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Junio 15, 2004
El lugar de los abuelos

Había una época en la cual uno sabía, o al menos creía saber, lo que era una familia. Padre, madre y un par de chicos era la imagen que instantáneamente aparecía en la mente y es la que hoy todavía aparece en los medios de comunicación masivos. Los abuelos, si aparecen, están en un segundo lugar, distante, nunca son protagonistas. Mientras mucha gente todavía hoy piensa –o quiere pensar– en la familia con esa forma idealizada, el creciente empuje de los padres solteros, divorciados, las familias ensambladas, las familias de gays y lesbianas hacen sentir su presencia y nos obligan a pensar las cosas de manera distinta.

Por Leopoldo Salvarezza
Para LA NACION
Martes 15 de Junio de 2004

Ni hablar si las tenemos que pensar como abuelos. Hace unos años, en las fiestas de cumpleaños, los chicos sabían que, en el mejor de los casos, se iban a encontrar con cuatro abuelos. Pero ahora no, nadie sabe con qué se va a encontrar. Los chicos podrán recibir regalos de seis o siete abuelos distintos, tal vez algunos del mismo sexo, y éstos se encontrarán con personas que ni siquiera sabrán qué relación tienen con ellas, porque ¿cómo se denomina la relación de parentesco que se establece con los padres del segundo marido de mi hija o de la cuarta mujer de mi hijo?

Todo esto introduce el tema de los abuelos y la actualidad, que merece una puesta al día que responda a la vertiginosidad del mundo posmoderno. Las líneas de investigación que se observan en la literatura pertinente son distintas, aunque a veces puedan converger. Hay quienes buscan los significados de la abuelidad dentro del sistema intrapsíquico, como lo hacen los psicoanalistas. Los antropólogos enfatizan lo que esto significa dentro de los diferentes sistemas culturales. Los sociólogos buscan el significado adscripto a los roles, conductas y actitudes dentro de la sociedad, y los psicólogos sistémicos consideran la abuelidad como un segmento dentro de un modelo intergeneracional y examinan el significado de la experiencia de la interacción familiar.

Partiendo de la base de que éste es uno de los pocos roles en la vida que no se pueden elegir, hay que tener presente que la abuelidad se manifiesta en sentimientos, pensamientos y conductas, y está determinada y recibe influencias desde distintos lados: de la experiencia personal del sujeto como nieto; de cómo fueron sus padres como abuelos; de las actitudes sociales dominantes hacia los viejos y los abuelos en el momento en que se adquiere el rol, y de las condiciones sociales, políticas y económicas donde éste se desplegará. Que quede claro: no es lo mismo ser abuelo en un hogar de la alta burguesía argentina que en Fuerte Apache.

Ahora bien, desde un punto de vista psicológico podemos decir que abuelidad, cualquiera sea el período cronológico, es el momento de compartir el lugar de padre con otro, pero muchas veces el problema para ver al hijo como un adulto puede generar conflictos generacionales.

La dificultad de conceptualización de estos temas lleva a que algunos autores puntualicen algunos interrogantes básicos que todavía esperan respuesta. La abuelidad ¿es solamente una "idea" sin función? ¿Existe un vínculo específico entre abuelo y nieto, o éste es solamente homólogo del pasado vínculo entre padres e hijos? ¿De qué manera afecta la longevidad a la abuelidad? El rol de abuelo ¿es activo o solamente simbólico? ¿Cómo influye la realidad socioeconómica en el rol de abuelo? El divorcio, las familias con un solo progenitor, familias con padres e hijos de distintos matrimonios, la inseminación artificial, el aborto y los niños maltratados ¿son de incumbencia exclusiva de la familia nuclear o implican y exigen respuesta y participación activa también de los abuelos? ¿Existe una abuelidad normal y otra patológica?

El imaginario popular tiende a pensar al abuelo como un rol ligado exclusivamente a la vejez, pero la realidad suele mostrar el error de esta creencia. Investigaciones recientes señalan que en los Estados Uni-dos la mitad de los adultos en la mediana edad, entre los 45 y los 55 años, son abuelos, y que la edad modal de entrada en el rol de abuelo es de 49 años para las mujeres y 51 para los hombres. Pero los embarazos y la natalidad entre adolescentes dan lugar a que aparezcan abuelos de treinta y treinta y dos años y, por lo tanto, que es posible la coexistencia de dos generaciones de nietos antes de los sesenta. De cualquier manera, hay que insistir, entonces, en que el rol de abuelo no sólo pertenece a la vejez, sino que cada vez más está ligado con la mediana edad y que hay que estudiarla dentro del curso vital.

Estas mismas investigaciones señalan que la realidad social muestra que el aumento de la paternidad entre los adolescentes y en mujeres solteras, el aumento de la tasa de divorcios y el flagelo de la desocupación generan dos roles emergentes para los abuelos que no pueden ser ignorados. El primero es que el abuelo vuelve, en las sociedades industriales, a asumir el rol de agente sustituto de socialización, aquel que Margaret Mead encontró en sociedades más tradicionales o primitivas. Segundo, los abuelos son agentes de apoyo económico en los casos en que se produce la ruptura o un desenlace negativo en la pareja del hijo o hija o la pérdida del empleo de alguno de ellos. Aun en países como el nuestro, con un magro monto jubilatorio, este rol va creciendo dramáticamente.

Finalmente, el abuelo muchas veces está obligado a asumir, en el cuadro familiar, un papel muy difícil y que muy pocos están en condiciones de sobrellevar: el de abuelo como manejador de crisis, como el árbitro de conflictos familiares. Es un rol de gran desgaste, ya que generalmente no se tienen los recursos suficientes para reparar los desajustes psicosociales en la familia.

Los abuelos no son agentes de salud familiar, no están adiestrados para ser agentes que favorezcan la salud mental del cuadro familiar y, por lo tanto, tienen que cargar con la proyección de enojos y de culpas de los otros miembros de la familia que esperan esa función omnipotente del abuelo. Resultado: se pierde el placer de la relación abuelo-nieto y se agrega un nuevo ingrediente a la crisis familiar.

El autor es psicogerontólogo

http://www.lanacion.com.ar/04/06/15/do_610361.asp

Enviado por Licenciatura en Gerontología el: Junio 15, 2004 07:15 AM
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