A los ochenta y nueve, el físico, filósofo y epistemólogo argentino Mario Bunge trabaja siete horas diarias (incluidos los sábados y los domingos) escribiendo libros y artículos, y dando clases de lógica y metafísica en la Universidad McGill. Rita Levi Montalcini, que acaba de cumplir los cien, alterna su tarea en el laboratorio con su función como senadora vitalicia de Italia.
Nora Bär
La Nación
Miércoles 12 de noviembre de 2008
Casos como éstos y muchos otros sugerían que los efectos del calendario son relativos a la hora del trabajo intelectual. Pero ahora un estudio de investigadores canadienses acaba de confirmarlo. Titulado "Efectos del envejecimiento en la productividad de los científicos" ( http:// arXiv.org/abs/0810.4292; 2008 ) muestra que los investigadores que están entre los 50 y los 60 publican por año el doble de papers que sus colegas que rondan los 30, y que éstos también son más citados que los de los jóvenes.
El grupo, liderado por Yves Gingras, analizó los patrones de publicación de 13.680 profesores de Quebec entre 2000 y 2007, y llegó a la conclusión de que los científicos que peinan canas son por lo menos tan productivos como los jóvenes, o más, tanto en las ciencias "duras" como en las humanísticas. "No deberíamos subestimar al investigador maduro", dice Gingras, historiador de la ciencia.
Según esta investigación, la primera en su tipo, la productividad científica aumenta hacia el final de la tercera década de vida y comienzos de la cuarta. Luego, sigue creciendo a un ritmo más lento entre los 40 y los 50. A los sesenta, los profesores activos continúan produciendo alrededor de tres trabajos por año. El factor de impacto (calculado a partir del número de veces en que son citados) también aumenta para los científicos de más edad.
Hay quienes se preguntan, sin embargo, cuántos de los trabajos analizados son revisiones y cuántos, hallazgos originales, y cuál la contribución de los estudiantes en la producción de investigadores que están en el pináculo de su carrera. Hasta que estos detalles se aclaren, la investigación de Gingras y colegas indica que la creatividad no es un privilegio de los jóvenes y que, al menos en la ciencia, hay vida después de los sesenta...
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