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Los mayores de 60 pierden el miedo a divorciarse

Muchos se casaron jóvenes y por la Iglesia -ellas de blanco inmaculado-, convencidos, entonces, de que era para toda la vida. Hoy, superados los 60, le han perdido el miedo al divorcio, y prueba de ello es que, en los últimos años, no han parado de crecer las rupturas matrimoniales entre los que ya están jubilados.

Noticias EFECarlos Mínguez
viernes 23 de abril de 2010

Según datos -los últimos al respecto- en poder del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2008 los divorcios y separaciones de parejas en las que ambos cónyuges tenían más de 60 años de edad fueron 5.338, frente a los 3.868 de 2005, cuando entró en vigor el llamado "divorcio exprés".
Puerto Gómez, trabajadora social y vicepresidenta de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, recuerda que las estadísticas del Inserso hablan de un 4% de hombres y mujeres que, superados los 60 y después de décadas de vida en pareja, deciden poner fin a su matrimonio.
"Se separan los hijos y se están separando también sus padres", afirma, en conversación con Efe, Juan Luis Rubio Azcue, presidente de la Asociación de Padres de Familia Separados. "Siempre ha habido casos, pero sí es verdad que se han incrementado en los últimos años. Se ha perdido el miedo, porque los mayores también se han dado cuenta de que un divorcio es algo normal".
Luis Zarraluqui, presidente de uno de los bufetes de abogados de familia más prestigiosos y más antiguos de España, confirma, desde su dilatada experiencia, que ese temor se ha debilitado en una generación de españoles que fue educada en el "contigo pan y cebolla" para siempre y que pasó por la vicaría en un momento en el que el divorcio era pecado y estaba prohibido por las leyes.
"Cuando el divorcio se aprobó en España, hace unos treinta años, era algo exótico. Ahora está a la orden del día, ha penetrado fuertemente en la sociedad española. ¿Quién no tiene un divorciado en su entorno? Todos nos hemos acostumbrado a ello. Los mayores también, y le han perdido el miedo a lo desconocido", reflexiona Zarraluqui.

CULTURA DEL DIVORCIO
María Luisa Pérez Caballero, coordinadora del Centro de Apoyo a la Familia "Mariam Suárez", una iniciativa de la Consejería de Familia y Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid, abunda en esa misma idea. "Por común, ya no se vive de una forma tan traumática. Hemos entrado en la cultura del divorcio", afirma.
Muchas son las causas que explican el aumento de las rupturas matrimoniales entre los españoles de más edad, pero hay coincidencia en señalar, entre las principales, la mayor esperanza de vida -superar los ochenta ya no es una rareza- y una conciencia creciente en las mujeres de que es posible liberarse de un marido mezquino y, en algunos casos, maltratador.
"Para muchas mujeres, pasados los sesenta, el divorcio es una opción de libertad, de vivir en paz, sin sobresaltos, sin tener que soportar situaciones de obediencia ciega en la última etapa de la vida", destaca a Efe Ana María Pérez del Campo, presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas.
Y es que son precisamente las mujeres las que, en líneas generales, "en ésta y en otras edades", suelen tomar la iniciativa, observa Luis Zarraluqui. "Son más valientes", insiste.
María Luisa Pérez Caballero también lo cree así. "A nuestra sede -afirma- suelen venir más mujeres que hombres en demanda de información, cuando los conflictos de pareja que han estado latentes durante años se agudizan", casi siempre tras la jubilación del marido.
"La jubilación del hombre, normal o anticipada, es un enemigo declarado de la convivencia de la pareja", apunta el abogado Zarraluqui. "Es un momento difícil para muchos hombres, en el que da comienzo una nueva etapa vital y en el que la desorientación puede ser total", comenta Juan Luis Rubio Azcue, presidente de la Asociación de Padres de Familia Separados.

EXCESO DE CONVIVENCIA
Un "exceso de convivencia" puede acentuar "lo que viene fallando desde hace tiempo", recalca Rubio Azcue. "Lo mismo pasa en las vacaciones de verano; en septiembre, siempre aumentan las demandas de divorcio", agrega.
"A partir de la jubilación del marido -interviene María Dolores Ortiz, psicóloga especializada en gerontología- se produce una importante reestructuración de roles en la pareja, que puede superarse si los vínculos son sólidos, aunque también puede derivar en situaciones de conflicto. Unas veces deriva en una segunda luna de miel y otras en un auténtico calvario".
Ana María Pérez del Campo habla, además, de la resistencia de muchos hombres a "aceptar la vejez, lo que les impulsa a demostrarse a sí mismos que son todavía capaces de conquistar" a mujeres más jóvenes. Son hombres que no quieren ni oír hablar de jugar a la petanca y que, con la ayuda de una píldora de color azul, tampoco renuncian a los placeres del sexo.
Para la vicepresidenta de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, Puerto Gómez, la influencia negativa de la jubilación "es un mito". "Si durante la vida laboral -comenta- el hombre no ha cultivado otras cuestiones importantes, como el ocio, los amigos, las relaciones familiares, de pareja..., si no se ha preparado para la nueva situación, es fácil que se produzcan alteraciones de ánimo que deriven en conflictos. Pero no necesariamente".

MEJOR LA MUJER QUE EL HOMBRE
En general, hay una opinión coincidente en reconocer que las mujeres afrontan mejor que los hombres su nueva situación de separadas o divorciadas, y son excepcionales las que buscan una nueva pareja. "Rehacer la vida a esa edad, no nos engañemos, es muy difícil, para ellos y para ellas", opina Luis Zarraluqui.
"Una ruptura, en cualquier edad, es siempre traumática, su superación depende de la actitud de las partes y de su madurez emocional. Las mujeres pueden tener un problema añadido, el económico, pues, como casi todas las de esa generación, sólo han trabajado en el hogar", recuerda María Luisa Pérez Caballero.
En cualquier caso, para la mujer "suele ser una liberación" y, en función de los apoyos familiares y sociales que tengan, "no vivirán la nueva situación de soledad como una carga", insiste. "La soledad -apunta la psicóloga María Dolores Ortiz- no es mala en sí misma. No es lo mismo sentirse solo que vivir solo. La soledad también se puede vivir en pareja".
Aunque al mencionado centro de ayuda familiar de la Comunidad de Madrid han acudido, en demanda de información y consejo, algunos hijos que son conscientes de los problemas conyugales de sus padres, y que creen que lo mejor para ellos es divorciarse, lo normal, advierte el abogado Zarraluqui, es que "se asuma peor que en la infancia".
"Los niños -dice- tienen una enorme capacidad de adaptación a las nuevas situaciones. A los adultos lo único que les preocupa es que la separación de sus padres les caiga encima, que repercuta en su apacible vida. El egoísmo del ser humano no tiene límites".

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