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Con audífonos, devuelve la sonrisa a chicos y abuelos que no pueden oír

En cuatro años, Marcela Barros devolvió a unas 600 personas la posibilidad de valerse de sus oídos

Marcela Barros dice que la peor discapacidad es la auditiva porque es el sentido que nos conecta con el mundo. Por eso se propuso dar a los sordos las herramientas necesarias para que abandonaran el silencio.

La Nación
Lunes 30 de Octubre de 2006

Para que puedan integrarse, Marcela recolecta y dona audífonos y pilas. A cambio, recibe un regalo impagable: las sonrisas y las miradas de sorpresa de quienes después de esta donación pueden oír.

Marcela es profesora de sordos y perturbados del lenguaje, especializada en rehabilitación auditiva. Atiende en su consultorio desde hace diez años. Pero recibía tantos pedidos de audífonos, que en marzo de 2002 se decidió a hacer algo más. "Cada vez venían más pacientes sin audífonos ni obra social. Y sin audífono no se puede trabajar con ellos... Empecé juntando dos y ya entregué 600", cuenta orgullosa.

De a poco, tímidamente, comenzó a trabajar en Desear Escuchar, la fundación que hoy ocupa gran parte de sus días. "Primero busqué audífonos para chicos y después me di cuenta de que muchas personas mayores necesitan recuperar la comunicación", recuerda. Así, llegaron pacientes de seis meses a 80 años. Algunos vienen de muy lejos, como Iván, que viajó en micro desde Bolivia con el solo propósito de oír. Otros llegan desde las provincias y de cualquier rincón del país donde saben del trabajo de Marcela.

También recibe audífonos de lugares lejanos, como el que viajó desde Barcelona para Joel, un nene de Gálvez, provincia de Buenos Aires, que padece una hipoacusia profunda.

Un audífono cuesta entre 1500 y 6000 pesos, cifra inaccesible para muchos. Pronto se dio cuenta que, aunque tuvieran audífonos, muchos no podían costear las pilas. Y así su tarea se multiplicó: había que conseguir audífonos y había que buscar pilas. "Los implantes cocleares llevan tres pilas que duran tres días", explica.

El implante coclear es un aparato electrónico que se coloca en el oído interno y ayuda a los pacientes con sordera profunda, que no encuentran solución con un audífono. "El implante les cambia la vida, pero cuesta 20.000 dólares y no todos acceden a él", lamenta Marcela.

El "boca a boca" le trae muchísimos pedidos. "En las escuelas, en los hospitales, saben de la organización y me derivan gente", dice. Una audiometría le permite saber cuál es el audífono más indicado.

Marcela recibió a LA NACION en su consultorio de San Isidro. Mientras contaba la historia de su asociación, Daiana, de seis años; Axel, de siete, y los mellizos Daniel y Carlos, de diez, jugaban y decían algunas palabras.

"Siempre me interesó la comunicación y que la gente pudiera expresar lo que le pasa. Pero sin audífono, los sordos se comunican por señas y eso va aislándolos cada vez más -asegura-. Acá aprendí lo importante que es la palabra y cuánta necesidad hay." Según sus cálculos, un 70 por ciento de los chicos sordos no cuenta con audífono.

Escribir sensaciones

Marcela escribe en una página en Internet todas las experiencias de su tarea solidaria. En http://desearescuchar.blogspot.com/ escribió: "Hoy conocí a Ludmila. Tiene seis años; no habla y no tiene equipamiento auditivo. Nació sin problemas, pero a los 11 meses de edad una meningitis les cambió el rumbo a su vida y a su familia: perdió un brazo y la audición. Estos casos nos ponen metas y desafíos".

Gisela es hipoacúsica. Tiene 21 años y es de Carmen de Areco. Durante seis años estuvo sin oír porque sus audífonos se rompieron y no tenía dinero para arreglarlos. No tuvo respuesta del Estado. "Gisela practica atletismo y ya lleva ganadas cinco medallas de oro. Es una excelente deportista. Hoy ella le ganó al silencio", escribió Marcela el día que le entregó dos audífonos a la joven.

El día que Aurora cumplió 90 años recibió un regalo que esperaba desde hacía mucho tiempo: un audífono. "Hacía muchos años que oía mal. Estaba aislada, sin ganas de hacer nada. No tenía un otro para charlar o intercambiar. El silencio y la incomunicación la abrumaban", cuenta.

Otras historias dejaron su huella en Marcela. "Recuerdo que una mamá sorda vino con su bebe de días. Apenas le coloqué el audífono, ella se puso a llorar: ¡Era la primera vez que oía a su hijo! Son cosas muy fuertes", dice emocionada.

Tan aleccionadora es la experiencia que no dudó en sumar a sus hijos a la cruzada: Victoria, de 16 años, y Lisandro, de 14, la ayudan al igual que muchos familiares, amigos y colegas. "Esto me cambió la vida. Ahora soy más simple, observo mejor y estoy más allá de muchas cosas", afirma.

Tiene una regla de oro: no deja a ningún chico sin tratamiento, no importa cuánto puedan pagar. "Siempre digo que lo que das por un lado, vuelve por otro", resume. Pero necesita más audífonos y pilas para ayudar a más personas. Los que puedan ayudarla, deben escribirle al e-mail desear_escuchar@yahoo.com.ar o consultar la página web www.desearescuchar.com.ar .

Claro que todo el esfuerzo de Marcela tiene un premio impagable: "No te imaginás las sonrisas, cómo les brilla la mirada cuando empiezan a oír... Te juro que eso no tiene precio: es el mejor regalo del mundo".

Por Cynthia Palacios
De la Redacción de LA NACION
http://www.lanacion.com.ar/informaciongeneral/nota.asp?nota_id=854023