En tres años la habilitación de geriátricos en Rosario creció más del 30%. De 100 instituciones registradas que había en 2006 hoy existen 132, a las que hay que sumarles una centena de establecimientos que funcionan de manera irregular.
31-10-09 | Por Florencia O'Keeffe / La Capital
Institucionalizar a los ancianos se ha vuelto un recurso muy común en un contexto donde la expectativa de vida es más larga, las familias pasar demasiado tiempo afuera de la casa y viven en espacios más reducidos.
Sin embargo, distintos especialistas en gerontología aseguran que existen otras opciones, más saludables para el adulto mayor e incluso más económicas. Los asistentes gerontológicos —personas capacitadas para atender a los ancianos en su hogar—, los centros de día (instituciones de medio tiempo), las actividades que se ofrecen en los entros de jubilados, son algunos de los recursos válidos que dan contención, aunque son desconocidos por la mayoría.
“No es inevitable llevar a un adulto mayor a un geriátrico. Hay situaciones límite donde no existe opción, es cierto, pero en general, es posible echar mano a otras alternativas”, señala Inés Ceballos, trabajadora social y directora de la Escuela de Gerontología de la Municipalidad de Rosario. Justamente en ese lugar donde se forma a cuidadores o familiares en el abordaje de la ancianidad, se trabaja con la política de que el geriátrico sea el último recurso.
Desde hace 18 años la escuela ofrece capacitación en la tarea de acompañar, cuidar y atender a ancianos dependientes pero también a los que se pueden manejar aún por sus medios pero requieren compañía. “Se abarcan todos los aspectos, lo biológico, lo social, lo psicológico, lo médico, lo psicosocial y también lo relacionado con el ocio y el tiempo libre”, explica Ceballos, dando cuenta de la complejidad de lo gerontológico. El asistente no reemplaza al médico ni al enfermero, es más bien un acompañante calificado.
Emociones. Contratar a un asistente las horas de la jornada que sean necesarias, puede aliviar a la familia que debe seguir con sus actividades cotidianas mientras el anciano permanece en su hogar. “La casa sigue siendo el mejor lugar del mundo”, destaca Alcides Arrabal Amato, médico gerontólogo, titular de la carrera de Gerontología de la Universidad Católica Argentina, quien a su vez es director de un geriátrico.
“Por mejor atendido que esté un adulto mayor nada se compara al hecho de estar rodeado de sus cosas, de lo que construyó, de sus recuerdos. Lo emocional tiene un impacto directo en lo biológico, por eso, un ser humano deprimido y angustiado, que además tiene los problemas propios de la edad, es candidato a enfermar más rápido y de manera más severa”, comenta Amato, y agrega: “La problemática afectiva y social del anciano suele ser más grave que el problema médico”.
Graciela Booth, psicóloga, da su mirada: “No estoy de acuerdo con internar a una persona en un geriátrico. La primera pregunta que deberíamos hacernos es si ese hombre o mujer quiere vivir en una institución. La segunda es si realmente no tiene otro lugar donde estar, porque no posee recursos materiales, bienes o casa propia. La tercera es si padece alguna patología invalidante por lo cual necesita por un tiempo o para siempre atención médica permanente”, destaca la codirectora del Instituto de Psicogerontología del Colegio de Psicólogos de Rosario.
Hechos estos planteos, Booth explica que “la persona mayor y su familia constituyen una sola cosa y ante el hecho de llevarlo a un geriátrico es preciso que imperen el respeto y la comprensión mutua de la decisión”. La psicóloga reconoce que ante la imposibilidad de tomar otro camino, la elección del lugar debe hacerse “con calor humano y normas flexibles, en un lugar al servicio de la vida”.
Movimiento familiar. Para los hijos o nietos que deben decidir el destino de un adulto mayor la “tarea” no es fácil. La culpa suele ser un sentimiento frecuente con el que tienen que lidiar. Pero sin dudas quien se lleva la peor parte es el anciano. Es el que sufre los cambios, el que deberá adaptarse a un nuevo ritmo de vida y el que padece la pérdida de lo cotidiano, coinciden los expertos. Los demás integrantes de la familia suelen tener más sostenes emocionales (trabajo, amigos, deportes, esparcimiento) y eso les permiten soportar la situación; en cambio, para el adulto mayor, el sostén más importante es la familia, a veces es su único apoyo y por eso el ingreso a un geriátrico implica una gran pérdida.
Si se evaluaron todas las alternativas y finalmente el anciano debe permanecer en una institución, es fundamental que la familia lo vea regularmente. Al principio, sugieren, las visitas deberían ser diarias.
Inclusión. Hay una etapa previa, que no todas las familias reconocen, en la que la inclusión del adulto mayor es fundamental y es necesario estimularla. “Es importante el mantenimiento de los vínculos con los amigos y compañeros del estudio o del barrio, las asistencia a centros de jubilados donde puedan socializar y realizar talleres, las tareas de voluntariado si les gustan, la concreción de alguna actividad postergada. Todo lo que implique un espacio de recreación o reflexión con los pares brinda la posibilidad de desenvolverse mejor en sus actividades cotidianas, en su independencia y autovalidez, lo que no sólo es favorable para el anciano sino para todo el grupo familiar”, agrega Booth.
Cuando el adulto mayor no puede estar solo, el centro de día aparece como un recurso más que interesante. Es un espacio de corta estadía en el cual pueden participar de diversas actividades y luego retornar a su domicilio. La Municipalidad de Rosario tiene tres centros y hay algunos privados.
En el caso de que existan enfermedades que impidan al anciano desplazarse, se puede echar mano a la atención a domicilio. En este punto hay que tener presente que un asistente o acompañante no debe ocuparse de atender al anciano con el objetivo de aislarlo o “sacárselo de encima a la familia” sino por el contrario, y dentro de las limitaciones y las indicaciones médicas, estimularlo para que tenga una vida lo más activa posible. Vivir más y mejor, más que un anhelo es un derecho.
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