Gerontofobia social
Entender la realidad, no es un secreto, siempre me resulta difícil. Sin embargo, en ocasiones la dificultad se acrecienta.
Ya no se trata de comprender cosas para otros tan simples como por qué sube el precio de la carne o por cuál razón el delivery de una pizza siempre llega más rápido que una ambulancia. Ni siquiera por qué raro misterio pagar impuestos, sacar entradas para el cine o ser atendido en un hospital requieren una interminable cola previa.
Jorge Guinzburg
DESDE EL DIVAN
02.04.2006 | Clarín.com
En días como estos es cuando la dificultad se torna imposibilidad. Presiento entonces que debería modificar los escasos 50 minutos que dura la sesión psicoanalítica por una prolongada de varias horas y aún así todo sería inútil.
Al comenzar la semana, mientras una información daba cuenta del sobreseimiento, en Mar del Plata, del profesor de un jardín de infantes acusado de abusar de 21 chicos de entre 4 y 5 años —con 13 casos comprobados según los fisca les— otra noticia, publicada el mismo día, reflejaba el estallido de violencia en la localidad de Rafael Calzada donde un grupo de vecinos, luego de saquearla, quemó la casa del asesino de Milagros, una nena de apenas 4 años. El criminal, un adolescente de 15 años, ya fue detenido y relató a la policía que la mató porque una voz del más allá le pedía que lo hiciera. La abuela de la nena aportó otro dato espantoso: se habían mudado porque Hudson, donde vivían antes, les resultaba poco seguro.
Ambas noticias ocuparon su merecido espacio en los medios. Sin embargo, en el mismo período, se produjeron otras agresiones aberrantes que, tal vez por reiteradas, tuvieron poca difusión. Las víctimas en estos casos son personas mayores, sin ninguna posibilidad de defenderse, golpeadas, torturadas o asesinadas con el solo objeto de robarles lo poco que les queda.
Doctor —dije al comenzar la sesión—, este último tema me tiene obsesionado. Incluso por momentos me pregunto por qué, cuando la agresión es a un niño, nos indignamos todos y cuando la víctima del salvajismo es una persona mayor ni siquiera reaccionamos. No me imagino a un barrio tratando de linchar al agresor de un anciano como sí le nace cuando el abusado es un chico. ¿Me afectará tanto porque estoy empezando a envejecer?
Jorge, usted no es viejo —se apuró a responder mi terapeuta, unos años mayor que yo. A lo sumo ya no es un muchacho.
Tengo algunos síntomas, doctor —lo corregí. Me acuerdo más de las cosas que pasaron hace 20 años que las que ocurrieron ayer; la música prefiero escucharla a menor volumen que mis hijos; en mi cumpleaños la torta ya se parece a un desfile de antorchas; en mi mesa de luz ahora están ocupando más espacio los medicamentos que los libros; un nuevo tema de conversación con mis amigos es el de las enfermedades; al mirarme al espejo, ahora me parece ver a mi papá; antes de aprender algo nuevo me esfuerzo por recordar lo que ya sabía; me descubro leyendo las necrológicas del diario; ya nunca se me ocurre levantarme de una silla dando un salto y hay un síntoma peor, doctor: cada vez me resulta más natural entender a los viejos y más complicado a los adolescentes.
¡Por favor! —exclamó el analista con fastidio. Síntoma es el mío: primero me empecé a olvidar de los nombres, al tiempo de las caras, después de subir el cierre del pantalón y ahora ya me olvidé para qué había que bajarlo.
Mientras lo escuchaba, me hice dos preguntas: ¿por qué no habrá un equivalente a UNICEF defendiendo a los ancianos y cómo no se le ocurrió a nadie todavía crear un escuadrón de justicieros mayores de 70 años defendiéndose de gerontofobia de la sociedad? Después de todo, si alguna vez fueran juzgados por excesos, a su edad podrían exigir la prisión domiciliaria.
Estaba pensando cosas peores cuando, por suerte, fui interrumpido por el psicólogo que me comunicó su conclusión: "la única ventaja de envejecer es que la manera de evitarlo resulta mucho peor".
http://www.clarin.com/suplementos/zona/2006/04/02/z-04106.htm