La influencia de la obesidad en el desarrollo de demencias
Recientes estudios demuestran en modelos de animales la relación
entre obesidad y el desarrollo de Alzheimer
17 de enero de 2006
JORDI MONTANER
FUENTE: FUNDANCIÓN EROSKY
Publicado por Mayores en Movimiento
http://ar.groups.yahoo.com/group/mayoresenmovimiento/
La obesidad puede no sólo comprometer la salud cardiovascular de
quien la padece sino acrecentar el riesgo de demencia, tal y como se
desprende tanto de investigaciones llevadas a cabo en animales de
experimentación como de datos epidemiológicos.
Estudios con animales demuestran la relación entre una dieta rica en
grasas y el desarrollo de Alzheimer
La imagen de un anciano demente se asocia más en nuestra retina a un
cuerpo delgado, casi raquítico, que a otro orondo. La explicación
puede deberse a que muchos enfermos con demencia padecen también
disfagia y desnutrición. Pero quien piense que la obesidad protege
frente a la demencia puede estar equivocado; una investigación
publicada hace escasos meses en la revista Nutrition and Metabolism
orienta precisamente a lo contrario. Un equipo de expertos dirigidos
por Samuel Henderson (EEUU) investigó para un laboratorio
farmacéutico (Accera) el efecto de una dieta rica en grasas y pobre
en hidratos de carbono.
Lo hicieron en un grupo de ratas y constataron que las que habían
tomado más grasas se enfrentaban a una probabilidad estadísticamente
significativa de desarrollar la enfermedad de Alzheimer. Puestos a
explicar lo descubierto, los autores atribuyeron este efecto a la
insulina y al factor de crecimiento relacionado con la insulina, IGF-
1, como antagonistas de la proteína beta-amiloide cerebral, que se
considera el principal indicador de enfermedad de Alzheimer.
Consciente de que este hallazgo es una verdadera sorpresa, Henderson
puntualizó que la mayor parte de los estudios sobre el efecto
deletéreo de las dietas ricas en grasas se han hecho en base a
fórmulas que, además, eran también ricas en hidratos de
carbono. «Nosotros quisimos averiguar qué ocurría si se sigue una
dieta rica en grasas pero pobre en carbohidratos, y el resultado es
demoledor». El experto amplió que cuando el organismo se ve expuesto
a niveles normales o elevados de hidratos de carbono las grasas se
acumulan sin ser oxidadas, pero si se reduce drásticamente el nivel
de azúcar entonces se produce una oxidación de las grasas, llamada
quetosis, liberando unos compuestos, quetonas, que destruyen la
proteína beta-amiloide y, en consecuencia, dañan el cerebro.
Aunque harán falta más investigaciones para corroborar este hallazgo
metabólico, los autores se aprestaron a poner pegas a muchas dietas
de adelgazamiento en las que los dietistas permiten a sus pacientes
que regulen la cantidad de grasas o proteínas mediante el apetito a
cambio de no ingerir hidratos de carbono.
Alzheimer y alimentación
La alimentación constituye uno de los ámbitos de estudio en la
curación del deterioro cognitivo, que afecta a unos 18 millones de
persona en todo el mundo
Se calcula que en el mundo hay cerca de 18 millones de personas con
demencia, cuya causa más común es la enfermedad de Alzheimer. Para el
2025, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que la
demencia se cebará en 34 millones de seres humanos, ubicándose un 71%
en los países del tercer mundo.
No existe todavía ninguna curación para el deterioro cognitivo, pero
se trabaja concienzudamente en la manera de evitar la progresión de
la enfermedad, y uno de los ámbitos en el que más se está
investigando es la alimentación. Una de las hipótesis más barajadas
en la actualidad es la del papel protector de los ácidos omega-3 del
aceite de pescado, pero los ensayos clínicos llevados a cabo no
acaban de mostrar un beneficio razonable.
El más llamativo es el llevado a cabo con ancianos en Chicago, donde
quienes manifestaron tomar pescado al menos una vez por semana
tuvieron un declive cognitivo más lento (10% menos de casos por año)
que el de quienes no comían pescado nunca.
Curvas peligrosas
El sobrepeso que acontece en la etapa media de la vida, conocido
popularmente como «curva de la felicidad» puede resultar, por otra
parte, un factor de riesgo para el desarrollo de demencias. Esta es,
por lo menos, la conclusión a la que ha llegado un estudio sueco
llevado a cabo en personas con un índice de masa corporal (IMC) de
más de 30. «Esta situación afecta actualmente a unos 200 millones de
europeos que, con independencia del riesgo de demencia, hacen frente
también a un riesgo elevado de hipertensión, diabetes, cardiopatía
isquémica, ictus, enfermedades respiratorias y reumáticas», alerta la
Dra. Miia Kivipelto, del Instituto Karolinska de Estocolmo.
La experta va más allá y pronostica una verdadera epidemia de ser
ciertas las cifras que publica este mismo año la International
Obesity Task Force (IOFT), relativas a que cada año el número de
niños europeos encuadrables en un diagnóstico de obesidad crece al
ritmo de 400.000 nuevos casos. Kivipelto y su equipo de expertos
siguieron por espacio aproximado de 21 años a 1.449 ciudadanos suecos
de ambos sexos con edades comprendidas entre 65 y 79. Hallaron que la
enfermedad de Alzheimer fue más prevalente entre quienes mostraban un
IMC más elevado. Otros marcadores de riesgo barajados fueron la mayor
presión sistólica y el colesterol total más elevado. Estos resultados
aparecieron publicados el pasado mayo en el British Medical Journal.
EL RIESGO EN MUJERES
Las mujeres obesas tienen más riesgo de sufrir demencia, según un
estudio
Uno de los aspectos más alarmantes del estudio sueco es el riesgo
disparado en las mujeres. Era conocido que la prevalencia de demencia
en las mujeres supera a la de los hombres, pero el estudio advierte
que en las mujeres obesas el riesgo aumenta en un 200%. En hombres
obesos aumentó sólo en un 30%.
Deborah Gustafson, también autora del estudio, destaca que en las
personas obesas se produce una ostensible pérdida de tejido del
lóbulo temporal del cerebro. «Otra circunstancia a tener en cuenta es
la liberación de niveles elevados de cortisol por parte de las
personas obesas, lo que podría explicar esta atrofia del lóbulo
temporal», asegura la experta.
Datos epidemiológicos apoyan el vínculo denunciado: a la edad de 72
años, la proporción de mujeres dementes es mayor entre la población
obesa que, por ejemplo, a los 50. El equipo sueco investiga ahora qué
IMC puede considerarse como «frontera» entre la presencia o la
ausencia de riesgo. «De lo que no hay duda -reconoce Gustafson- es
que una reducción por moderada que sea del sobrepeso va a tener
siempre un efecto favorable; una dieta pobre en grasas y una práctica
asidua de ejercicio físico pueden ser, desde ahora, también un buen
modo para prevenir la enfermedad de Alzheimer».