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¿Y cómo pagamos las jubilaciones después de los Kirchner?

Tras la crisis financiera global, los sistemas de jubilación de todo el mundo, presos de incontables problemas, se enfrentan ahora a nuevos desafíos que pueden tener como resultado la reducción drástica de las pensiones de los jubilados.

Además, los trabajadores más jóvenes podrían tener que alargar su vida laboral, observa Olivia S. Mitchell, profesora de Gestión de Seguros y de Riesgo de Wharton.

En reciente trabajo de investigación titulado “Implicaciones de la crisis financiera para la seguridad de la jubilación a largo plazo” ""Implications of the Financial Crisis for Long Run Retirement Security,"], Mitchell, que es directora del Consejo de Investigaciones de Pensiones de Wharton, describe una serie de nuevos riesgos para la estabilidad del sistema de jubilación, que van desde el ahorro individual inadecuado hasta la incertidumbre global, que ha resurgido como consecuencia del colapso financiero.

Las generaciones actuales y futuras ya no podrán depender de un modelo “anticuado” de jubilación en que el trabajador ahorra durante los años de servicio activo, necesitan comenzar a pensar en nuevas estrategias de financiación de la vejez, dice. “Es irónico y triste saber que en el momento en que estamos a las puertas del envejecimiento global y de la jubilación de la generación del baby boom [nacida en la posguerra], el sistema que esperábamos que fuera a ampararlos parezca tan frágil.”"

Mitchell es también directora asociada del Financial Literacy Center [Centro de Alfabetización Financiera], institución de investigaciones de Wharton en asociación con Dartmouth College y Rand Corp. Creado en 2009, con el respaldo de la Administración de la Seguridad Social de USA, el centro investiga las barreras a la alfabetización financiera y está recogiendo datos sobre los programas que funcionan.

Diversas agencias gubernamentales y organizaciones sin ánimo de lucro están trabajando para formar en conceptos financieros a trabajadores de la Seguridad Social, observa Mitchell. “La Seguridad Social cree que debe estar al frente de ese proceso por el hecho de ser la mayor organización gubernamental dedicada al problema del envejecimiento y de la jubilación”.

El fin de la jubilación precoz

En su estudio, el primer nivel de riesgo que Mitchell identifica se refiere a las personas que se ven obligadas a financiar una parte cada vez mayor de su jubilación a medida que la dependencia de las pensiones de las empresas se muestra cada vez más frágil. Ella dice que hay una falta alarmante de comprensión acerca de conceptos económicos importantes —como el concepto de inflación y el valor de los intereses compuestos sobre el ahorro destinado a la jubilación— en USA y en todo el mundo.

Ahorrar para la jubilación es particularmente difícil para las personas que no tienen una alfabetización financiera básica, dice ella. El estudio cita una investigación según la cual, en un universo nacional representativo de americanos en la franja de los 50 años, sólo un 18% sabía lo que era interés compuesto.

“El riesgo de inflación también me preocupa mucho porque temo que tengamos que enfrentarnos a una tasa de inflación muy alta en los próximos años”, dice Mitchell. La investigadora observa que a las personas siempre les resulta difícil adecuar sus inversiones a la inflación después de haberse jubilado.

Un activo útil en ese sentido, dice ella, y que podría ser incluido en las carteras de jubilación, son los Títulos del Tesoro Protegidos contra la Inflación [Treasury Inflation-Protected Securities, o TIPS]. El capital del TIPS aumenta con la inflación y disminuye con la deflación, según la medición hecha por el Índice de Precio al Consumidor. En el vencimiento del título, los inversores reciben el capital reajustado o el capital original, lo que sea mayor.

El riesgo de la longevidad, es decir, la posibilidad de que los jubilados sobrevivan a sus ahorros, es otro problema. La investigación muestra que mucha gente subestima sus oportunidades de tener una vida larga y, en consecuencia, deja de ahorrar lo suficiente para toda la vida. Mitchell señala que algunos actuarios británicos fijan ahora en 125 años la edad de referencia para los precios de los contratos de seguros. En USA, la edad de referencia es de 120 años.

