Gerontología - Universidad Maimónides

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Los mayores en el mundo de hoy

El planeta asiste a un hecho inédito en la historia de la Humanidad: el aumento en número y en porcentaje de los adultos mayores. Esto se empezó a notar a partir de la segunda mitad del siglo pasado y la prospectiva demográfica nos indica su prosecución, por lo menos en los próximos veinticinco años, que es lo que se anima a predecir la demografía en un mundo con cambios tan rápidos y profundos como el nuestro.

por el Dr Rene Knopoff


Esta población mayoritariamente no está incluída en el mercado laboral habitual.
Conjuntamente con esta situación, a partir de 1973 se produjo un cambio profundo en el sistema económico mundial y en nuestra escala de valores. El violento boom de desarrollo tecnológico de las comunicaciones, la situación demográfica mencionada con los consiguientes incrementos del gasto en servicios, el cambio ideológico de la concepción económica, que del Estado Benefactor, en el que eran un derecho el acceso y la utilización de los recursos para conservar y recuperar la salud, el acceso a la educación, a la adquisición y conservación del empleo, a la vivienda digna, a la salubridad ambiental, se pasó a un sistema económico social que los considera una responsabilidad individual.
Si esto es así, si ya no son un derecho de las personas sino una responsabilidad individual, la sociedad y, por ende el gobierno, ya no se sienten obligados a asegurar salud, educación, vivienda, trabajo y salubridad ambiente.
A partir de la caída del sistema soviético a fines del siglo xx, el sistema capitalista que impera en el mundo está representado por tres grandes modelos: el Japonés, el del Mercado Común Europeo y el Norteamericano. Los dos primeros son fuertemente proteccionistas para su economía interna y mantienen aun una fuerte red social, en especial el europeo.
En cambio, el modelo norteamericano apunta a liberalizar la circulación de bienes y servicios, si bien hace un rígido seguimiento de su intercambio, y tiene poco en cuenta la necesidad de una red social como un compromiso oficial asumido por el gobierno federal o estadual.
Lamentablemente nosotros, y muchos otros países, seguimos este último modelo, que desembocó en una disminución del nivel de salud poblacional con incremento de patologías que venían con tendencia decreciente, en un estancamiento del sistema educativo general, en la marginación y expulsión de una gran cantidad de personas del sistema laboral, con lo que los transforma en parias sociales, sin un lugar en la sociedad, indignos en la práctica de la consideración y estima familiar, que los conduce, al cabo de poco tiempo, a una sociopatía difícilmente recuperable.
En este marco, el acceso y la conservación de una vivienda digna fue una utopía, en especial para muchos jubilados que pasaron a constituir una nueva categoría social. Los pauperizados o nuevos pobres.
Tampoco la salubridad ambiental pudo recibir en este contexto los cuidados e inversiones adecuados.
De persistir este modelo, conduce a mayor exclusión social, lo que lleva a más gente fuera del ámbito laboral y fuera de aporte previsional, con más población sin jubilación ni recursos futuros, con deficiencias de salud, educación y vivienda.
Esto codujo a un crash en nuestro paìs en particular y en el mundo en general que asistiò, sorprendido, a un deterioro de sus valores sociales,lo que desembocò en la primera dècada del siglo 21 en una hecatombe economica que afectò a casi todos los paìses.
