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Sandunga!, un espectáculo que transgrede todas las reglas



El nuevo espectáculo del “Ballet 40/90” – conformado por mujeres mayores de 40 años sin formación previa en danza – vuelve a demostrar que tiene sentido desafiar las fórmulas probadas de éxito, sobre todo cuando se pone el alma y el cuerpo en función de una búsqueda estética y ética. Hasta fin de mes, todos los viernes a las 20.30 en el Teatro Empire.

Ni jovencitas desnudas, ni eximios bailarines mirando al horizonte, ni viejitos bailando en ronda, Sandunga es un espectáculo que con profesionalidad, pasión y alegría hacen casi 60 mujeres mayores de 40 dirigidas por la coreógrafa Elsa Agrasss, quien hoy tiene 85.

“Veníamos ensayando el espectáculo cuando me puse a tararear un tema que recordaba que cantaba mi mamá cuando tenía 8 años. La canción era Sandunga. Investigué un poco y supe que venía del folklore mexicano. Hay distintas opiniones sobre lo que es la palabra. Hay quienes dicen que se trata de una embrujadora, otros dicen que es una fiesta. Como sea, busqué versiones, las incorporé al espectáculo y decidí que se iba a llamar así”, le cuenta a Télam Elsa Agrass.

En el teatro completamente oscuro se escucha la primera versión de Sandunga, en la voz de Lila Down. Inmediatamente después suena otra versión, mucho más alegre. Se encienden las luces y las bailarinas en lugar de estar sobre el escenario, se encuentran sobre los pasillos del teatro, rodeando a los espectadores. Vestidas con vistosos colores y sacudiendo pañuelos suben al escenario donde realizan la primera coreografía.

A partir de allí, y durante algo más de una hora y cuarto, el teatro se convierte en una fiesta. Las 59 bailarinas circulan por escenario con varios cambios de vestuario sin dejar ni un intervalo. Valses, tangos, polcas, tap, joropos, cumbias, y La Sandunga, son los ritmos de los veinte temas que bailan e interpretan sin descanso.

“El ritmo es vertiginoso. Eso asombra mucho porque como somos mayores la gente tal vez espera que bailemos el minué - dice con ironía y agrega - Hemos visitado algunos lugares donde bailan personas mayores, y todo se hace con una formalidad que aburre. Nosotros lo tomamos seriamente, pero desde otro lugar. Yo le digo siempre a las chicas que se diviertan pero con seriedad. Hay una regla que es de hierro: hay que aprender. Yo no hago regalitos, ni ronditas, acá se hacen pasos difíciles. Tiene que haber búsqueda y compromiso”.

Para Adelia Tapia, una de las bailarinas, la clave del éxito del espectáculo es que “se genera un clima con el público muy impresionante. La gente se entrega a disfrutar, hay una complicidad con nosotras, bailan, cantan, se dejan pintar. Nosotras somos felices sobre el escenario, y eso se transmite”.

El Ballet 40/90 nació hace 14 años en la cabeza de Elsa. Ella había bailado hasta los 42, y cuando falleció su papá no quiso hacerlo más. No obstante continuó haciendo actividades relacionadas con armonizar su cuerpo y su alma, pero se había apartado de la enseñanza. Un día, cuando ya había cumplido los 70, despertó con la idea de formar un ballet.

“La único que tenía claro era que quería convocar a personas que no tuvieran ninguna formación en danza. Hablando de la idea con un amigo que tiene un café-bar en Plaza Serrano, Eugenio Ramírez, me ofreció el espacio para comenzar. Así hice la primera convocatoria para un sábado a las 11 de la mañana – recuerda- Había sol y me senté en el escalón del bar a esperar. En eso vinieron dos mujeres muy arregladas que querían ver la clase. Yo les expliqué que no había nada que ver, que ellas tenían que bailar”.

Las dos señoras se fueron, vinieron otras y con el tiempo se conformó un grupo más o menos estable de 15 miembros. “Propuse hacer una muestra y después de un tiempo les dije de hacer una temporada. Primero se resistieron, pero después aceptaron y desde entonces no pasó una temporada sin que se presentaran”, cuenta.

Con mucha sabiduría, un gran sentido estético y poco respeto por el conocimiento sistemático y metódico, Elsa fue creciendo junto al grupo a tal punto que hoy afirma: “Más que yo crear el ballet, el ballet me creó a mi. Yo aprendí mucho de todas las mujeres que fueron pasando por el grupo. Siempre me manejé con la idea de que las personas tienen que poner lo suyo. Si se me ocurre algún paso o coreo les pido a las chicas que lo hagan. Entonces las miro y en lugar de imponer mi idea, tomo la de ellas, y desarrollo lo que tienen. Es una aventura, y es mucho más interesante.”

Se podría decir que Aleida llegó al ballet de casualidad, si es que éstas existieran. “Vi un flash en televisión del ballet que me llamó la atención por el colorido. A los pocos días leí una nota en un diario. Yo estaba viajando a Brasil y pensé que a la vuelta me iba a contactar. En el aeropuerto me encontré a una conocida que hacía mucho que no veía, y después de charlar un rato, sacó un volante y me invitó a verla al teatro: ¡estaba en el ballet!”, recuerda.

Fue a ver el espectáculo y no la defraudó. A principio de este año se anotó en el ballet, tenía 62 años y no había bailado nunca. “En el primer ensayo al que asistí, lo que más me llamó la atención fue que nos hicieron caminar y movernos en un ritmo y descubrí cuán sensuales eran todas las mujeres. Cada una tenía una forma de moverse y de ser muy femenina, a pesar de la edad. Porque los medios te imponen que la sensualidad y el erotismo son exclusivos de los jóvenes y de los lindos”, afirma.

A meses de aquel comienzo - con mucho esfuerzo y dedicación - Aleida es una de las bailarinas de Sandunga. “En este tiempo me volví más expeditiva. Hubo un cambio muy profundo en mi vida, me relacioné con el mundo y conmigo desde otro lugar. Me di cuenta de que hay muchas cosas que uno puede hacer, que no hay límites”, cuenta.

Y concluye: “El ballet es un espacio que permite despertar la capacidad artística y creativa que cada uno tiene dormida. Es una invitación a la vida, a honrar la vida. Y en el espectáculo no sólo transmitimos esto que nos pasa a nosotros, sino que también invitamos al espectador a sumarse”.

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