Una forma de evitar el riesgo de la longevidad consiste en adquirir una anualidad (el comprador deposita dinero, como inversión) de una compañía de seguros que pague beneficios al jubilado durante toda su vida. Esos planes encuentran resistencia en virtud del rechazo por parte del jubilado para entregar sus ahorros a un proveedor de anualidades, y también debido a la incertidumbre sobre la estabilidad de las compañías de seguros. La crisis financiera generó un rechazo aún mayor en lo que concierne a la compraventa de anualidades.

De hecho, dice Mitchell, el colapso de AIG, que tuvo un gran impacto sobre el público, “lanzó una sombra” sobre la industria de seguros, aunque los problemas de la empresa no se deban al negocio tradicional de esa industria. Diversas compañías de seguros recibieron ayuda de los órganos reguladores, lo que les permitió operar con las reservas agotadas. Otras piensan pedir ayuda federal, actitud que Mitchell clasifica en su estudio como “un hecho que inspira preocupación”.

Para la profesora, una forma de protegerse contra los ahorros incompatibles con la jubilación consiste en trabajar hasta después de los 70 años. La investigación muestra que si las personas pudieran aplazar la jubilación en dos o cinco años, conseguirán mejorar significativamente su seguridad financiera cuando se jubilen.

Postergar la jubilación no sólo permite a los trabajadores ahorrar e invertir más durante los años de más empleo, también les permite aplazar el día en que el ahorro acumulado se acabe.

“Para las generaciones más jóvenes”, dice ella, “75 años sería una buena meta de jubilación precoz, y más tarde aún si fuera posible”.

En el escenario económico actual, en que relativamente poca gente ejerce actividades que exigen esfuerzo físico, Mitchell dice que el trabajador puede continuar trabajando durante mucho tiempo. De acuerdo con la profesora, varios estudios muestran que trabajar más tiempo mejora la salud en la vejez.

Los empleadores, sin embargo, van a querer contratar a quienes se mantengan actualizados, por lo tanto el aprendizaje y el entrenamiento continuo deben ser un proceso que perdure toda la vida.

“El aprendizaje no termina después de que el individuo se forma. Es preciso reciclarse todos los años, y no parar a los 50 o 60 años”, dice Mitchell. “Tenemos que volver a pensar en el proceso de inversión en el capital humano y la adquisición de conocimientos, y continuar aprendiendo durante toda la vida”.

Riesgo en todos los niveles

Otro nivel de riesgo analizado por el estudio tiene que ver con las instituciones que supervisan las pensiones públicas y privadas.

“La crisis financiera ha puesto en el punto de mira algunos problemas muy arraigados en las pensiones corporativas”, dice Mitchell, que cita a GM, con un pasivo de pensiones descubierto de US$ 20.000 millones, como ejemplo de la magnitud de los problemas a los que se enfrentan muchos planes corporativos tradicionales de beneficio definido.

En el estudio, la profesora señala que varios de esos planes invirtieron fuertemente en acciones y se vieron afectados por las devaluaciones ocasionadas por la desaceleración de la economía.

En el sector público, Estados y municipios disponen, de media, de cerca de la mitad del dinero necesario para el cumplimiento de sus obligaciones con las pensiones, informa el estudio. Mientras, las reaseguradoras del Gobierno creadas para proteger las pensiones, como Pension Benefit Guaranty Corporation (PBGC), en EEUU, y Pension Protection Fund, en Reino Unido, también andan con problemas financieros.

“Aunque PBGC tenga dinero suficiente para cubrir las jubilaciones actuales, no es solvente a largo plazo, y podrá necesitar un plan de auxilio financiero semejante al TARP [Programa de alivio para activos problemáticos]”, dice Mitchell. “Las pensiones, como institución, están en situación difícil en muchos países”.

Los planes individuales conocidos como 401(k) [en que el trabajador invierte parte de lo que gana en una cuenta especial] ayudarán a suplir el déficit financiero de mucha gente, dice Mitchell, pero no de todos, ya que el colapso del mercado bursátil durante la crisis también afectó a estos planes duramente.

Al mismo tiempo, dice ella, factores de comportamiento —como la tendencia a invertir insistentemente en las acciones del empleador y evitar recurrir a anualidades— continúan limitando la posibilidad de los planes de contribución definida de proporcionar la seguridad para la jubilación. “Los planes del tipo 401(k) son parte de la respuesta, pero no son toda la respuesta”.

La crisis financiera y la caída acentuada de los precios de las acciones también desafían el pensamiento tradicional sobre la constitución de carteras que exigen un riesgo mayor por parte de los trabajadores más jóvenes que podrían beneficiarse de ganancias más generosas en el mercado bursátil, pero que aún tienen tiempo para recuperarse del colapso económico.

