Tienen más de 74 años, pero conservan la curiosidad por estudiar y aprender y la voluntad para hacerlo. Para los especialistas, ya hay una cuarta edad, aquellos que rondan los 80 o más, a la que en condiciones de vida favorables llega cada vez más gente. Y también remarcan que realizar una actividad luego del retiro mejora la autoestima y la calidad de vida. En 20 años, en el país se duplicará el número de personas mayores de 65 años, y se triplicará el de mayores de 80.
Por Paola Papaleo
Perfil
01-11-2009
La imagen del abuelo que sólo se dedica a pasear a sus nietos o que ocupa un lugar relegado dentro del entorno familiar, quedó antigua. Su rol dentro del contexto social está cambiando y hoy, la mayoría de quienes tienen más de 70 años, disfrutan de una vida activa.
“Yo creo que uno tiene que seguir aprendiendo siempre si no quiere decidir que bajó la persiana y se le acabó la vida, porque el hecho de sumar años no tiene tanta importancia como el de seguir viviendo” asegura Heriberto Bargiela que a sus 74 años toma clases de natación . También juega al golf, toca el piano y arma rompecabezas de doce mil piezas. “Yo no estoy aburrido nunca, no tengo tiempo” dice.
Carlos Pugach, un comerciante jubilado de 78 años, todos los miércoles viaja dos horas para llegar desde Castelar hasta el Planetario donde asiste al curso de Astronomía. “Lo que uno disfruta no causa molestia, es un placer” cuenta y agrega que eligió ese curso porque “me interesó por esa curiosidad de aprender, y estoy descubriendo algo nuevo”.
Según la Dra. Sara Iajnuk, médico geriatra y miembro de la Comisión Directiva de la Sociedad Argentina de Gerontología y Geriatría (SAGG), la imagen de la vejez cambió desde hace dos décadas y en los próximos veinte años se duplicará el número de personas mayores de 65 años y se triplicarán los mayores de 80, con el objetivo de alcanzar la edad biológica del ser humano que se considera en los 120 años.
Longevidad. El término “Tercera Edad”, explica la Dra. Iajnuk, “es una construcción social que comenzó a circular hace algo más de cuatro décadas cuando la expectativa de vida se consideraba alrededor de 72 años”. En la actualidad los especialistas en gerontología coinciden en hablar de una “Cuarta Edad” que agrupa a los que orillan los 80 años o más, que en Argentina son 800 mil personas, y observan también un crecimiento de los “Centenarios”, dada la mayor esperanza de vida.
La demanda de los mayores de 70 por aprender está creciendo a un ritmo mayor que la oferta docente, por lo que la SAGG debió organizar un curso para profesionales interesados en dar respuesta a esta situación. “Si bien es cierto que cambia el ritmo, se hace más lento y se necesitan más refuerzos, no hay límite de edad para aprender, se lo puede hacer durante toda la vida, pero para ello la motivación es lo fundamental, ya que la autoestima se eleva en cada logro” explica Iajnuk.
A pesar de haber trabajado durante 56 años en la fábrica de tornos para dentistas que creó junto a su marido, Sabina Mark aún sigue levantándose a las 7.30 para ir a la oficina. “Vengo al negocio como una distracción, es una excusa para levantarme y arreglarme para salir” confiesa. Fue este trabajo el que, a sus 82 años, la enfrentó a un nuevo desafío: la computadora. ¿Es una ciencia tan importante que yo no pueda aprender?” se preguntó, y así fue como comenzó a tomar clases particulares y hoy se comunica con su familia por correo electrónico, busca en Google y hasta baja fotos de su galán preferido, Marcello Mastroianni.
Realizar una actividad de aprendizaje es, para muchas personas, el camino que encuentran para superar el trauma que les genera haber terminado su etapa laboral. Como explica la Dra. Iajnuk, “la jubilación es un motivo de depresión, especialmente para aquellos que fueron obligados, y la pérdida del rol es significativa para los que no se prepararon para ella”. Carlos Ramusio Mora es profesor de Letras. Este año, a sus 78, comenzó tres cursos: Política Moderna, Filosofía e Historia del jazz, en los que encontró su lugar no sólo para aprender sino para ser escuchado e intercambiar opiniones. “Antes de llegar a la edad de jubilarse, ya hay que prever qué es lo que uno quiere hacer luego”.
Beatriz Desá siempre llevó una vida rutinaria, trabajó como docente y se dedicó a cuidar a su madre. Cuando se jubiló trabajó como administrativa durante catorce años, y hace poco se retiró. A los 77 años comenzó a tomar clases de teatro leído y actuado en el Palacio Paz con un grupo de nueve personas mayores de 70. “Me entretiene y me obliga a tener activa la memoria” asegura. Además, toma clases de gimnasia acuática y es voluntaria en el Hospital Militar. “Lo peor que puede hacer el ser humano es quedarse cruzado de brazos esperando la muerte”, define.
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