No es pertinente objetar la inversión en remodelación de hospitales ni la atención de pacientes mentales. Son permanentes y variados los recursos que la Ciudad de Buenos Aires está destinando para su tratamiento.
Alfredo Stern SECRETARIO DE SALUD, GOBIERNO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES
Clarín 04.08.2004
La nota de opinión firmada por Alfredo Kraut ("Pacientes mentales, en el olvido", miércoles 28 de julio) merece una serie de reflexiones porque, como sociedad, debemos ponernos de acuerdo no solamente sobre qué salud queremos, sino también sobre cuánto estamos dispuestos a hacer e invertir para lograrlo.
En los últimos veinte años, el deterioro de la infraestructura del sistema prestador público le ha ganado a las posibilidades de inversión. Paralelamente, ha sido el hospital público —en todo el país— el verdadero héroe en las crisis, porque, con menos recursos, se vio obligado a dar más y más prestaciones, recogiendo los heridos que produjeron veinticinco años de políticas neoliberales.
El resultado de esta situación se nota en especial en el mal estado de los edificios públicos, en muchos casos por falta de recursos suficientes y, en otros, por políticas desacertadas de mantenimiento y conservación.
Cuando el país comienza a recuperarse, tiene un nuevo horizonte de esperanzas y ya no tenemos que pensar en cómo disponer de fondos mínimos para comprar los insumos básicos de cada día. Tomando eso en cuenta, es legítimo que pongamos todo nuestro empeño en recuperar el tiempo perdido y comencemos obras postergadas por décadas.
En ese sentido, estamos en plena ejecución de las obras en la ex Casa Cuna, con una inversión de 26 millones de dólares; se trata de un hospital que atiende la mayor parte de las veces a niños que no viven en la Capital. También estamos haciendo consultorios externos pedidos hace 22 años en el Hospital Vélez Sarsfield y obras en prácticamente todos los efectores de salud, ampliando la red de atención primaria con nuevos centros y readecuando la infraestructura de los ya existentes.
No basta con reformar los edificios de los antiguos hospitales neuropsiquiátricos para decir que se solucionan los problemas que la salud mental debe atender, pero una sociedad que se presupone civilizada no puede mantenerlos en estado de abandono o criticar la inversión que en ellos se haga.
Varios pasos adelante
Otro punto de interés a la hora de emitir opiniones sobre la situación de hospitalización en esta especialidad estriba en saber quiénes integran la población de nuestros neuropsiquiátricos. La enorme mayoría ha permanecido por años internado en ellos. Quienes conocen sobre este tema saben sobradamente que es imposible reintegrar a sus hogares a pacientes que fueron abandonados hace décadas por sus familias, aun cuando se lo intente hacer en el marco de un proyecto de desmanicomialización.
La mayor parte del resto de los pacientes ha sido hospitalizado mediante algún tipo de procedimiento con intervención judicial. Por ello, en nada depende de las estrategias en materia de atención de salud mental la permanencia de los mismos en nuestras instituciones.
En la materia, la Ciudad ha dado un gigantesco paso adelante al sancionar la Ley de Salud Mental Nº 448. Después de meses de debate entre especialistas, logramos una reglamentación de la norma en el marco de un razonable consenso. Estamos aplicando lo indicado en la ley y coincidimos en evitar la internación de pacientes, manteniéndolos en tratamiento ambulatorio.
Hemos ampliado el número de centros y hospitales de día, algunos especializados. Instituimos un modelo claramente innovador de internación domiciliaria que evita la desocialización de nuestros pacientes y la ruptura de la relación, continencia y vínculo de la familia. Ampliamos la cobertura de fármacos modernos, muchos de ellos que ni siquiera son reconocidos o entregados por sistemas privados. Hemos jerarquizado todas y cada una de las actividades relacionadas con este campo de la salud integrando al excelente cuerpo profesional con visión interdisciplinaria y moderna.
Con ello decimos que las personas con problemas mentales no son excluidos de la atención ni carecen de importancia a la hora de las decisiones políticas. Baste recordar que aproximadamente el 80% de nuestros internados no vivían en la Ciudad de Buenos Aires.
Los grandes hospitales neuropsiquiátricos serán mejorados en lo edilicio para ser reformulados, pasando de ser asilares manicomiales a verdaderos hospitales de salud mental. Estamos de acuerdo con la desinstitucionalización, pero eso no implica abrir las puertas y sacarlos a la calle, sino generar condiciones de responsabilidad social y redes que los contengan. Este es un proceso de largo alcance en el cual estamos involucrados.