Muchas empresas con planes 401(k) han incluido automáticamente al trabajador en la fecha de jubilación fijada por la compañía. Los fondos basados en ese modelo de ciclo “de vida” tienen, en general, mayor exposición al mercado bursátil en el caso de los trabajadores más jóvenes, sin embargo los gestores de esos fondos reequilibran sus carteras con inversiones más seguras como obligaciones, a medida que el momento de jubilarse se aproxima.

“El hecho es que cualquier cartera repleta de acciones el año pasado ha tenido un pésimo rendimiento, lo que desafía la estrategia de auto-inclusión en la fecha objetivo de vencimiento futuro de los fondos”, dice Mitchell.

La existencia de problemas de ámbito nacional también es una amenaza para la renta del jubilado, dice Mitchell. Al decidir cuánto ahorrar y cuándo jubilarse, es fundamental que se tenga alguna idea sobre impuestos futuros, inflación y costes de salud, escribe Mitchell.

“Sin embargo, simplemente no hay buenos pronósticos”. Además de eso, los programas de jubilación del Gobierno, como la Seguridad Social en USA, están cediendo por el peso de la población cada día más vieja combinado con los déficits de ingresos y la demanda cada vez mayor de los trabajadores desempleados.

Mitchell dice que debido a la severa recesión, más gente desempleada ha decidido jubilarse o buscar los beneficios de la Seguridad Social. Por esa razón, el sistema tendrá menos ingresos que el montante que tendrá que pagar este año, un umbral que la agencia no esperaba alcanzar hasta 2016.

Mitchell destaca que aunque Medicaid, programa de salud del Gobierno estadounidense para los pobres, se enfrenta a nuevas presiones debido al clima económico, así como a nuevas cláusulas previstas en la reciente legislación de reforma de la salud que hace imperativa la cobertura de salud de largo plazo. La recuperación de la economía podría revertir esa tendencia durante algún tiempo, dice ella, “pero el problema es que estamos en el filo de la navaja”.

Además del riesgo en el ámbito nacional, la crisis financiera ha mostrado que la economía global tampoco es necesariamente un puerto seguro para la inversión.

“En los viejos tiempos, aprendíamos que teníamos que diversificar nuestras carteras globalmente y cosechar los beneficios de la diversificación geográfica”, dice Mitchell. “Ahora, a causa de la crisis financiera, nos dimos cuenta de que la marea sube y hunde todos los barcos al mismo tiempo. Simplemente no hay un beneficio significativo de la diversificación global tal y como se creía en el pasado”.

Haciendo las cuentas

Un requisito importante para la seguridad de la jubilación futura consiste en mejorar la educación financiera, dice Mitchell.

“Si tuviera que hacer todo de nuevo, comenzaría educando a los niños a una edad temprana”. Su investigación muestra que en los Estados donde los estudiantes de bachillerato han tenido clases de finanzas obligatorias, esos alumnos llegaron a la edad adulta con más conocimiento y más capacidad para lidiar con decisiones financieras fundamentales, como, por ejemplo, la planificación de la jubilación.

Esos programas son más eficaces cuando los distritos escolares canalizan dinero para dar apoyo a la educación. No basta simplemente con obligar a que se enseñen finanzas en las escuelas.

“Es preciso invertir algo más en eso”. Mitchell también se muestra preocupada por los trabajadores de mediana edad, que no tienen conocimientos básicos de matemáticas y finanzas, gente que puede ser cada vez más vulnerable a los golpes del sistema económico internacional.

La autora reconoce que “su mensaje es objetivo y, me temo, no muy popular”. Ella dice que la crisis financiera ha dejado claro que los sistemas de jubilación de todo el mundo necesitan ser revisados de forma profunda.

"La economía del siglo XXI requiere una perspectiva totalmente nueva sobre la gestión de riesgo de la jubilación”, dice. “Tenemos que crear una nueva estructura con asociaciones públicas y privadas para educar mejor a las personas acerca de los riesgos a los que se enfrentan. Ayudarlas a trabajar más tiempo, crear y forjar nuevas instituciones financieras y nuevos contratos, aprendiendo a regular productos y mercados en sintonía con un mundo de población envejecida”.

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