Gerontología - Universidad Maimónides

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La fascinación por vivir una aventura fascinante: Nuestra Propia Vida.

Lo que me fascina de la vida, es que he tratado de vivirla intensamente, casi sin mesura, recogiendo en mis viajes, cada “rosa”, cada semilla que traje desde Itaca, paraíso de ilusión, que enterré y floreció en mi ribera, en mi casa, en mis paisajes compartidos… aquéllos del amor, de las caricias de las palabras, de hijos, de nietos. Esos otros y Otros con los que conjugué verbos, en presente , pasado y futuro, en un espacio sólido… profundo, cierto.

Umberto Eco decía: “la ética comienza cuando los demás entran en escena”, lo escuché también de un amigo cabalista, que iba por el mundo descubriendo secretos, enseñando misterios…se llamaba Theo y me dejó muchísimas preguntas en torno al ser, a quién somos, a quién soy, a lo que quiero, abriéndome nuevos enigmas frente a:
Nosotros, los viejos, los de la resiliencia y los otros, los de la vulnerabilidad.
Ser viejo, dice Paco Maglio “es aquel que no ama, no sonríe, no interroga, no se sorprende”… no busca el amor, ni amar ni ser amado, ha perdido el humor, no se cuestiona porque se piensa sabio, no escucha el canto de los juglares juveniles porque envidia su juventud, su voz, sus metáforas, volviéndose contra ellas, no sueña porque no ilumina de imágenes su descanso, adelantándose al futuro con proyectos con sentido, dándole nuevos recorridos entre reminiscencias.
En medio de una existencia vacía, de la que tanto hablara Víctor Frankl, en su búsqueda del sentido de la vida, el hombre se torna ahuecado y débil, opaco, sin luz propia, sin brillo; enquistado en su sillón, mirando informativos y noticias, imágenes terroríficas que lo traumatizan.
Lo cual, unido a sus limitaciones y conflictos con el medio, lo llenan de inseguridades, cayendo en depresión y aislamiento.
Triste final, para un mítico héroe silenciado.
Aquellos que seguimos enamorados de lo cotidiano, que disfrutamos con la compañía de los otros, pasajeros de un tren, atravesando ríos de montañas, oasis de desiertos “en el curso de la vida,” con los cuales compartimos el ejercicio de aprender y de enseñar, de regocijarnos y gozar esa aventura fascinante, que nos con-mueve, que se trata de construir y recrear, justamente, nuestra propia vida…
Aquellos de las sorpresas frente a lo estético, que miramos los días a la manera de Gauguin frente a su lienzo blanco y virginal, imaginando, soñando, enlazado con la naturaleza, para poder ser creativo y mostrándose en producciones insoslayables…
Los que en continuo proceso de rescate de nuestra interioridad, encontramos nuevas inquietudes, para que en una resignificación compartida en grupos, podamos pensar que la vida también tiene un sentido en la trascendencia de la finitud, en los parámetros de un imaginario…
“Si no, matamos la muerte, para no matar la vida”…
Si creemos que el legado espiritual merece ser dejado a nuestros seres queridos, estamos convencidos que los grupos de reflexión, de información, de intercambios socioculturales, sirven para poder acompañar a las personas que quieren producirlo, a partir “de cosas dignas que pueden ser leídas o hacer cosas dignas que puedan ser escritas”, miradas, escuchadas, sentidas, pensadas…
Entonces, creo que escribir acerca de lo vivido, es enseñar acerca de lo logrado.
Borges decía:
“Me moriré cuando muera el último que me recuerde…”
Si pudiéramos vivir fascinados por la aventura fascinante que implica el deleite del dominio de nosotros mismos, sin candados mentales, enponderándonos de nuestra existencia…
Y si acaso entreabrirnos en proyectos ilusionantes…
Seguramente ,habría menos moribundos, menos mortajas y más sabios por advenir!.

María del Carmen Francese.
zamanthaf@hotmail.com
Licenciada en Psicología
Psicoanalista