Cientos de ancianos rotan de casa en casa para estar atendidos por la familia
Cada dos meses, el abuelo vuelve a casa de su nuera, al pueblo. Se instala en la habitación del nieto, que se muda al piso de arriba, el abuelo no puede subir y bajar escaleras. El anciano llega mareado del viaje y los primeros días el sueño se le trastoca, no se acuerda dónde está el cuarto de baño, y otras manos que no son las de su hija del mes pasado, ni las del otro hijo del mes anterior, le ayudarán ahora en su higiene íntima. Bueno, por lo menos ha salido del piso de Madrid, ese infierno de ciudad que no es para él, y ahora podrá andar al sol, calle arriba, calle abajo.
CARMEN MORÁN - Madrid - 04/02/2008