Premian a Mischa Cotlar, maestro de humanismo
"No tengo capacidad ni talento... sólo un gran amor a la matemática"
El admirado científico recibe hoy en el Senado el premio Domingo Faustino Sarmiento
La Nación
Ciencia/Salud
Martes 11 de abril de 2006
El próximo 1° de mayo cumplirá 94. Pero aunque acaba de estar dos días internado y algunas de sus frases se disipan en un susurro, sigue asombrando por su aguda lucidez y su conmovedora humildad.
Hoy, a las once, Mischa Cotlar -el notable matemático autodidacto que formó escuela en la Argentina y Venezuela e inspiró a una legión de amigos que lo admiran- recibirá el Premio Senador Domingo Faustino Sarmiento, otorgado por el Senado de la Nación. "Creo que no lo merezco -dice-. Las cosas que hice eran fáciles. Es un premio a mis maestros."
Mischa Cotlar es una persona excepcional desde todo punto de vista. Nacido en Sarney, Ucrania, en 1913, llegó al Río de la Plata a los quince años prácticamente sin haber recibido educación formal.
Fue su padre quien advirtió que Mischa se sentía atraído por la reina de las ciencias. Así fue como, primero en Montevideo, con Rafael Laguardia, fundador de la escuela matemática uruguaya, y después en Buenos Aires, protegido por la comunidad matemática local, llegó a dar clases en la facultad sin tener título académico.
Su primer diploma, el doctorado de la Universidad de Chicago, lo obtuvo en 1953, cuando tenía 40 años y ya había publicado 30 trabajos.
"El mérito no es mío -comenta, con su habitual modestia y con fuerte acento extranjero-. Es un milagro lo que lograron acá [conmigo] el doctor Juan Carlos Vignaud, Alberto González Domínguez y otros. También Marshall Stone, que inició una nueva etapa en el departamento de matemática de la Universidad de Chicago. Arregló para que completara el doctorado haciendo unos cursos y una tesis. Aunque cuando iba a las clases me echaban: «Vaya a ocuparse de sus trabajos», me decían."
-Tenía un talento especial...
-No, no... No tengo capacidad ni talento. Lo que tenía era un gran amor por la matemática. Es que los matemáticos están enamorados de una diosa de belleza extraordinaria... Mis maestros fueron mis grandes amigos; entonces, claro, un día uno escucha a uno, otro día, a otro, te explican todo... Después, con trabajo mecánico, haciendo trotar al burro...
-Sin embargo, muchos piensan que la matemática es sólo para elegidos. ¿Por qué, cree usted, en general resulta tan poco atractiva?
-Bueno, yo soy de otra época. Pero tal vez ahora ya la gente no se maraville de nada. Ya nacen con cohetes y equipos electrónicos. Ninguna fantasía les parece demasiado, no se asombran. Hoy día están impresionados por la tecnología, pero la tecnología nació de la física, y la física, de la matemática, aunque esas cosas no se dicen.
-¿Qué diría usted que cambió entre la época en que usted empezó a estudiar y la actualidad?
-Antes, un matemático fuerte podía conocer las tres cuartas partes de su disciplina, pero hoy los cerebros más extraordinarios apenas si dominan la tercera parte. Está tan desarrollada y hay tantas cosas, todas muy buenas, que hay que aprender técnicas, a manejar la matemática, pero no a pensarla y amarla, como antes. Antes había matemáticos que se pasaban veinte años pensando en un problema. Ahora eso no se puede hacer.
-¿En matemática qué papel juega la inspiración?
-Bueno, hay casos como el de Galois que, a los 22 años, cuando murió, no podía tener mucha información. O el de Ramanujan, que descubrieron dos matemáticos ingleses, Hardy y Littlewood. Todo lo que estudió fue un libro, pero conocía cualquier cosa sobre los números. Entonces ellos pensaron: "Vamos a enseñarle un poco de matemática", pero después decidieron darle libertad y produjo cosas maravillosas. Pero claro, hay otras áreas donde hay que trabajar bastante, si no uno descubre la bicicleta.
-Usted también tocaba el piano. ¿Hubiera preferido dedicarse a la música?
-Bueno, la música es para mí más inaccesible. Tuve la suerte de tener amigos que me enseñaron, pero la matemática... para mí es más fácil.
-¿Entender de matemática ayuda a enfrentar la vida?
-Me parece que una persona que conoce los principios matemáticos de la relatividad, de la mecánica cuántica, ya es otra persona, está en otro nivel. Lo que pasa es que en mí la matemática tuvo relación con un sentimiento que creo que es el más fuerte en el ser humano, que es el sentimiento religioso.
-¿En qué sentido?
-Hay momentos, cuando uno alcanza una comprensión clara, no especializada, sino global, en que accede a un estado de éxtasis que es tal vez más importante que otras cosas...
Por Nora Bär
De la Redacción de LA NACION
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