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Mayo 27, 2004
La madurez también es bella

El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, mostró el drama de manera ejemplar. Dorian se aferraba a su juventud como al único tesoro y gracias a un pacto diabólico dejó de envejecer. Sólo su retrato registraba el paso del tiempo. El radiante Dorian observaba día a día cómo su carne permanecía indemne y cómo, en cambio, la pintura que lo retrataba se poblaba de cicatrices amargas que denotaban el paso de los años. Al fin, la vejez se desplazó en un instante desde el retrato hacia su propio cuerpo y Dorian cayó fulminado por los años.

Del Editor al Lector
Ricardo Roa
rroa@clarin.com
27.05.2004

La peligrosa competencia entre madres e hijas por la posesión de la juventud remite en algún punto a esa lógica, como contamos en la apertura de la sección Sociedad, página 28. Enmarca un deseo maternal de hacer eternamente propia la juventud que observan y vivencian en el espejo de sus hijas, a las que conciben como réplicas de sí y a las que quisieran volver a parecerse para maquillar el tiempo.

Pero aunque nos pese, el tiempo es hasta el momento invulnerable y la juventud efímera. Es una misión imposible demorarla. Y a menudo patética reiterarla, absorbiendo por imitación a los hijos los caracteres juveniles.

Nuestra cultura sacraliza a los jóvenes pero la madurez también es bella. ¿No es esta sobrevaloración de la juventud una subestimación de la adultez? Y por extraños caminos, muy humanos por otra parte, una suerte de envidia por lo que se presupone perdido y que posee una hija con la cual se compite. La juventud no se pierde, se supera. Pero no se recupera tal y como se la vivió.

Además del cuerpo que cambia, está lo intangible: el saber y la riqueza espiritual que el paso del tiempo otorga. ¿Por qué perderlas, buscando los trazos juveniles, que a veces esfuman la sutil estructura que los años tallan en el alma de cada persona, tornándola mejor y más profunda?


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De viejas luchas y nuevas envidias
Paloma Fabrykant 

El hombre, se dice, es competitivo por naturaleza. Las mujeres, se sabe, no nos quedamos atrás. El imaginario popular suele pintarnos como serpientes venenosas, siempre dispuestas a clavarnos los colmillos unas a otras. Nada que ver con la amistad pura y sincera que sólo puede darse entre hombres, con fútbol y asado como talismanes para auyentar la envidia.

Si miramos más allá de estos obsoletos estereotipos, entre los hombres y las mujeres reales, vemos que hay ciertos fenómenos, como la competencia entre madres e hijas, que existen desde el comienzo de la historia. Quien recuerde la tragedia Electra, de Sófocles, comprobará que que esto ya daba tema a los dramaturgos en el siglo V AC.

Hoy, en plena era del culto al cuerpo, la competencia física está en primer plano; y gracias al milagro del bisturí, que estira la piel del cutis y la edad de la belleza, el viejo conflicto que desveló a Freud reclama más lugar en el tapete. ¿Quiénes son mas sexies, las veteranas o las lolitas?, vuelve a preguntarse la opinión pública.

Las mujeres que hoy tienen hijas adolescentes, pasaron ya sus años de juventud y tuvieron su momento de lucir el cuerpo. ¿Por qué no se conformaron? Para explicar esto hay que tener en cuenta los enormes cambios que se han producido en la moral de una generación a otra.

Después de 30 años de lucha feminista, en los que la permisividad para la mujer creció de manera asombrosa es lógico que estas "veteranas", que han pasado la vida entera sudando la gota gorda para empujar la barrera de las prohibiciones, se sientan con derecho a disfrutar de sus conquistas políticas. Como no van a envidiar las mujeres maduras a las jovencitas, si éstas tienen lo que a ellas, la vida, injustamente, les negó: un cuerpo joven y la libertad para disfrutarlo.

Autora del libro "Como ser madre de una hija adolescente"


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LES COPIAN EL LOOK, VAN A LOS MISMOS LUGARES Y COMPARTEN AMISTADES

Relaciones peligrosas: madres que compiten con sus hijas

Los especialistas dicen que el conflicto surge cuando unas se encuentran al borde de la menopausia y otras, en el estallido hormonal. La no aceptación de la pérdida de la juventud es clave. Qué hacer.

Dolores M. se ve más como una gran amiga que como la madre de su hija adolescente. Usan las mismas ropas y peinados, hablan con idéntica jerga y en algún fin de semana hasta se pueden cruzar en un pub o en un boliche bailable. No es raro que al día siguiente la mujer le cuente a su hija alguna intimidad de la noche anterior. La madre, además, se mata de hambre para tener la misma talla que su hija.

Los psicólogos y psiquiatras están lejos de ver a éste como a un cuadro de sana complicidad entre madre e hija. Es más: aseguran que en realidad se trata de una competencia que, por lo general, estalla cuando unas se encuentran al borde de la menopausia y las otras viven una suerte de carnaval hormonal. Y hacen hincapié en el papel de la madre como causante del conflicto.
"Estos cuadros siempre aparecen con mujeres que padecen una sobrevaloración de la juventud y de la imagen corporal. Estas mujeres quieren detener a toda costa el paso del tiempo y para eso apelan al recurso de usar las mismas ropas y peinados que sus hijas", explicó a Clarín la psicóloga Diana Rizzatto, presidenta de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar.