Urgente debemos cambiar el modelo, recrear la solidaridad, que la producción esté al servicio de las necesidades de la gente, que la formación de nuestros recursos humanos sirva para paliar las necesidades y requerimientos de nuestra población, para incentivar nuestra capacitación para poder producir bienes y servicios a un costo y con una tecnología que podamos adquirir y mantener. Esto exige capacitarnos en creatividad, en imaginación, en conocimientos y en actitudes, donde los valores humanos no sean solo un discurso ni la solidaridad algo para ser buscado solo en los diccionarios, ni la participación convocada solo cuando se necesita electoralmente, sino una práctica cotidiana, a la que se alimenta con información, con canales de escucha adecuada, que lleva a la puesta en marcha de las acciones que satisfagan los requerimientos expresados y seriamente estudiados y trabajados.
Todo este discurso, ¿es solo una utopía?
Hay muchos ejemplos que prueban lo contrario: trabajos de chicos en los que son modelos de solidaridad, de concientización del cuidado y saneamiento del ambiente, de no tan chicos en los que muestran la viabilidad de construcción de barrios dignos a población de escasos recursos, de adultos y adultos mayores que construyen día a día mutuales, cooperativas y entidades de bien general, que proveen información a sus pares y apoyo en sus necesidades.
También desde distintos ámbitos institucionales, oficiales y privados, surgen esfuerzos traducidos en acciones que intentan vertebrar una red de agrupamientos espontáneos de adultos mayores en donde puedan crecer en actividades participativas, crear objetivos de vida, conocerse y con ello intercambiar apoyos. Los vemos en Capital Federal y en el interior del paìs, desde P.A.M.I., desde la Universidad Maimónides, desde distintos centros de adultos mayores. Personas e instituciones que trabajan para conformar esta red solidaria, que empiece a modificar la sola visión competitiva de uno contra los otros, donde hay ganadores y perdedores, y estos quedan en este modelo como parias, deshechos, marginados.
Todo el esfuerzo y el trabajo social mencionado es sumamente auspicioso como posibilidad de cambio de una política global.
El desafío es cómo vertebrarlo en un movimiento que tenga coherencia y capacidad de cambio.
Hasta la década del 70 solo conocíamos los pobres estructurales, con N.B.I.(Necesidades Básicas Insatisfechas), con viviendas precarias, alto índice de analfabetismo y deterioro de todos los indicadores sociales de bienestar. Este grupo constituyó entre el 4 y el 7 % de la población total, según las épocas y las regiones. A partir de esa década, se agregan los pauperizados. ¿Quiénes lo constituyen?
Principalmente los que se quedan sin trabajo y los jubilados y pensionados sin ingresos adicionales. Gente por lo general mayor, que difícilmente consigue insertarse en un esquema de producción remunerada, que lo que cobra no le alcanza para cubrir las necesidades mínimas. Gente que empieza a ver deteriorarse las condiciones de confort básicas: su vivienda propia, su posibilidad de paseos, el sostenimiento de la salud por el no fácil acceso a servicios y medicamentos, porque el sistema de salud también presenta grietas cada vez mayores, ya que sus dirigentes privilegian solo el aspecto económico del cuidado de la salud en vez de la calidad de vida del beneficiario, (o cliente como gusta decirse en algunos ámbitos). Esta población, desde fines de la década del 70, constituye entre el 15 y el 25 % de la población total, según las provincias y los distintos momentos de estos últimos veintidós años..

