para adelante. Pese al contexto (país), los argentinos no abandonan la lucha; cada uno se para frente a la adversidad como un guerrero con herramientas construidas a fuerza de magullones. "La impresión de que el Gobierno no acierta en el manejo de la crisis produce un sentimiento de desamparo que acentúa más la búsqueda de soluciones personales", sostiene el doctor Pedro Horvat, médico psicoanalista, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Para explicar esta capacidad argentina, la psicoanalista Lía Ricón pone en juego un término reciente: resiliencia. "No está en los diccionarios, pero sabemos que su definición fue tomada de la aptitud de los materiales inertes para volver al estado del que partieron. Aunque también se entiende como el talento de salir de un problema no por los mismos caminos que nos llevaron a él, sino con un salto, como el que da un náufrago al bote que viene a salvarlo -explica Ricón, miembro de APA-. Poder dar ese salto implica poseer energía y esperanza en la posibilidad de éxito." El humor es, dice, de gran utilidad para dar el salto, ya que permite mirar desde afuera una situación y encontrarle aspectos graciosos.
Según Mario Pecheny, doctor en Ciencia Política, investigador del Conicet, "una parte de los argentinos intenta sobrevivir, pero otros, con más posibilidades de decidir, cuentan con dos opciones: algunos salen a la esfera pública para intentar cambiar y otros se repliegan hacia lo suyo, a compartir con sus seres queridos".
Revalorizar afectos
Lazos más fuertes. Refugiarse en los vínculos. "Hay una revalorización muy fuerte de los afectos a partir de la última crisis. Se podría decir que hay una transición de valores en comparación con los 90, cuando tenía que ver con algo más vinculado al crecimiento económico y al éxito profesional -justifica Castejón-. Hoy se revalorizan la intimidad, la familia, los amigos; una constante argentina."
Guillermo Oliveto, en su libro, se refiere al valor de la amistad para los argentinos. "El 20 de julio las ciudades respiran alegría. Los restaurantes y pubs arman mesas más largas y el clima de festejo hace olvidar, al menos por un rato, el trajín cotidiano."
La doctora María Teresa Calabrese, psiquiatra, psicoanalista, miembro de APA y de la Asociación Psicoanalítica Internacional, acuerda: "La elección de los argentinos son las charlas y las discusiones entre amigos, vecinos y compañeros; en la peluquería, en la cola del súper, donde haya una oreja receptora y una boca emisora". Siempre se dice que el argentino es "muy amiguero", característica de la que carecen otros pueblos del mundo. "Lo que nos diferencia es la importancia del encuentro, aunque sea para pelearnos -grafica Pecheny-. Esto no pasa en Estados Unidos ni en Europa. Y, aunque nadie puede abstraerse de la realidad, poder encontrarse con otros para compartir momentos hace a la calidad de vida, aun en épocas de caos."
Lía Ricón, por su parte, sostiene que la frase ¿tomamos un cafecito? "es la pregunta que habla de nuestra posibilidad de contar con una red emocional que nos sostiene. En otros países, el relato de esta costumbre argentina produce extrañeza".
La buena mesa
Sebastián Tomassini, de 36 años, licenciado en publicidad, trabaja en una empresa mayorista de turismo, está casado y tiene una hija de un año y medio. Sebastián, optimista de raza, intenta ser feliz con lo que tiene: "Desde que me levanto hasta que me acuesto trato de pasarla bien. Me gusta mi trabajo, y eso hace que venga bien predispuesto. Trato de gratificarme todo el tiempo". Los jueves juega al fútbol con sus amigos, y el asado, después del "vestuario", es impostergable. "Es terapia para todos. También organizamos after office con mis compañeros -comenta-. Me cuido el físico y la salud: juego al tenis y trato de estar al aire libre con mi mujer y mi hija."
La mesa está servida. Las empresas, ávidas por conocer el humor de los consumidores, hacen estudios que revelan las condiciones del mercado. La marca Knorr quiso conocer la situación actual de los hogares con relación a compartir las comidas en familia y para ello se internó en la plaza global con una investigación en siete países (Estados Unidos, Canadá, México, Francia, Alemania, Rusia y la Argentina) y más de 3500 entrevistas. "Las conclusiones fueron contundentes. Compartir la mesa impacta de manera positiva en el desarrollo físico, social y emocional", sostiene el estudio. La psicóloga Barbara Fiese, profesora de la Syracuse University, de los Estados Unidos, sostiene que "compartir las comidas en forma habitual promueve la autoestima y el bienestar". De la investigación surge que "ocho de cada 10 argentinos afirman que sentarse a la mesa con la familia es lo que mayor bienestar produce", práctica que se ubica por encima de "hacer actividad física, mirar televisión y pasar tiempo con los amigos". La investigación también difunde que "el ideal de una mesa familiar, para el 42 por ciento, está asociada al asado con amigos y familia, y el 37 por ciento, al almuerzo de los domingos". Respecto de la alimentación, el estudio afirma que "el 74 por ciento de los argentinos consume al menos dos porciones de frutas por día y alimentos con bajo contenido de grasa, mientras que el 71 por ciento dice evitar las frituras".
