¿Jubilarse del trabajo o de la vida?
Aunque la jubilación se refiere a la esfera laboral de cada uno, es muy frecuente, y más aún en países como el nuestro, que el jubilado se sienta retirado de lo que fue hasta entonces su existencia. No sólo por la importante pérdida de ingresos que afecta su nivel de vida, también por la dificultad para mantener ciertos modos de estar en el mundo que hacen a la singularidad de las personas. El solo hecho de jubilarse implica cambiar las condiciones de la existencia cotidiana: levantarse a determinada hora, no estar en la casa... Abruptamente, la vida es otra cosa, aparecen conflictos.
Por Eugenio Semino
Para LA NACION
Domingo 2 de abril de 2006
Hay que reformular muchos aspectos de la existencia, como la relación con la familia, con la pareja incluso, antes más restringida a los momentos en que no se trabajaba. Se pierden ámbitos, tareas, experiencias, relaciones y hay que buscar otros que los reemplacen. Si no se logra, lo que falta será sustituido por la enfermedad.
De ahí que los países avanzados desarrollen programas de prejubilación que sirven como preparación previa, de modo que se llegue escalonadamente al momento de la jubilación y sea posible ir gestando de modo gradual nuevos proyectos.
Es evidente que quienes se jubilan buscan denodadamente conservar modos y condiciones de existencia que van mucho más allá del ingreso económico. Según la teoría gerontológica de la continuidad esbozada por antropólogos como Ashley, todas las personas procuran preservar patrones históricos de comportamiento, roles y conductas que les permitan sostener su identidad a lo largo del tiempo y que, a la vez, los inmunizan ante las seguras pérdidas esperables.
Es importante garantizar a los adultos mayores contextos y situaciones contenedoras social y económicamente, y promocionar desde lo estructural, institucional y comunitario factores de vejez saludable. Además de las seguridades básicas, cabe mencionar la actividad física, las relaciones sociales y lo que los expertos denominan compromiso con la vida, es decir, que cada uno pueda compartir la humana necesidad de mantener deseos, aspiraciones e ilusiones a lo largo de toda la existencia.
El autor es defensor de la Tercera Edad
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