Gerontología - Universidad Maimónides

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Salud pública

Los presupuestos para las guerras casi nunca se discuten, la carrera armamentista nunca para, los "gastos reservados" se reservan (valga la redundancia) en total secreto para no irritar a las masas, los despilfarros demagógicos de festejos y eventos deportivos son aprobados velozmente. La educación y la salud, en cambio, son casi siempre furgones de cola en el tren de las prioridades. Y, a pesar de los discursos y declaraciones encendidas de fervor de los gobiernos, la sociedad observa consternada la falta de medios en muchos hospitales, el desmantelamiento y deterioro de escuelas públicas e incluso la no apertura en término de muchos colegios, que a más de un mes del inicio de clases continúan cerrados, causando perjuicios múltiples a grandes sectores de la clase media que no pueden afrontar la cuota de un establecimiento privado de enseñanza.

Por Enrique Pinti
La Nación
Domingo 25 de abril de 2010

Esto ocurre aquí y ahora, pero no es el único lugar en el mundo donde hay que lamentar la situación de abandono de vastos sectores desamparados. Los perpetuos ajustes han privado de atención médica adecuada a treinta millones de norteamericanos. El presidente Obama prometió en su campaña electoral reformar el sistema de salud. Todos sabemos la respetable cantidad de votos populares que lo llevaron en andas a la Casa Blanca. Sucede que los que lo votaron no sólo no ignoraban, sino que apoyaban una reforma que era uno de los puntos mas sobresalientes de su plataforma política. Sin embargo, la también respetable minoría opositora ha declarado antes y ahora que no permitirá semejante desembolso de miles de millones de dólares que, según ellos, arruinaría al país más poderoso del mundo. O sea que, para que no falten los miles de millones necesarios para guerras e invasiones, treinta millones de ciudadanos (para la población de Estados Unidos, una minoría, pero tan respetable como cualquier otra y mucho más numerosa que otras) seguirían en situación crítica, a merced de enfermedades y dolores psíquicos y físicos sumamente crueles. Uno trata de entender y no puede. Claro que no se trata de que la mayor potencia quede indefensa y vulnerable a ataques enemigos, pero ¿importan tan poco esos millones de ciudadanos, iguales, en el derecho, a la vida a los que tienen cobertura médica? ¿No es una contradicción grave esta que admite la muerte de individuos que con un poco de solidaridad social podrían, si no curar la enfermedad, por lo menos mejorar su calidad de vida?
En principio, la reforma ha sido aprobada, y Estados Unidos se suma al fin a la inmensa mayoría de países industrializados y capitalistas que tienen planes universales de salud; y debemos decir que los problemas económicos de esos países son prácticamente iguales a los de Estados Unidos. Es que los verdaderos enemigos de las economías son la corrupción y la codicia excesiva y no la salud ni la educación públicas. Ojalá la experiencia sea válida a mediano plazo y pueda convencer a la sociedad norteamericana de que proteger a su pueblo con un seguro médico para todos no tiene nada que ver con el comunismo y que, mas allá de cualquier ideología, lo primero es lo primero y un pueblo sano y educado es el mejor reaseguro de la reconstrucción del tejido social, tejido que se descompuso en forma brutal con las guerras e invasiones, que devuelven soldados traumatizados, drogados y con un incremento peligrosísimo de la violencia, tanto familiar como social.
Nosotros tenemos el sistema, pero no funciona como debería, y muchísimos ciudadanos se encuentran indefensos ante enfermedades de todo tipo. Sería hora de que se hiciera algo más que discursos para poder resolver de una vez por todas la dramática situación social que la pobreza y la falta de recursos causan.
En vacunaciones y tratamientos de enfermedades de niños y ancianos, los tropiezos, engorros burocráticos y desorganizaciones varias que deben pasar los ciudadanos son innumerables, y de ello da cuenta la crónica diaria. Las leyes están, las normas también. Falta la efectividad, que no es una utopía.
"Lo primero es la salud", decían las viejas en mi infancia, y el setentón que esto escribe pudo ver hospitales modelo bien instalados y con todo el adelanto posible en los años cincuenta. Se puede recuperar aquello; se conversa mucho y se cumple menos de lo que es necesario. Mientras se gaste en lo que menos importa el problema será el mismo acá, en EE.UU. o en la Cochinchina.

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1257551&origen=NLRevis

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