El día después de su muerte, los diarios imprimieron extensas notas sobre las marcas que había dejado en la historia política de su país. Fue a comienzos de mayo último. Ese día, todos revivieron en la memoria de la gente los alcances del paradigma conservador que, de su mano, había teñido el mundo de los años 80.
Por Valeria Shapira
La Nación
Sábado 3 de Julio de 2004
Lo otro, lo demás, se dijo en pocas líneas. O quedó en el olvido, a pesar de que también había teñido el mundo de la gente común, en la década del 90. En 1994, Ronald Reagan dejó de ser solamente el ex presidente de los Estados Unidos para convertirse, además, en un paciente con mal de Alzheimer.
La frase se hizo famosa, y estaba escrita de puño apretado y letra temblorosa por el mismo hombre que, años atrás, había sellado la supremacía de los Estados Unidos en la escala planetaria: "Ahora comienza el viaje que me llevará al ocaso de mi vida".
Lejos de la política, la confesión tuvo su efecto en el gran público. En los Estados Unidos, el mensaje sirvió para crear conciencia sobre la enfermedad. El día de la muerte de Reagan, la Alzheimer’s Disease International declaró: "Al hablar públicamente sobre su diagnóstico, abrió un camino para eliminar el estigma y los mitos que rodean la enfermedad".
Con su carta, Reagan se había convertido en un hombre común. En uno de los 18 millones que sufren la enfermedad, el tipo más frecuente de demencia que, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, alcanzará a 34 millones en 2025.
Un hombre común, igual que Charles Dennis Buchinsky, Margarita Cansino o Walker Smith, por enumerar sin el velo de la fama a Charles Bronson, Rita Hayworth y Ray Sugar Leonard. Común, igual que todos ellos, que sufrieron la misma enfermedad.
Mucha gente no lo sabe: un paciente con Alzheimer no es aquel que no recuerda en qué lugar ha puesto las malditas llaves. Es, por el contrario, alguien que ni siquiera conoce que ese manojo de pequeñas esculturas de metal recortadas en una cerrajería es, efectivamente, un manojo de llaves. Parece poco. Pero conocer de qué se trata es nada menos que la diferencia entre lograr un diagnóstico temprano y dejarse estar, con todo lo que implica para un paciente y su familia.
Reagan descubrió que los síntomas tempranos abarcan desde la pérdida de memoria, las dificultades para entender qué día es hoy, los trastornos en el lenguaje, la desorientación respecto de las personas y las cosas hasta los cambios en la personalidad.
Cambio, dicen los especialistas, es lo que necesitan las sociedades modernas: dejar de ver el problema como una cuestión del vecino; implementar políticas de apoyo a los enfermos y sus seres queridos, dar más presupuestos a los científicos que investigan el tema; informar. Parece obvio. Como decir que Reagan cambió el modo de hacer política en su país. ¿Será tan obvio? No parece, en tanto esos cambios prioritarios todavía estén pendientes en este mundo que, a conciencia, a veces se olvida de lo importante.
(Más sobre Alzheimer: www.alma-alzheimer.org.ar )
http://www.lanacion.com.ar/04/07/03/sl_615445.asp
Enviado por Licenciatura en Gerontología el: Julio 3, 2004 06:40 PM