Gerontología - Universidad Maimónides

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Crece el abuso de alcohol y de psicofármacos en la tercera edad

Según especialistas en adicciones y geriatras

Detrás de estas conductas se encuentra la falta de contención social y familiar

La Nación
Sábado 15 de julio de 2006

"Todas las noches recibimos por lo menos uno o dos llamados de personas mayores que han sufrido una caída, en la que está presente el consumo combinado de alcohol y psicofármacos", asegura el doctor Máximo Soto, médico geriatra que atiende urgencias del PAMI en la zona sur del conurbano bonaerense.
"Lejos de disminuir, con la ingestión de alcohol y de tranquilizantes en las personas de edad avanzada está ocurriendo todo lo contrario -afirma el doctor Camilo Verruno, profesor de la Maestría de Uso Indebido de Drogas de la Universidad de Buenos Aires (UBA)-. Hemos observado en la consulta que con el tiempo hay un mayor abuso del alcohol y de los tranquilizantes, en personas que ya hacían uso de esas sustancias pero que ahora recurren a ellas para evadirse."
"En el consultorio vemos que alrededor del 70% de los mayores de 60 consumen algún psicofármaco (muy frecuentemente asociado al consumo de alcohol), cuando el porcentaje de pacientes que necesitan usar esta medicación en forma eventual no debería superar el 5 o el 10%", agrega el doctor Daniel Patiño, médico psiquiatra y psicólogo, profesor de la cuarta cátedra de Medicina Interna de la Facultad de Medicina de la UBA.
Quienes diariamente tienen contacto con esta realidad arriesgan números para tratar de cuantificar un fenómeno que escapa a las estadísticas por una sencilla razón: las encuestas y los estudios sobre adicción a sustancias psicoactivas no suelen incluir a los mayores de 65 años. Y, sin embargo, apunta Patiño, "la incidencia de ciertas adicciones en personas de tercera edad es mucho mayor que la de la población general".
El Segundo Estudio Nacional Sobre Consumo de Sustancias Psicoactivas en Población de 12 a 65 años ( Indec-Sedronar) muestra que las mayores tasas de consumo de sedantes de la muestra corresponden a las personas de entre 50 y 65 años, lo que hace suponer que en individuos aún mayores el consumo puede ser todavía más alto.
Una combinación peligrosa
"Tradicionalmente, siempre se ha legitimado el consumo de alcohol entre los hombres y el consumo de tranquilizantes menores en las mujeres; esto comenzaba en la edad adulta y se continuaba en las personas más mayores -comenta el doctor Verruno-. Pero lo que hoy vemos es que los hombres también consumen pastillas y las mujeres, alcohol."
En cuanto al consumo de bebidas alcohólicas, "se trata de personas que son bebedores sociales, pero que por alguna circunstancia de la vida -un duelo, una enfermedad, una crisis depresiva- comienzan a abusar del alcohol".
La adicción a los psicofármacos suele llegar por otros caminos. "Es común que el médico clínico recete benzodiacepinas cuando la persona está ansiosa, deprimida o tiene problemas para dormir -comenta el doctor Patiño-. Se lo indica en forma provisoria, pero como la persona ve que puede dormir mejor, por ejemplo, lo sigue usando."
Pero las benzodiacepinas son altamente adictivas: "A sólo 15 días de iniciado su uso empieza la dependencia, y cada vez se necesitan dosis mayores para obtener el mismo efecto -agrega-. Aunque hay otros psicofármacos menos adictivos, éstos se usan porque son muy baratos y porque su uso está muy difundido entre los clínicos".
Muchas veces son los mismos familiares los que le piden al médico que les receten benzodiacepinas a los "abuelos". "Hoy el anciano en la familia es una persona que molesta y estorba, y la familia para sacárselo de encima le pide al médico que le dé psicofármacos", afirma Verruno.
"A la familia le viene bárbaro el psicofármaco, porque silencia a la persona mayor, que ya no «molesta más»", se lamenta Patiño, que enumera los efectos adversos: "Afectan la memoria de corto plazo y pueden desencadenar un cuadro de demencia por psicofármacos".
Y, finalmente, los factores se suman. "La persona que por problemas depresivos, abandono o falta de contención social bebe, después no puede dormir y toma ansiolíticos", sintetiza el doctor Soto. "Tanto el alcohol como las benzodiacepinas son depresores del sistema nervioso y sus efectos se potencian", advierte Patiño.
"Tras haber combinado alcohol y psicofármacos -retoma Soto-, en medio de la noche la persona se levanta mareada para ir al baño y se cae, se golpea y se fractura." Y sólo eso es lo que muchos ven: la punta del iceberg.

Por Sebastián A. Ríos
De la Redacción de LA NACION
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