Rol de los mayores en nuestra sociedad

¿Cual era el rol social de los viejos hasta hace sesenta años.
Relataré el mundo de los viejos desde mi perspectiva, mis lecturas y mis recuerdos, desde mi escala de valores y mi óptica. Digo esto porque a veces, uno cree que su visión es la visión, su conocimiento es el conocimiento, su verdad la verdad.
Cuando visitamos otras realidades nos damos cuenta de la riqueza y variedad que encierran las distintas experiencias de ser persona, desde las gratas a las nefastas. Con estas limitaciones, diré que el rol principal del anciano en las ciudades era el de consejero familiar el hombre y el de abuela la mujer. Pocos eran los que tenían una actividad de otro tipo.
Los cambios que advienen en las décadas siguientes mueven el piso a todas las generaciones. Los años 50, 60 y 70, influenciados por una sensación de prosperidad creciente, de confianza en el accionar del ser humano, del progreso indefinido y sin límites, de los avances acelerados, del cambio de roles de la mujer adulta y, por ende, del varón, dejó descolocados a ambos. Les planteó la necesidad de aprender a ubicarse ellos en relación a ellos mismos, a su mutua interrelación, a la que tenían con sus hijos. En esta línea, la relación con sus padres quedó desdibujada, relegada a ser pensada después, más adelante, cuando estuvieran más asentados.
A esa generación ese más adelante se le vino encima, sin darse cuenta.
Una serie de factores: el desarrollo de la urbanización con el mayor soporte y provisión de servicios a grupos vulnerables, el avance tecnológico, el Estado Benefactor, la prosperidad creciente, posibilitó que grandes capas poblacionales accedieran a edades cada vez más avanzadas.
De golpe, los adultos se encontraron con la responsabilidad de cuidar de los hijos, que también cambiaban y a los que, con este cambio, casi no los conocían, y la responsabilidad hacia sus padres, los que, a medida que aumentaba su envejecimiento, comenzaban a presentar con más frecuencia necesidades y requerimientos distintos, a los que tampoco sabían como enfrentar.
Fue la época del desarrollo de los geriátricos, de ciudades y sectores exclusivos para viejos. No fueron la solución. Ni para los viejos ni para el resto de la sociedad.
No fue grato para los viejos porque significó sacarlos de su contexto vital, amputarles su historia familiar y social y, con ello, empobrecerlos psíquicamente. De ahí al deterioro hay un paso muy estrecho.
Para el resto de la sociedad porque le quitó su historia viviente, su testimonio mudo y su espejo futuro. El corte a sus padres era el corte a si mismos.
¿Cuál fue la actitud de los viejos frente a este cuadro que les tocaba vivir?
Comenzaron a agruparse según sus inquietudes y aspiraciones. Así, un grupo se lanzó a reivindicar un ingreso jubilatorio que cubriera las necesidades mínimas, que respondiera a la esperanza depositada en el ahorro previsional, en los años de productividad laboral, que les sirviera para no depender de sus hijos en un momento de la vida que no pudieran seguir generando ingresos suficientes para sostenerse. Para que ellos, que estuvieron dando en su vida, no tuvieran que sentir la violencia de pedir, con el agravante de ver que, en muchos casos, sus hijos apenas pueden sostener a sus propios hijos. Y se reunen durante años, tozudamente, frente al Congreso, ámbito decisorio del dictado de las leyes, para lograr sensibilizar a la opinión pública en pos de sus derechos a vivir.
Otro grupo, el de las Abuelas de Plaza de Mayo, llamó a un despertar de nuestras conciencias en el reclamo a la propia identidad. Logró hacer trascender algo casi ignorado. Que, en una época lejana y oscura de nuestra vida como país, en la dècada de 1970, unos hombres se arrogaron el derecho de ser dioses, de ser dueños de la vida, de la opinión y hasta de la descendencia de otros hombres y mujeres, les arrancaron a sus hijos de su entraña y se los dieron a otros hombres, a otras mujeres.
Lograron las abuelas hacer público lo oculto y, al inundarlo de luz, consiguieron una toma de conciencia social del pasado reciente argentino, conocimiento que nos debe servir para el presente y el futuro.
Un tercer grupo se sintió comprometido con las actividades cotidianas de sus pares. Pensó que era importante asumir realización de actividades, pero poder elegir las que querían hacer.
Así surgieron los grupos de bochas o de otras actividades en parques y plazas, los grupos de abuelos o de jubilados y pensionados o de la tercera edad o edad de plata o ... innúmeros nombres para reivindicar el derecho a reunirse, a realizar actividades que les resultaran gratas, por ejemplo turismo, recorridas, gimnasia, bailes, juegos, tés, tertulias, etc. Agruparse para conocerse, sentirse vivos, activos, con objetivos.
Algunos, pocos, consiguieron insertarse en la actividad laboral remunerada.
Otros pueden haber resuelto descansar, creativamente o no, tomarse su tiempo, dedicarse a la familia, a los nietos, con plenitud, por elección, no por obligación externa, lo que lo hace más grato. Sentir en su descendencia, la vida que continúa.
Algunos más, explorar campos que en algún momento de sus vidas ansiaron y por el trabajo o las obligaciones familiares, no las pudieron realizar. En este lapso de sus vidas que tienen un bien tan preciado como es el tiempo, empiezan a vivir la posibilidad de utilizarlo en forma creativa y que les resulte gratificante para sí y para los demás.
Cuando se hace algo para bien ajeno, termina volviendo hacia uno. También con el mal sucede algo parecido, tanto en el plano social como en el psicológico y en el biológico.
No dudo que ustedes encontrarán muchos otros roles y funciones que están ocupando los mayores, y esto es así porque, sencillamente, la misma acción de los viejos logró que la sociedad vaya aceptando que ésta es una etapa más de la vida, con sus limitaciones y sus potencialidades. Que no podemos prosperar como comunidad si no nos integramos todos. Que las diferencias por edad, sexo, nacionalidad, grupo étnico, social, etc., sirvan para enriquecernos, para ampliar nuestro conocimiento con las distintas opiniones.
La realidad, a construirla entre todos.


por el Dr Rene Knopoff
Director de la Escuela de Ciencias del Envejecimiento