A LOS 78 AÑOS, ANGELICA GORODISCHER PUBLICA SU PRIMERA NOVELA EROTICA, "QUERIDO AMIGO"
La escritora afirma que, a su edad, era el momento ideal para escribir sobre el tema.
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Natalia Páez
4.08.2006 | Clarin.com
Está en su mejor momento para hablar del tema, dice, y acomoda su pelo muy rojo Angélica Gorodischer, casada, 78 años. "El tema" es el de su última novela. Querido amigo: una novela erótica.
Poniendo lupas sobre su producción, Querido Amigo (Edhasa) parece una isla: es la primera vez que su protagonista es un varón; la primera vez que escribe en este género. Sobre lo que, dice, ha sido "uno de los mayores placeres de la vida".
Se trata de un relato epistolar donde sólo una de las partes escribe. El lector supone las respuestas y así va construyendo la épica. Mientras, Gorodischer crea un mundo. Un mundo de temas de infartante vigencia.
A una ciudad de Oriente Medio inventada llega un acartonado diplomático enviado por Inglaterra. Es la época de las guerras napoleónicas y el enviado real llega con la misión de establecer relaciones bilaterales. En ese encuentro con mujeres que no usan miriñaque sino sedas muy sensuales y hombres que visten túnicas blancas se describe un choque de culturas. Es la novela de la transformación de un hombre.
«8—¿Qué urgió más? ¿Los temas, las ganas de escribir algo distinto, la historia?
—Mis ganas de escribir un texto erótico. Mis textos solían ser aparentemente blancos porque el erotismo pasaba por la ambigüedad, una cosa velada. Luego vi Orlando, basada en el libro de Virginia Woolf, y allí el protagonista está en un baño asiático con mayólicas, fuentes con ruido de aguas. Y en otra escena aparecen los ingleses llenos de terciopelos, cueros y encajes. Ese contraste me parecía interesante.
«8—¿El personaje de un inglés decimonónico le sirvió para hallar el tono de este texto?
—Me convenía mucho —por el uso del lenguaje de la época— un personaje que hablara con metáforas o imágenes. No quería caer en ponerles nombres vulgares a las partes del cuerpo o a las situaciones eróticas. Tampoco en el término científico, me parecía horroroso. Me vino bien que se tratara de un diplomático del siglo XIX. Además, que fuera inglés, doblemente discreto.
«8—Oriente Medio y las incursiones del imperio anglosajón resultan muy actuales.
—Sí, pero en la vida real nos horrorizamos con lo distinto, como las sociedades poligámicas o ciertas prácticas que nos parecen aberrantes. En Oriente, el inglés de mi novela nace otra vez. Reflexiona sobre lo desconocidos que podemos resultar para nosotros mismos en ciertas situaciones.
«8—¿Cómo fue escribir una novela erótica en esta etapa de su vida?
—Me pareció que casi llegando a los 80 era el momento ideal. Porque uno a esta edad ya ha hecho su vida y ha mantenido la magia de esa situación humana de lo sensual. El erotismo funciona no sólo cuando te llevás a tu amante a la cama. También cuando escribís una novela; allí hay una relación hondamente erótica. Después de vivir 78 años y creer que es una de las grandes felicidades de la vida, me pareció que venía muy bien una novela erótica.
«8—Pareciera un tema tabú el del sexo pasada la juventud.
—Sí, es un tabú, como si no existiera. Pero la vida entera está permeada de erotismo. Y uno debe aprender a reconocer eso que las religiones condenan. Porque no hay nada que a los cultos horrorice más que eso de que la gente se va a la cama y la pasa bien. ¡Y la pasa bien! ¿Te das cuenta qué horror? Eso es lo que molesta.
http://www.clarin.com/diario/2006/08/14/sociedad/s-03701.htm
Gorodischer básico
BUENOS AIRES, 1928. ESCRITORA.
Vive en Rosario desde 1936. En 1973 sacó "Bajo las jubeas en flor". Y en 1983, la reconocida "Kalpa imperial": "Creía que estaba escribiendo una versión de 'Las mil y una noches' y en realidad estaba contando la dictadura." De ese mismo año es "Mala noche y parir hembra".
Así escribe
Yo también me puse de pie, aturdido: ¿me estaba regalando a su mujer? Y ella también se puso de pie y me llevó hacia la habitación que se abría a la izquierda del salón y yo me di vuelta para mirar al tasador y vi cómo desaparecía hacia el interior de la casa y me volví hacia ella y ella entraba en la abertura de las ramas y las cerraba detrás de nosotros y me sonreía y me preguntaba si quería que se desnudara. Aterrorizado, avergonzado, confuso, desconcertado, perplejo, atiné a decir que sí porque sí que quería que se desnudara pero no, no quería, y vi caer la túnica blanca al suelo en donde se hizo una sola con la seda que lo cubría. Estaba descalza (...).
Entonces ella me hizo sentar en un sillón que había cerca del lecho gigantesco y se arrodilló frente a mí.