La ciencia está destruyendo prejuicios sobre los mayores
El mercado considera "viejas e inadaptables" a personas que tendrían el mejor rendimiento si no padecieran precisamente discriminación.
(Horacio Cardo)
Ricardo Lacub PSICOLOGO, ESPECIALISTA EN MEDIANA EDAD Y VEJEZ
Clarín MIE 05.04.2006
La revista The Economist de febrero pone en su tapa un título curioso: "Cómo manejar una fuerza de trabajo envejecida". Destaca así un tema preocupante en los países centrales: la jubilación de los baby boomers (la generación nacida después de la Segunda Guerra y que es más numerosa que cualquiera que la haya precedido).
¿Cuál es el motivo de tal preocupación? Se calcula que en los próximos 25 años quedará un vacío importante en la fuerza laboral calificada, al punto que en Japón se retirarán casi 10 millones de personas y la Unión Europea perderá casi un cuarto de sus trabajadores.
Esta pérdida de recursos humanos es considerada como una carencia de habilidades difícilmente reemplazable y ha llevado a Suiza y Suecia, por ejemplo, a ofrecer a las personas posponer su jubilación o a que trabajen medio tiempo.
Esta pérdida de recursos clave a nivel laboral parece contradecir una serie de criterios acerca de la incapacidad laboral de las personas de mayor edad, tema que deberíamos encarar con más seriedad en nuestro país.
Recientemente se publicaron en Clarín una serie de cartas de lectores donde se hacía alusión a la dificultad que tenían para hallar trabajo las personas que el mercado laboral consideraba "viejas". Por esta razón quisiera presentar una serie de datos, surgidos de investigaciones internacionales, que permiten contrastar los prejuicios con los conocimientos científicos.
Nada parece indicar claramente qué significa haber envejecido en cada rol laboral. Indudablemente, no significa lo mismo ser futbolista o bailarín de ballet que investigador o docente universitario a la hora de pensar la noción de edad y sus implicancias en el desarrollo de cada tarea. Sin embargo, para el común de los trabajadores la edad pareciera tener menos relevancia que lo que habitualmente se supone.
Los ejemplos de discriminación por edad en los marcos de trabajo se presentan tanto en los chistes o burlas hacia la presunta incapacidad de los mayores, como en las actitudes cotidianas que revelan que se piensa más a la persona en vistas a su jubilación que a su desarrollo laboral, lo que genera, en la práctica, que no se los reentrene ni se les enseñen nuevas tareas.
Los estereotipos negativos acerca de las personas mayores influyen en el retiro temprano de sus trabajos a pesar de estar en buen estado físico y mental y, para quienes continúan trabajando, ejercen una influencia negativa en las expectativas de desempeño laboral.
Aun cuando existe evidencia de ciertos declives en el funcionamiento físico y cognitivo, no se ha podido demostrar que esto incida en el desempeño laboral. Evidencia que, sin embargo, no ha conseguido demoler este prejuicio tanto en los empleadores como en los mismos trabajadores.
Los cambios cognitivos a nivel de la memoria o del lenguaje suelen ser sobredimensionados. Hay muy poca diferencia en las funciones intelectuales a lo largo de la adultez, excepto en temas de velocidad y tiempo de reacción. Sin embargo, ninguno de estos cambios parece tener una influencia tan gravitatoria como las producidas por los significados prejuiciosos que se le otorga al comportamiento de las personas de mayor edad dentro de los ámbitos laborales.
Una investigación realizada por Erber y Rothberg halló que cuando una persona mayor tenía un problema de memoria, éste era concebido como una falta de capacidad, mientras que cuando se producía en una persona más joven, era tomado como una falta de esfuerzo.
Con respecto a los cambios físicos, se suele considerar que las personas de edad enferman más y por ello tienen mayores niveles de ausentismo. Llamativamente, las investigaciones más serias realizadas desde los años 70 hasta la fecha dicen que no hay evidencia que así sea y que los promedios son semejantes a los de otras edades. También se menciona que las personas mayores suelen ser más puntuales, más estables y conscientes de sus obligaciones.
Otra investigación señala que mientras que los mayores tardan más tiempo en recuperarse de un accidente, las personas más jóvenes se lastiman más seguido.
Otro de los prejuicios existentes es el relativo a los cambios con la edad. Se supone así a los de mayor edad inadaptables, incapaces de aprender o cerrados. Se ha demostrado en diversas investigaciones que la inadaptabilidad es fruto de las bajas expectativas que tienen los empleadores con respecto a los trabajadores más viejos, razón por la cual no les brindan programas de entrenamiento.
Los trabajadores de más de 55 años tienen menos posibilidades de recibir capacitación para mejorar sus destrezas que los de otras edades. Esta falta de oportunidades los priva de oportunidades de éxito y de sentir que dominan su campo, lo cual provoca una desvinculación progresiva de sus trabajos que legitima, desde un lado y el otro, los estereotipos culturales con respecto a las personas de edad.
Es válido rescatar que, desde hace más de una década, una serie de empresas multinacionales de primer nivel comenzó a experimentar el reentrenamiento a personas mayores con gran éxito.
Resulta más que necesario reflexionar sobre la situación de los trabajadores de más edad, ya que nos plantea una preocupante realidad actual y un desafío a futuro.