La psicoanalista Elba Batla, coautora del libro Un estrago la relación madre-hija, coincide con el diagnóstico de Diana Rizzatto: "La competencia entre madres e hijas pasa fundamentalmente por dos ejes. Uno, es que las madres quieren verse igual de jóvenes que sus hijas. El otro es que quieren seguir siendo deseadas por algún hombre."

Batla, sin embargo, aclaró que la competencia entre madres e hijas se manifiesta habitualmente en hogares en los que "no hay una figura masculina que pueda atemperar los ánimos. Con esto no me refiero exclusivamente a mujeres solteras o separadas. En el hogar hasta puede haber un hombre y hasta tener un carácter bastante fuerte, pero capaz que desconoce como interferir en estos casos".

Irene Meler, psicoanalista y coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA), agregó otros elementos que favorecen esta rivalidad.
"Se da más en mujeres que no tuvieron un desarrollo profesio nal o laboral. Su autoestima, entonces, se basa de manera exclusiva en el atractivo erótico, justamente lo único que las hizo alguna vez sentirse valiosas. Y hoy observan que son sus hijas las que ocupan ese lugar del atractivo." Meler explicó, además, que estas madres sufren de algo que se define como "hipertrofia del atractivo físico".

Diana Resnicoff, psicóloga y sexóloga clínica, prefirió dividir en cuatro ejes los motivos que pueden llevar a una madre a sentir envidia de su hija: la juventud y belleza; no sentirse deseosa ni deseada; la energía y vitalidad; y la efervescencia sexual.

Según Resnicoff, la competencia siempre surge del lado de las madres y no a la inversa: "Las hijas en realidad no encuentran motivos para competir con sus madres. En esta etapa lo que sí hacen las hijas es descalificar o denigrar a sus madres. Son comunes las frases del tipo 'mamá, vos no sabés nada' o 'vieja, sos una ridícula'".

¿Qué debería hacer una madre para lograr ponerle fin a esta competencia? La psicóloga Beatriz Goldberg —es autora del libro Tengo un adolescente en casa ¿qué hago?— propone ocho consejos básicos:

· Antes que nada, reconocer que se está trabando una competencia con la hija.
· La madre no debe apoyarse ni buscar consuelo en sus hijas. No debe transferirles sus problemas.
· Debe relacionarse con gente de su edad.
· Conformarse con su propio cuerpo y sus logros intelectuales y/o laborales.
· Si no está conforme con sus logros, replantearse qué puede hacer para mejorar.
· Valorarse a sí misma. Hacer una lista de las cosas positivas que tiene.
· Replantearse que sigue siendo ante todo una mujer y que puede mejorar su sexualidad. De ninguna manera debe sentir que vive su ocaso sexual.
· Que le sirva para crecer todo lo que su hija le diga con la mayor crudeza.

Según la psicóloga Haydée Toronchik, las relaciones entre madres e hijas nunca fueron fáciles. "Pero ahora —dijo a Clarín la especialista— esta competencia se da en un marco distinto, porque las diferencias entre adultos y adolescentes son más difusas que hace unos años: van a los mismos lugares y hablan y se visten igual. Hasta pueden compartir algunos amigos."

Según Toronchik, es preferible que las madres no copien el look de sus hijas: "Disfrazarse de jovencita no le hace bien a la mamá y mucho menos a los hijos. Cada una debe ocupar un lugar diferente."

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OTRA DERIVACION DE LA COMPETENCIA MADRE-HIJA

Una posibilidad que late detrás de la cirugía plástica

El presidente de la Sociedad de Cirugía Plástica de Buenos Aires, Carlos Reilly, aseguró que "no es habitual que una madre venga a hacerse una cirugía para equiparar su cuerpo al de su hija adolescente. Sí es un hecho que las mujeres recurren a una cirugía cuando se encuentran en una etapa de crisis. Y esta crisis puede haberse originado en su entrada en la edad madura, un cambio de pareja o, incluso, algún conflicto con una hija adolescente".

Reilly, sin embargo, aclaró que no existe ningún estudio que demuestre el vínculo entre las cirugías a las que apelan las madres y la posibilidad de que justo se encuentren en una etapa de competencia con sus hijas adolescentes.

El cirujano plástico Juan Carlos Seiler coincidió con su colega: "Las mujeres de entre 45 y 50 años pueden tener diversos conflictos que las lleven a hacerse una cirugía.

Uno de esos conflictos puede ser, aunque no es algo generalizado, que las hijas las induzcan a seguir siendo jóvenes".

En la Asociación de Lucha contra la Bulimia y Anorexia (ALUBA) dijeron que algunas madres que "rechazan su edad" pueden sufrir de alguna patología alimentaria. "Pero estos síntomas habitualmente se presentan en mujeres que en su adolescencia ya sufrieron de bulimia o anorexia", explicó Roberto Eguía, director médico de ALUBA.

Enviado por Licenciatura en Gerontología el: Mayo 27, 2004 07:32 AM
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