En la misma sintonía, un estudio realizado por American Express sobre las actuales preferencias de los jóvenes de 30 a 40 años, indicó que el 42 por ciento cree que vivir bien "es tener tiempo libre y saber aprovecharlo para disfrutarlo con la familia y los amigos. El 68 por ciento, en cambio, opina que salir a comer es la actividad que brinda mayor placer".
El doctor Horvat se explaya sobre la tradición argentina de reunirse: "Somos gregarios; nos juntamos para todo. Formamos grupos de pares con las excusas y los intereses más diversos; no importa que sea de truco, de cocina, de estudio, de cine o de aerobismo: uno siente que el grupo lo reconoce y lo contiene. Los argentinos somos incansables generadores de vínculos, coleccionistas de agendas con listas de contactos interminables".
La eterna búsqueda
"Lo nuevo es que el argentino busca un espacio en la agenda para dedicarse a lo que siempre quiso, a darse los gustos con lo que da sano placer. Y en este sentido, el consumo cultural no para de crecer -asevera Castejón-. Hace algunos años se escuchaba «no tengo tiempo para nada»; hoy pasa lo mismo, pero se trata de acomodar los tiempos para hacer actividades placenteras", dice Horvat.
Y agrega: "Uno de los recursos es la creatividad como mecanismo elaborador: esta sociedad produce y consume enormes cantidades de productos culturales: teatro, cine, artes plásticas, literatura, y hasta el pintoresquismo futbolero, son formas que reflejan las emociones que nuestra realidad produce. La expresión artística en todas sus formas pone a través de palabras, sonidos o imágenes lo que sentimos, y cumple un papel terapéutico", sostiene Horvat. Para Ricón, "todo acto creativo nos lleva a una gratificación". Y sentencia: "Aun en las peores condiciones, hay conductas que se pueden implementar para sentirse mejor".
Con más frecuencia se escucha "una mejor calidad de vida". Pero, ¿está cambiando el concepto de calidad de vida? ¿Cohabitan dos interpretaciones distantes entre sí? "Hay un nuevo discurso que supone un proceso de cambio de valores. Hoy, el placer tiene que estar instalado en el día a día, y viene a reemplazar la idea del esfuerzo, centrada en el trabajo, por la significación de la estética. Hay una estetización de la vida cotidiana en esta nueva clase media que aparece. No es lo mismo ir a un bodegón cool en Las Cañitas que a un bodegón de Villa Soldati -refiere Cecilia Arizaga, socióloga, coordinadora académica de Sociología de la UCES, investigadora del Observatorio Argentino de Drogas del Sedronar-. El concepto del nuevo buen vivir se representa con el ambiente y el clima de un lugar, el spa, un restaurante étnico, el reiki, un libro de autoayuda, comprar una nueva casa... Estas prácticas que tienen que ver con el placer y el hedonismo ayudan a marcar la fractura en el interior de la clase media, la novedad en términos sociales."
Los argentinos, dice Arizaga, ya no tienen una diferencia marcada entre tiempo libre y trabajo. "Se busca que el placer no se limite al ocio, sino también generar goce en lo laboral: se demanda motivación, proactividad, que entusiasme, que dé espacio para la familia, los deportes y la vida social. El placer aparece como un valor esencial", apunta la socióloga.
Horvat es contundente: "Tal vez porque las reiteradas épocas de inflación nos llevaron a desconfiar, nos volcamos a consumir. Cada vez que podemos, hacemos fiestas, viajes, compramos equipamiento y electrónica. Desafiando cualquier teoría económica, se busca el placer inmediato, lo que nos vuelve hedonistas y poco previsores". Y suma: "No cabe duda de que las colas en los restaurantes, las multitudes en Ezeiza, el uso y abuso de la tarjeta de crédito, son muestras de una manera colectiva de pensar la vida: vamos para adelante, disfrutemos mientras se pueda".
El otro lado de la cuestión es una tendencia al uso de psicotrópicos como medicamentos para sostener un estilo de vida cada vez más exigente. "Ante un retraimiento de los marcos institucionales tradicionales, que "orientaban" la acción personal y la individualización, la persona se ve exigida a "hacerse cargo". La autoconstrucción y la iniciativa individual, ejes de los discursos de calidad de vida, van de la mano de una creciente vulnerabilidad e incertidumbre - afirma la socióloga Alicia Arizaga, de Sedronar-. Allí es donde el psicotrópico actúa como herramienta para lograr confort, bienestar y desempeño social. La instauración de ciertos malestares que atentan contra el precepto de la felicidad, el bienestar y la calidad de vida, junto a una sociedad impaciente que no soporta el malestar, se suman a la idea de que pueden resolverse rápida y químicamente atendiendo -sólo- al síntoma".
