“En mi época, no nos interesaba la política”
A sus 100 años, todavía lee el diario todos los días, analiza la realidad y rememora sus tiempos pasados, desde su juventud hasta el presente. Eduardo Pereira nació en febrero de 1910, con el Centenario del país, y hoy puede presenciar por televisión los festejos y las actividades por el Bicentenario. Cuando cumplió los 100, el partido de San Martín, donde vive, lo declaró ciudadano ilustre y puede mostrar orgulloso la foto junto al intendente Ricardo Ivoskus. “La gente me quiere, pero para eso, hay que tener transparencia y honestidad”, sentencia y cuenta que cuando fue gerente en la empresa pública de energía era fácil caer en la tentación de la corrupción, pero él dice “nunca haber aceptado un sobre”.

Verborrágico, tranquilo y agradecido por haber “disfrutado tanto de la vida”, Eduardo pasa sus días junto a su esposa Nelly, de 91, con quien se casó hace ya 70 años. “Era nueva en el barrio, salía a pasear con tres amigas y la elegí a ella. Nos gustaba mucho bailar tango; una vez nos invitaron a un concurso y ganamos”, afirma Eduardo, que hace dos años casi no sale de su departamento en el centro de San Marín.

“Los tiempos cambiaron mucho, mis épocas y las de ahora son el día y la noche”, dice al hacer una comparación con aquellos años. Al contrario de lo que podría creerse, Eduardo asegura que cuando era joven, él y sus amigos tampoco se interesaban mucho en política. “Hablábamos mucho de fútbol. Yo siempre ayudé a la comunidad, pero nunca quise meterme en política, me ofrecieron muchas veces afiliarme y nunca acepté” señala y agrega: “Antes había tres partidos: conservador, radical y socialista; ahora se inventan nombres y cambian todos los días”.

Eduardo es tajante: “Los jóvenes de ahora hacen lo que quieren, a mí me gustaba más cómo se vivía antes, en mi época”.

“La escarapela, en la escuela, era obligatoria”

Aunque aprendió inglés de grande, la pronunciación de Angela Ester Sebastián de Murray es perfecta, y británica. Es que su marido era escocés, lo conoció en un baile organizado por la iglesia evangélica Saint Saver, y gran parte de su vida laboral la pasó en el frigorífico Anglo. Además, fundó una escuela bilingüe, la Saint Thomas More, que tuvo, según cuenta, el primer jardín de infantes del barrio de Belgrano. A los 99 años, en noviembre cumple 100, sigue igual de coqueta. No se muestra muy conforme con que le saquen fotos sin haber ido a la peluquería y lamenta no poder usar tacos.

Lo que más recuerda de las fechas patrias de su niñez son los desfiles de las fuerzas armadas. “Duraban horas, y todos los esperaban con mucha anticipación”, añora. La escuela también era un lugar de festejo. En el colegio de Barrio Norte al que asistía, todos los 25 de mayo servían chocolate caliente a todo el mundo. La escarapela era obligatoria. “Si no la tenías, te ponían una mala nota”, afirma. Y agrega: “La gente es más indiferente ahora; si el feriado coincide con un fin de semana largo, lo único que piensan es en irse disparando a la costa”.

Tita, como le dicen, opina que la sociedad de su infancia y su juventud era demasiado cerrada. “Antes, si no te habían presentado, no te dirigían la palabra. La gente es mucho más abierta ahora. Eso es mejor”, considera. Sin embargo, también señala que eso tiene una parte negativa: “A veces los jóvenes de ahora son muy atrevidos y un poco irrespetuosos, incluso entre ellos”.

A pesar de todo, en su juventud, Tita se salía del estereotipo conservador de su barrio. Mientras la mayoría de las jóvenes querían conseguir un muchacho para casarse, ella ni siquiera quería estar de novia. “Me divertía más yendo a los bailes con mis amigas. Conocíamos un montón de muchachos, pero sin compromisos.”

“Me encanta vivir otra fiesta patria”

Nació en Goya, Corrientes, y toda su vida trabajó en el campo, ordeñando vacas y cosechando algodón. Tuvo seis hijos, con uno se reencontró hace 50 años en Rosario; a los otros, no los ve hace varias décadas porque viven en distintos lugares del país y hace tiempo les perdió el rastro. “Me encantaría volver a ver a todos mis hijos”, asegura emocionada Fortunata Canteros, desde su sala del Hospital Geriátrico de la ciudad santafesina donde pasa sus días.

Su hijo Lucas tiene hijos y nietos que van mucho a visitar a Fortunata y ya se convirtieron en la principal alegría de su vida, que ya lleva 100 años. El 28 de octubre cumplirá los 101, rodeada del personal del hospital, que la quiere y cuida mucho, según afirma Liliana Oliva, jefa del servicio social del centro de salud. La licenciada en Trabajo Social también cuenta: “Es una mujer muy afable, sus pares la tratan como si fuera un chiche, la respetan mucho. Se comunica con sus pares, con paciencia, y siempre hay alguien que la ayuda para comer, podemos decir que está enterita”.

La mujer tenía menos de un año al festejarse el Centenario de la patria y tendrá 100 al pasar por el Bicentenario. Su infancia transcurrió entre la carencia y la simplicidad de la vida en el campo, hasta que, como tantos otros, llegó a la ciudad para intentar hallar un futuro y una vida mejor. “Me siento muy bien al poder vivir este segundo Centenario”, dice Fortunata, desde la habitación del hospital del que ya no sale. A pesar de los años que pasaron, todavía le pesa el dolor de haberse separardo de sus hijos, porque el padre escapó y ella no podía criarlos y mantenerlos. Fortunata nunca se casó, pero se mantuvo vital tantos años a fuerza de trabajo y buenos hábitos. Llegando a los últimos años de vida, sostiene: “Estoy contenta por estar rodeada de nietos y bisnietos”.

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