En los últimos años los medios masivos de información han brindado una gran cantidad de datos -a veces no muy precisos- acerca de los procesos de envejecimiento en los cuales tienen que ver los radicales libres. Se ha informado también sobre la acción de antioxidantes en ese proceso, neutralizando la acción de los radicales libres y, así, colaborando a retrasar los procesos de envejecimiento y destrucción celular.
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Sin embargo, el papel de estos elementos, como las vitaminas C y E o el beta caroteno como precursor de la vitamina A, es todavía discutido por los investigadores. Aunque la mayoría de ellos hablan de los beneficios de una dieta que incorpore alimentos o suplementos que los contengan, no se han puesto de acuerdo en la proporción en la que deben ser ingeridos, ya que, según algunas teorías, grandes cantidades de ellos podrían contribuir a un efecto totalmente contrario.
Existe una verdadera polémica alrededor del uso de suplementos de vitaminas antioxidantes y de beta caroteno. Las que se oponen al uso de suplementos argumentan que deben obtenerse estos elementos a partir de la dieta, no de suplementos, y que siempre está el peligro de efectos secundarios negativos, ocasionados por el consumo de grandes cantidades de ciertas sustancias.
Quienes están a favor de los suplementos argumentan que no es posible encontrar las cantidades necesarias de estos elementos a partir de una dieta normal, siendo necesarias mayores concentraciones que sólo se logran con los suplementos.
Radicales libres
Los radicales libres son micropartículas cuyas cargas negativas y positivas no se encuentran interiormente neutralizadas, como sucede con la mayoría de las otras moléculas. La presencia de uno o más electrones impares los vuelven inestables, por lo cual actúan en el organismo en busca del o los electrones que les hacen falta para estabilizarse. Inciden sobre otras moléculas a las cuales privan de electrones para recuperar los que le faltan.
En este proceso el radical libre original se ve neutralizado, pero las moléculas de las cuales extrajo los electrones que necesitaba pudieron convertirse en radicales libres al quedar, ellas mismas, desestabilizadas.
Esto provoca una cadena por la cual se alteran y dañan las moléculas de carbohidratos, proteínas, grasas, ADN y ARN cambiando su estructura y función.
Existen causas de aceleración de este proceso como infecciones, presencia de toxinas, excesivo ejercicio, golpes, etc. Otras pueden incidir en la producción de radicales libres a largo plazo: solventes, drogas, sustancias usadas como pesticidas, excesivo calor, radiación, tabaquismo, contaminación del aire, etc.
Se ha investigado mucho más a los radicales libres de oxígeno, aunque éstos pueden concentrarse también en los átomos de carbono o de nitrógeno. Por ello, hemos conocido las sustancias "antioxidantes", que ejercen una influencia benéfica en estos procesos.
Antioxidantes
¿Por qué las sustancias antioxidantes, como las vitaminas C y E o el beta caroteno como precursor de la vitamina A, actúan contra los radicales libres? En realidad no actúan contra ellos sino, en cierta medida, a favor de ellos, ya que pueden "donar" electrones sin convertirse en nuevos radicales libres. De esta manera logran detener la reacción en cadena al estabilizar los radicales libres sin que se creen otros nuevos. Los procesos de destrucción de tejidos tienen, de esta manera, un considerable alivio.
Dado que la vitamina C es soluble en agua, puede actuar como una primera línea de defensa, reaccionando con los radicales libres de la sangre y otras sustancias del organismo con base acuosa. La vitamina E y el beta caroteno son solubles en grasas; con frecuencia cumplen una función en las membranas celulares y en las lipoproteínas como las LDL.
El organismo se encarga de producir sus antioxidantes propios, pero éstos a veces resultan insuficientes para detener la reproducción de radicales libres, sobre todo ante causas desestabilizantes, como las que mencionábamos más arriba.
Otras fuentes de antioxidantes son los alimentos, especialmente frutas, verduras y legumbres, de las cuales el organismo puede extraer cantidades variables de elementos antioxidantes. Sin embargo, hay quienes sostienen que el ritmo de vida, las condiciones ambientales de contaminación y los hábitos alimentarios del hombre actual no son el marco adecuado para una "natural" búsqueda de antioxidantes a través de la dieta, como pudo haberlo sido en otras circunstancias históricas y culturales. Sostienen en consecuencia la necesidad de proveerlos en forma artificial, a través de suplementos.
Otras controversias se plantean a la hora de considerar al ejercicio físico como causa de bienestar. Algunos investigadores sostienen que el ejercicio moderado mejora el sistema inmunológico, mientras que el ejercicio intenso y excesivo lo deprime. Se piensa que la aceleración del proceso de oxigenación que causa el ejercicio aumenta en gran medida la producción de radicales libres, los cuales hacen que el organismo sea más propenso a infecciones y procesos de envejecimiento. Por lo tanto, los individuos con hábitos importantes de ejercicio deberán incorporar buenas cantidades de antioxidantes.
Al parecer, un programa diario de ejercicio moderado en combinación con una dieta adecuada y la eventual ingesta de suplementos vitamínicos, siempre bajo la supervisión del especialista, sería el cuadro ideal para enfrentar el ataque de los radicales libres.