El extraordinario desarrollo socioeconómico que ha experimentado el mundo moderno ha producido importantes consecuencias demográficas. Una de ellas es el notable crecimiento de la proporción de ancianos. De su manos ha aparecido un problema inédito: el surgimiento “de la primera sociedad masivamente geriátrica de la historia”.
Por Julio César Castiglione
La Gaceta
Domingo 11 de Mayo de 2008
Ha sido tan súbito el fenómeno que nos ha desconcertado, y no sabemos cómo comportarnos con nuestros progenitores ancianos, especialmente cuando alguno queda viudo. Graciela Zarebski, una experta en el tema, lo aborda en este libro. Es, además de doctora en Psicología, directora de la Licenciatura en Gerontología en la Universidad Maimónides y autora de varios libros sobre la vejez.
El problema, además de fascinante, es de singular importancia en la época actual y nos interpela cruelmente. Nuestros padres no sólo nos engendraron físicamente sino que también nos formaron psíquica y espiritualmente, en muchos casos con gran abnegación. Ahora nos toca devolverles su cariño y sus sacrificios, pero lo grave es que no sabemos cómo hacerlo.
Las condiciones de la vida moderna, especialmente la reducción de la familia, que se limita a padres e hijos, no da lugar a los abuelos ni a otros parientes. Su alojamiento puede y suele suscitar conflictos entre los cónyuges. Los geriátricos generalmente son tristes e inadecuados, y cuesta dejar allí a nuestros progenitores ¿Qué hacer?
Por eso, el primer y principal problema es dónde vivirán. Y luego, cómo comportarse con ellos para hacerles más llevaderas las cargas de la ancianidad, mostrándoles el cariño y el afecto que les debemos y que ellos necesitan.
En los geriátricos, la vida normalmente es muy dura; y vivir con el hijo casado conlleva graves problemas por todos conocidos. Precisamente, estas difíciles situaciones son enfocadas con indudable competencia por Zarebski. Ningún ser normal es indiferente a la suerte de los progenitores ¿Qué hacer con ellos, que nos dieron la vida y nos educaron con enorme cariño, cuando envejecen? Y, ¿cómo tratarlos, sea que vivan con nosotros o en un geriátrico? La falta de instintos correspondientes -la naturaleza parece no haber previsto el fenómeno- y la inexperiencia nos dejan desamparados ante una situación que nos duele.
En conclusión, se trata de un libro valioso para los hijos, cuyos padres los necesitan y no encuentran soluciones adecuadas. Y también para los padres que se enfrentan con el desconcierto propio de la vejez.
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