Género y bienestar
La tendencia al placer es tan antigua como la existencia; lo novedoso -dicen los especialistas- es la poca tolerancia a la frustración, a la postergación del goce, a la cultura de obtener logros con esfuerzo. Todo tiene que ser rápido y con el menor costo posible, tanto para hombres como para mujeres. "Ellas se sienten bien cuando se ven jóvenes, delgadas y bonitas, respondiendo a un ideal cultural del que terminan siendo prisioneras -apunta la doctora Calabrese-. Los varones, en cambio, buscan el placer a través de logros laborales y económicos y en las conquistas amorosas."
Sin embargo, una investigación de la marca Biotherm revela que los hombres se acercan al supuesto ideal femenino. Según el estudio, "en línea con una tendencia creciente a considerar el bienestar y la calidad de vida como factores prioritarios, el 98% de los encuestados asegura que sentirse bien y lucir mejor contribuye a una mejor calidad de vida. Y el 73% considera el cuidado personal como una actividad placentera y cotidiana".
Solidaridad y felicidad
"Desde hace 18 años coordino la peregrinación a Luján; soy voluntario en el comedor comunitario Madre Camila: voy los sábados, sirvo las mesas, lavo los platos, corto el pan para las 100 personas de la calle y de bajos recursos que comen ahí", se enorgullece Alejandro Valdez, de 41 años, casado, con dos hijos. Alejandro trabaja en una empresa de 14 a 22, y el tiempo libre lo dedica a ayudar a los que lo necesitan. Junta tapitas de gaseosas para llevar al hospital Garrahan, y ropa y alimentos para los habitantes de Pulef, un pueblito de Chubut; ahora está pensando en juntar ropa para enviarla a los pueblos del Norte. No es todo: En el Día del Niño se viste de payaso y en Navidad, de Papá Noel; así, recorre los hospitales con juguetes, pañales y golosinas para los niños internados. "En esas tres horas en cada hospital logramos sacarles una sonrisa a los chicos. Eso vale más que cualquier dinero -dice-. Ayudar gratifica el corazón y el espíritu; como está el país, poder dar una mano me reconforta." Alejandro cuenta que en ese tiempo libre podría buscar otro trabajo y vivir mejor con su familia. "Pero uno vive de convicciones", aclara.
El de Alejandro no es el único ejemplo; son muchos los que se sienten bien tendiendo una mano. Tal vez el individualismo que surgió en la década del 90 esté dando un paso al costado. "Existen señales de que la era del Yo está llegando a su límite; en esta época en que se replantea el sentido del bienestar, se registra una profunda necesidad de recuperar la convivencia, los afectos; compartir", revela un estudio sobre salud emocional, bienestar y felicidad, realizado por Coca-Cola. De los datos arrojados surge que "estar bien" se ha convertido en un "renovado valor para las sociedades", y se confirma que "el bienestar transciende la salud física y cobra fuerza la idea de que existe una dimensión emocional, tanto o más importante que la física". Según el estudio, "quedó expuesto que la gente arma una ecuación en la que la salud física, sumada a la emocional, el bienestar económico y factores del entorno, dan como resultado un bienestar al que identifican como felicidad". En la Argentina, cobran relevancia la sociabilidad, los afectos y la posibilidad de compartir con los otros.
Si bien los argentinos se reconocen en algunos defectos, la capacidad de reinventarse, de seguir adelante pese a los avatares del país, es una virtud distinguida en el mundo.
Por Mónica Soraci
Ilustraciones: Rodrigo Suárez
Actividad física: qué hacer
"A fines de los 90, la gente iba al gimnasio en primavera para bajar la panza, y la franja etaria estaba entre los 20 y los 25 años; hoy, en cambio, la edad promedio se acerca a los 40, con un 11% de población mayor de 55 años -refiere Javier Petit, gerente de Megatlón-. En la última época advertimos que muchos buscan sentirse mejor, lograr mayor energía, evitar el estrés; la gente también acepta las actividades que unen lo físico con lo espiritual." El método Pilates, el yoga, el aqua gym, el spining, dice Petit, son las propuestas de mayor auge en el último tiempo.
Según la American Heart Association (AHA), nunca es tarde para empezar. Algunos consejos de esa institución son:
-Aunque se tenga poco tiempo, es mejor moverse un poco que estar inactivo.
-Lo ideal: entre 30 y 60 minutos por día, la mayor cantidad de veces por semana.
-Para lograr beneficios saludables, especialmente para el corazón, no es necesario el ejercicio vigoroso. Caminar, por ejemplo, es una buena opción.
Comer sin apuro
Además de realizar una dieta variada, es importante tener en cuenta:
* Reducir la cantidad de grasa y calorías optando por carnes magras.
* Comer porciones pequeñas y respetar las cuatro comidas diarias.
* Tomar mucho líquido.
* Reducir el uso de sal para condimentar los alimentos.
* La comida casera siempre es más saludable. Si no se tiene tiempo de cocinar, es preferible hacerlo una vez a la semana, y guardar porciones en el freezer para tenerlas siempre a mano.
* Darse tiempo para comer tranquilo.
Fuente: www.nih.gov
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1050466